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En defensa de la lengua andaluza

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José María de Mena Calvo, en su muy conocido libro “El Polémico Dialecto Andaluz” (Plaza&Janes, 1986, pag. 29), nos aclara: “… Es vieja y bizantina la discusión de lo que son idiomas o dialectos: cuando un idioma produce literatura es idioma, y cuando no laproduce es dialecto, dicen algunos. Cuando un idioma se ha desgajado de otro más antiguo, es dialecto, dicen otros.

En el fondo la diferencia entre dialecto e idioma viene a ser más cuestión política y económica que cuestión lingüística. Un dialecto del latín, pasa a ser idioma por razones de independencia política de su territorio. Un idioma pasa a ser dialecto, cuando se aísla y conserva en un rincón separado mientras que otro, en mayor dinamismo, se enriquece y evoluciona. Dejemos, pues, estos bizantinismos y concretémonos a decir que el andaluz no es dialecto en el sentido de hijo del castellano, porque posee muchos elementos ajenos al castellano, tanto en su fonética como en su sintaxis y en su vocabulario”.

Comúnmente, se suele definir el idioma como la lengua común y normalizada de un país. Lo malo es que se suele confundir país con estado, y es aquí donde reside el problema político de la consideración de idioma. Pongamos tres ejemplos para ilustrar este problema: el gaélico irlandés era considerado, durante la dominación británica de Irlanda, como una lengua sucia y vil, propia del pueblo inferior que para ellos eran los irlandeses, sin duda, la consecución de la República de Irlanda y el reconocimiento de su lengua, golpeó a alguna que otra mente imperialista. El segundo caso es el croata, este idioma tiene como principal diferencia con el serbio que el croata se escribe con caracteres latinos y el serbio con caracteres cirílicos, por lo demás ambos están dentro de la familia eslava y no existen grandes diferencias entre ellos, ¿qué pasó?, pues que al proclamarse Croacia como estado independiente, el croata automáticamente obtuvo la consideración de idioma. El tercer caso es más cercano y tiene que ver con la oficialidad del euskera, el catalá y el galego en el Estado Español, lenguas que deben su reconocimiento oficial, más a la pujanza y fuerza de los movimientos nacionalistas de estos lugares, que al respeto como lenguas diferenciadas o a la buena voluntad de los redactores de la Constitución.

¿Qué pasa con el andaluz? Muy sencillo: falta de voluntad política por parte de las instituciones andaluzas y falta de toda clase de voluntad por parte de los habitantes de Andalucía para considerar nuestra peculiar forma de hablar, en lo fonético, en lo sintáctico y en lo semántico, como lengua andaluza. Como fondo dos hechos claves: la falta de conciencia nacional de los andaluces y las andaluzas y la manipulación de todo lo andaluz por parte del poder.

Por lo que, vistas así las cosas, reflexionemos sobre el siguiente pensamiento: “Quien vive en una región habla un dialecto, el que vive en una nación habla un idioma”.

Pero el andaluz, pese a quién pese, es una realidad lingüística que está ahí, y que cuenta, sólo por dar algunos detalles, con caracteres como el de nuestras vocales con un sistema cuadrangular (algo muy raro en Europa) con cinco grados de abertura y dos localizaciones que afectan a todo el sistema, peculiar, frente a otros idiomas románicos por su claridad, nitidez y gran efectividad lingüística; la forma única de formar plurales; la presencia de un fonema inexistente en castellano, conocida como h aspirada, habiendo de conectarse con los fonemas glotales del árabe; la relación de las eses andaluzas con los fonemas árabes “sin” y “shim”; la elisión de consonantes finales, particularidad ya encontrada en el latín de la Bética; la geminación, rasgo fonológico inexistente en el resto de hablas románicas de la P enínsula, pero vivo en el italiano, secarga de valor distintivo, pasando de ser una mera variante fonética a un rasgo fonolófico diferenciador; sustitución de -r por -l, al parecer influencia del sustrato lingüístico tamazigh; el yeismo o la aspiración de la -h procedente de la -f latina y muchos más que nos llevan, una vez más, a encontrar el origen de nuestra lengua, no en un castellano corrupto, sino en una lengua autóctona desarrollada por los habitantes de al-Ándalus.

¿Podríamos investigar la “koiné” andaluza? ¿Existe voluntad de indagar buscando la base del idioma andaluz? Ya Manuel Alvar (aragonés y catedrático de número de la Real Academia Española de la Lengua, por lo tanto “poco sospechoso”) en su libro Estructuralismo, geografía lingüística y dialectología actual (Gredos, 1969, pag. 60) afirmaba: “En Andalucía hay una norma culta distinta de la castellana”. ¿por qué, entonces, esa obsesión en ridiculizar y desprestigiar todo lo andaluz, sin querer buscar sus orígenes?

Hace algunos años, William J. Entwistle se hacía la misma pregunta al referir que, después de la conquista, los valencianos pasan a hablar un dialecto del catalán, los habitantes del Algarve del portugués y los andaluces del castellano. “¿Fue eliminado el mozárabe por ser en general semejante a una versión arcaizante y anticuada de cada uno de los dialectos triunfantes? ¿Hubo algún tipo de compromiso? Y si lo hubo ¿cómo se realizó? ¿En qué medida es el andaluz deudor del mozárabe, si es que lo es en alguna?. La respuesta a tales preguntas hay que diferirla hasta que el andaluz sea adecuadamente examinado”. (Las Lenguas de España, Istmo, Madrid, págs. 157-158)

A poco que investiguemos seriamente nuestra historia, más y más datos aparecerán para avalar nuestra teoría. El intento del poder por reducir nuestra lengua a una mera degeneración hay que buscarlo en mezquinos intereses de control político-cultural. Pero, aun admitiendo la teoría histórica del nacionalismo español, nadie puede negar el derecho de Andalucía a elevar su peculiar forma de hablar a la categoría de idioma si hubiera una voluntad mayoritaria entre sus habitantes y la existencia de una academia que estableciera las normas. El que los lingüistas oficiales consideren al andaluz como dialecto del castellano no es óbice para coartarle una evolución natural que no tiene por qué coincidir con el castellano, a no ser que exist a una clara intencionalidad política de que esto no suceda. Juan Carlos Moreno Cabrera, catedrático de Lingüística en la Universidad Autónoma de Madrid, en un libro que, además de un lúcido estudio sobre las lenguas es un alegato contra la intolerancia, nos afirma rotundamente: cualquier variedad lingüística: valenciana, asturiana, balear, extremeña o andaluza, por poner sólo algunos ejemplos, puede dar origen a una lengua estándar si la comunidad que quiere desarrollarla e impulsarla dispone de los medios para ello (La Dignidad e Igualdad de las Lenguas, Alianza Editorial, 2000, pag.54).

Es inútil querer poner puertas al campo, quinientos años de aplanamiento lingüístico no han logrado acabar ni con la forma, ni con el estilo, ni con las palabras que se usan en Andalucía. La modalidad lingüística andaluza resurge con más fuerza y pujanza en cada nuevo periodo de libertades civiles. Volvamos al profesor Moreno Cabrera: Las lenguas artificiales se pueden fijar, idealizar y todo lo que se quiera, pero las lenguas reales no se dejan domeñar de modo tan fácil y se atienen a sus propias reglas de juego y no a las que les quieren imponer quienes desean que su variedad lingüística arrincone o denigre a las demás. (La Dignidad e Igualdad de las Lenguas , Alianza Editorial, 2000, pag.59)-

Seguramente los nacionalistas españoles habrán sonreído con satisfacción al conocer las teorías del lingüista norteamericano Steven Fischer, quien nos ha sorprendido al afirmar que en el futuro Brasil tendrá una nueva lengua nacida de la mezcla del español y del portugués. Fischer asegura: “Las lenguas, como los seres vivos, están en continua transformación y proceso de enriquecimiento”, según el filólogo, “los idiomas no son piedras, sino esponjas”, y el portugués de Brasil ha sufrido ya tantas transformaciones que “aún es la misma lengua, pero con enormes diferencias”. Finalmente nos dice: “Si esa tendencia continuase, nos hallaríamos en seguida ante dos idiomas. Los brasileños ya no entenderán a los portugueses. No es que los brasileños hablen un portugués equivocado, es que lo hablan con una gramática diferente”. Probablemente ningún filólogo español oficial cuestionará esta teoría. Pero, hagamos una prueba: donde pone brasileños escribimos andaluces y donde pone portugués escribimos español.

¿A que ahora la teoría ya no parece tan buena? ¿A que ya no sonríe el nacionalista español? ¿A qué Steven Fischer, una autoridad en la materia, famoso por haber descifrado las inscripciones de la Isla de Pascua, es un papanatas que sólo dice pamplinas?

Convencidos de que la historia nos enseña que, más tarde o más temprano, el uso natural de un idioma termina por imponerse en la esfera de las normas lingüísticas oficiales como lengua nacional, debemos trabajar para la recuperación, normalización y defensa de lo andaluz. Sabedores de que “la lengua es la más eficaz de todas las armas” debemos usar esta herramienta para sentar las bases de la nación y cultura andaluza en el próximo siglo.

Este libro es un trabajo realizado a partir de diversas reflexiones y artículos efectuados por: Paco Albadulí, Libero Ubeya, Miguel Moya Guirao, Xosse Alkassa,Yual Alon,Huan Porrah, Antonio Jesús Torres. Y adaptados por: Tomás Gutier

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