Quäsar: El disco "Omega" fué un choque de trenes entre el punk y el flamenco
El grupo granadino y su álbum «Eclipse parcial de lunas» abren nuevos caminos en el encuentro del cante jondo con el rock.
De la tierra de Morente llega otro proyecto que tiene mucho que ver con él. Porque la influencia del maestro se deja y se dejará ver durante muchos años. Se trata del grupo Quäsar, que acaba de lanzar su primer disco, «Eclipse parcial de lunas», en el que colabora Estrella Morente y que no es más que la primera entrega de un total de cuarenta canciones que aparecerán bajo el título de «Eclipse». La banda está formada por dos ex miembros de TNT, Ángel Doblas y Jesús Arias. Este último, junto a su hermano Antonio, de Lagartija Nick, tuvo participación activa en el disco «Omega», piedra angular en la evolución del flamenco. El 21 de marzo presentan su disco en Madrid (sala Ramdall), y al día siguiente en Barcelona (Apolo).
-De Granada suelen llegar propuestas sorprendentes. ¿Qué ocurre en esa tierra?
-Suponemos que es la capacidad de poder estar ante una obra de Alonso Cano en la Catedral de Granada y, diez minutos después, estar escuchando el agua en la Alhambra o pasear por el Patio de los Arrayanes. Ese contraste cultural en forma de arte hace que muchos granadinos, desde niños, estén despojados de ideologías o cargas políticas y que se concentren en lo verdaderamente importa: en la creación. Granada tiene agua y luz. Puedes pasar en un instante de estar en una calle en la que todo el mundo está hablando en árabe y degustando té en el bajo Albaicín mientras observa unos metros más allá una procesión de Semana Santa o un músico callejero venido de Argentina tocando un instrumento tan peculiar como el hang-drum. Eso, lo quieras o no, te abre los ojos, los oídos, la mente. Descubres que lo que realmente importa de la gente no es su ideología, sino el arte que lleva a cuestas.
-Punk, flamenco, rock, música étnica… ¿Cuál es la argamasa que une todo el conjunto?
-La argamasa es que todos esos géneros, al fin y al cabo, son música. Simple y llanamente. Tan buena música puede ser el «God save the Queen», de lo Sex Pistols, como el «Kyrie», de Enrique Morente o «El amor brujo», de Manuel de Falla. Lo único que se necesita es tener los oídos lo suficientemente abiertos como para admirar lo bueno de cada género. Nosotros nos criamos, no oyendo flamenco, como se supone de los granadinos, sino escuchando a los Rolling Stones y a los Beatles. Pero cuando íbamos a cortarnos el pelo a una barbería, teníamos que escuchar flamenco a la fuerza, porque era lo que el barbero tenía en la radio. Cuando alguien crece en estos tremendos contrastes, que no son «choques de civilizaciones» ni nada parecido, sino genialidades musicales de uno y otro lado, al final se quiere quedar con todo y no perderse ninguno. Es como la gastronomía: nadie desprecia un plato de buena comida porque sea irlandés. Tan solo lo prueba.
-¿Iréis publicando las canciones de «Eclipse» poco a poco? ¿Cómo va de adelantado el trabajo en conjunto?
-Nuestra idea sería publicar, en un futuro no excesivamente lejano, un disco que parecerá una extrañeza o una locura: un trabajo dividido en cuatro discos. Cada uno de esos discos tendría entre diez y doce canciones. «Eclipse» es un trabajo dividido en cuatro partes, que son como los cuatro actos de una obra de teatro. Va a ser un disco «supuestamente» largo… Pero no es un concepto nuevo… Pink Floyd publicó «The Wall» en 1980, por poner un ejemplo, y a nadie le pareció ni largo ni corto, ni lento ni rápido. Era, sencillamente, un disco muy bueno. Salvando las distancias, a nadie le parecen desmesuradas las medidas del «Guernica», de Picasso. Una obra es lo que es. Puede ser corta o larga, buena o mala. Pero es lo que es…
-¿Cuál fue el embrión de la idea? ¿Es este proyecto consecuencia de «Omega»?
-En cierto modo sí, y en cierto modo no. Nosotros estábamos trabajando en «Eclipse» cuando nos surgió, o mejor dicho, nos salió de pronto, la figura de Enrique Morente al paso. Lagartija Nick, por aquella época, intentaban, de algún modo, acercarse a Morente, que tenía el estatus de Camarón de la Isla, cuando fue Enrique Morente quien quiso acercarse a Lagartija Nick… De pronto, un cantaor absolutamente respetado en su mundo se acercaba a una banda punk para querer hacer cosas. Para nosotros, «Omega» fue un enorme proceso de aprendizaje, porque todo era como un choque de trenes entre punk y flamenco. Y tras ese tremendo choque de trenes, «Eclipse» comenzó a tener vida propia. Temas que, por una razón u otra, habían quedado desechados, empezaron a ser embriones de otras cosas muy interesantes. Lo cierto es que «Eclipse parcial de Lunas» hoy sería imposible sin que antes hubiese estado el «Omega».
Lo cierto es que «Eclipse parcial de Lunas» hoy sería imposible sin que antes hubiese estado el «Omega»
-¿Va creciendo la importancia de «Omega» a medida que pasa el tiempo?
R.- Por supuesto. Es el gran punto de revolución entre el flamenco y el rock, el blues y el jazz. Es el gran cruce de encuentros… Hasta «Omega», el mundo del flamenco ignoraba al mundo del rock. Y, por supuesto, el mundo del rock despreciaba al flamenco. O lo ignoraba. Se supone que los andaluces, por el hecho de ser andaluces, conocen todos los palos del flamenco, son hermanos de una cofradía de Semana Santa y le rezan a la Virgen de las Angustias. «Omega» fue el gran encontronazo, especialmente en Granada, entre el rock y el flamenco. Fue un mirar, cara a cara, de pronto, una cultura con otra cultura. Y comenzar a aprender, a admirar lo que hacía el otro. Asistir los rockeros a recitales flamencos. Asistir los flamencos a conciertos de rock.
-¿Cuál fue la principal enseñanza que dejó Morente a todos los que trabajaron con él?
-Hay una lección que se me quedó a mí, personalmente, grabada en el alma. Enrique Morente y yo hablábamos muchas y muchas noches sobre la manera de enfocar «Omega», qué sentido darle. Era muy compleja la forma de mezclar poemas y canciones de Leonard Cohen con los versos de «Poeta en Nueva York», de García Lorca. Además, teníamos a Alberto Manzano, el traductor español de Leonard Cohen, que nos exigía demasiado y nos presionaba mucho para que ningún verso traducido se cambiase por una adaptación… Enrique se sentía muy angustiado por esas imposiciones, porque no las entendía… porque todo eran cuestiones de derechos de publicación y demás. Una de esas noches, suena el interfono de mi casa… «Jesusico, ábreme, soy Enrique Morente». Le abro. Aparece con dos botellas de whisky, como siempre. J & B. «Saca el ajedrez, que vamos a tener ideas». Yo saco el ajedrez. Comenzamos la partida, y me dice de pronto: «Lo tengo. Ya he tenido la ideílla». Yo le digo: «¿Cuál?». Me responde: «Si un cantaor flamenco clava una seguiriya a la perfección, ya da igual que el acompañamiento sea un yunque, una guitarra flamenca, una orquesta sinfónica o una banda punk». Luego me dice: «Apúntala». Y yo la apunto. No me he olvidado de esa idea nunca más.
Por Pablo Martínez Pita
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