De cómo los Turcos descubrieron América – de Jorge Amado
Dentro del vasto mural que es la obra de Jorge Amado (1912-2001) esta pequeña novela, escrita en 1991 y publicada en 1994, puede considerarse un alegre divertimento o un travieso cuadro de costumbres, con toda la sensualidad irreverente que caracteriza su escritura. «El descubrimiento de las Américas por los turcos, que no son turcos en absoluto, sino árabes de buena cepa, ocurrió con gran atraso en época relativamente reciente, en el siglo pasado, no antes» (p. 24).
Concretamente en octubre de 1903 cuando arriba al puerto de la Bahía de Todos los Santos un barco que traía a Jamil Bichara, Raduan Murad y otros árabes que «traían papeles del Imperio Otomano, motivo por el cual hasta la actualidad son calificados de turcos, la buena nación turca, una de las muchas que amalgamadas compusieron la nación brasileña » (p. 30). Añadiendo : «se les decía turcos; eran árabes, sirios y libaneses -, todos ellos brasileños » (p. 31)
Este es un dato relevante, al mostrar como América toda, su mestizaje y su desarrollo, incorporan la sangre árabe, que aporta dinamismo a través del comercio, en primer lugar, luego por la industria y finalmente mediante su incorporación creativa a la cultura, que ya hemos visto en el caso colombiano con los ejemplos de Meira del Mar, Quessep, Gomez Jattin y Luis Fayad. Dicha presencia se hará también palpable por todo el continente, en motivos de la poesía de Rubén Darío, en cuentos y recreaciones líricas en la obra de Jorge Luis Borges, y en la larga cadena latinoamericana de traductores de Omar Khayyam, como señalaremos luego. En todo caso, durante la travesía en barco el leído Murad recitara los rubaiyats de Omar Khayyam y participara, con entusiasmo y astucia, en los juegos de póquer, que le dejaran palpables ganancias. Viajes y aventuras, poesía y juegos de azar, apostando siempre algún dinero : he aquí unas constantes que estos libros comentados repiten con asiduidad. Al llegar a tierra seguirán viaje al sertao, a los estados del nordeste, a ese Eldorado que son los cultivos de cacao; y que constituye, por decirlo así, la matriz original de la narrativa de Jorge Amado desde su primera novela, de 1930 : El país del carnaval.
El impulso de la novela se dará en pos de fortuna, no solo a través de la siembra y comercialización del cacao, no mediante el comercio en mercerías y bazares, sino a través de un procedimiento mas expedito: sacrificarse, casándose con una heredera rica pero fea, y así lograr una ansiada paz hogareña en pantuflas, con regulares escapadas al burdel y a la ronda de juego con los amigos, bebiendo cachaza. Porque lo que la novela subraya, todo el tiempo, es el vigor inquebrantable de estas amistades masculinas, cómplices hasta el final. A la cual no afectan ni la diferencia de edades, ni la distancia física, ni mucho menos las convicciones religiosas, tal como aclara Amado:
» mahometano (del culto chiita) , jurando por Ala y Mahoma, el joven Jamil; nacido en familia cristiana del rito maronita, el escéptico Raduan, que el trato de la vida y el vicio de los libros convirtieron en materialista mas o menos tosco » (p. 39) Así quedan dibujados los dos personajes claves, al cual se añade un tercero, Ibrahim Jafet, viudo con tres hijas, dueño de El Baratillo, y que busca marido para su hija primogénita, Adma, de enrevesado carácter, haciéndolo socio de su negocio. Variado negocio de paños de algodón, carreteles de hilo, agujas de costura, brillantina, estampas de santos católicos milagreros. Si bien era mahometano, «Jamil no mantenía prejuicios religiosos cuando de ganar dinero se trataba « (p. 45).
En ese tono descomplicado, de alegre farsa, los amigos participaran de las delicias del cabaret y el quilombo, en compañía de las figuras proverbiales de la narrativa de Amado. Esas prostitutas camaradas, de corazón generoso, que responden a nombres como Paula la Tuerta o Glorinha Culo de Oro , «esa peste adorable «. Sin embargo, el verdadero asunto esta allí latente. Conseguir marido para la bigotuda Adma. «La sangre árabe del pretendiente garantizaría la vocación para el comercio y disposición para el trabajo » (p. 73), soñaría Ibrahim. Las tortuosas negociaciones con Jamil vía Raduan, no avanzan, se empantanan, vacilan, y finalmente cuando se decide, el dinero fulgurando en el horizonte, ya el dependiente Adib, joven y rápido, ha probado (y aprobado) las delicias de Adma, quien era una autentica maravilla carnal oculta. Ahora ansiosa de casarse pronto y saber que habían descubierto ( y disfrutado) su secreto. La comedia tiene así un final feliz para Jamil Bichara, por haberse salvado de la trampa conyugal, y también para Adib Barud, quien gano almacer, mujer, y energía suficiente para cambiarle el mal carácter. Asi estos dos personajes, «educados ambos en el amor al comercio y al dinero «(p. 202) aceptaran satisfechos su nuevo destino, su incorporación total a una tierra feliz, porque es bien sabido que «Dios es brasileño».
Por J.G.C. Borda
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