La Joyería en la Antiguedad y el significado de algunas gemas
La joyería, apreciada y usada ya desde el período Predinástico tanto por hombres como por mujeres y niños de toda clase social, constituyó en el antiguo Egipto una industria muy floreciente y variada en la que se mezclaron desde sencillos abalorios con vivos colores y múltiples formas, (generalmente de esteatita vidriada, realizados en serie y a bajo costo), hasta elaboradísimos ejemplares confeccionados con los metales y las piedras más preciosas, unas piezas en las que al contrario que hoy en día destacaba y se cotizaba mas su vistosidad que la presumible pureza de sus componentes.
Fabricadas tanto en talleres locales como por artesanos ambulantes que distribuían su mercancía de pueblo en pueblo, los más hábiles joyeros solían trabajar sin embargo en exclusiva para el faraón y su familia en dependencias habilitadas a tal efecto dentro del mismo Palacio Real, siendo ésta una profesión que se desempeñó de igual modo en el entorno de los templos, lo que hizo que algunas ciudades se distinguieran entre otros motivos por albergar en su seno importantes centros joyeros, tales como Menfis, Tell el-Amarna, Coptos o Alejandría. Para su desarrollo, se dieron un buen número de las técnicas de elaboración, (como el grabado, el calado, el cincelado, el repujado, la filigrana y la granulación), así como la fabricación masiva en base al uso de moldes, (de los que existe una importante colección en el Museo de El Cairo), o por el sistema denominado de la cera perdida. Para todo ello se emplearon un amplio surtido de herramientas entre las que cabe citar martillos, cinceles, buriles, cuchillos, pinzas, sierras, perforadores, troqueles, o piedras pulidoras y abrasivas, unas herramientas que se complementaban con el empleo de soportes y hornos de diverso tamaño y naturaleza.
Los materiales empleados en las joyas fueron muy heterogéneos. Como metales, además del preciado oro, (procedente en su mayor parte de Nubia), y de la curiosamente menos abundante plata, (importada de la cuenca del Mediterráneo, la cual debido a su escasez era en ocasiones mas valorada que el primero), también se empleó con profusión el cobre y el bronce, unos elementos base que se complementaban con un variado surtido de piedras preciosas y semipreciosas tales como amatistas, cornalinas y jaspes, (de procedencia local), turquesas, (procedentes del Sinaí), o lapislázuli, (traído del valle del Eúfrates), y entre las que no podemos olvidar asimismo los cuarzos, granates, obsidianas o feldespatos.
A todo lo anterior habría que unir otros diversos elementos tales como las ya citadas pastas vítreas, (a las que se daba los más variados colores), arcilla, caliza, porcelana, marfil, hueso, dientes de animales, cáscaras de huevos, resina, ámbar, perlas multicolores, caparazones de tortuga, conchas de moluscos, (encontrados tanto en el mar Rojo como en el Mediterráneo), maderas, (entre las que habría que destacar el muy apreciado ébano), e incluso simples piedras perforadas que fueron usadas en los primeros tiempos de esta civilización.
En cuanto a las formas adoptadas por las joyas en sí la variedad es más extensa si cabe: coronas, diademas y pendientes para la cabeza, collares, gargantillas o pectorales para ser colgados del cuello, pulseras o brazaletes para adorno de los brazos, anillos para los dedos de las manos, cinturones para el cuerpo, o tobilleras para las piernas, un variado surtido que presentaba de igual modo una extensa multiplicidad en su manufactura. Así, los collares por ejemplo podían tener desde una simple fila de cuentas ensartadas por un sencillo hilo de lino o de cuero, hasta alcanzar una anchura considerable merced a elaboradísimas y complicadísimas tramas de gran belleza.
De igual modo muchos de los componentes de ciertas joyas reproducían los mas variados elementos, tales como figuras de deidades, (como Osiris portando los cetros reales, el sagrado Ojo de Horus, el Úreus representando a la diosa cobra Uadyet, o la imagen de la diosa Hathor, la cual formó parte de innumerables joyas femeninas), reproducciones de insectos, (en particular los llamados escarabeos, representación de un escarabajo pelotero, o la famosísima y muy apreciada “Mosca del Valor”), imágenes de animales, (gatos, leones, buitres, gacelas, patos, ibis, halcones o peces, incluyéndose los delfines en época griega), elementos del mundo vegetal, (flores, frutas, semillas u hojas), así como objetos de lo más heterogéneo, (desde papiros, plumas, campanillas o cuentas en forma de gota o lágrima, hasta barcas divinas, reproducciones de pilonos de templos, o figuras muy conocidas como el Anj o el pilar Dyed).
Aunque de modo genérico las joyas elaboradas con metales y piedras preciosas fueron patrimonio casi exclusivo de los regentes y personajes de elevado status social, (pues no en vano ambos tipos de materiales estaban tremendamente controlados), también estuvo ocasionalmente al alcance de una cierta parte del resto de la población merced a un próspero y subterráneo mercado negro, mercado en el que se podían adquirir preciados ejemplares procedentes casi siempre de los robos de tumbas, ya que si cualquier egipcio gustaba de lucir estos elementos en vida y en toda ocasión en que era posible, de igual modo ninguno deseaba ser depositado en su última morada sin estar acompañado de lo que constituía la mas preciada de las riquezas, al punto de que muchas de las joyas depositadas en los enterramientos habrían sido confeccionadas exclusivamente «para ser usadas por toda la eternidad en el Más Allá”.
Respecto a la documentación que nos ha llegado de esta civilización sobre el tema de la joyería destacar que es mas bien escasa, (por ejemplo el Papiro de Leiden es uno de los pocos que tratan sobre ella), aunque hemos podido sin embargo conocer un buen número de sus pormenores gracias a un cierta variedad de escenas representadas (como solía ser habitual en tantas otras cuestiones) en tumbas de personajes destacados, tales como Mereruka, Rejmira, Neferrenpet o Nebamón.
Sobre el tema de las joyas señalar finalmente que lejos de tener una simple función ornamental, solían estar impregnadas de connotaciones mágicas y religiosas cuya misión era asimismo proteger contra toda clase de peligros a sus portadores, por lo que no en vano y entremezclados en su manufactura solían incluirse infinidad de amuletos de toda suerte y condición.