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Cosmogonía sufí de al-Hallay – 4º parte

Martirio de Hallay (Wallace Putnam)
Martirio de Hallay – (Wallace Putnam)

Ir a al-Hallay y los once velos sufíes – 3º parte

 

El siguiente extracto de mi libro La muerte de al-Hallay presenta una muestra de su pensamiento bajo la forma de una dramatización de sus últimos días en la cárcel antes de su ejecución. Se basa esencialmente en su Diwan y su Tawasin, así como en el Akhbar al-Hallay.

IBN ‘ATA

¿Entonces, cual es el sentido de tus enseñanzas, de tu encarcelamiento, de tu vida?

HALLAY

Tengo la sensación de que deberé pasar mis días de encierro con gente preguntándome acerca del sentido del sentido del sentido hasta que mi alma y mi entendimiento estén agotados por los análisis. Lo siento, no quería herirte, amigo mío. Tu rostro revela mi egoísmo. El sentido es que somos dos loros. Uno está encarcelado aquí, de modo que el otro pueda estar libre cantando Sus palabras. Debemos ser sustitutos el uno del otro. Ese es Su deseo.

(Una pausa entre ellos. Meditan ambos en silencio.)

IBN ‘ATA

(tras un largo silencio) ¿Quién es Él?

HALLAY

Él es su signo deletreado para nosotros. H-u-W-a 3 . Aunque Su esencia está separada de Sus letras.

IBN ‘ATA

¿Cómo podemos alcanzarlo si está separado?

HALLAY

Quitándonos a nosotros como vocales de Su signo, y dejando que El sea las vocales en nosotros. Entra entonces en los signos con Su unión transformadora. Y luego se proclama El mismo claramente en la única elocuencia real. Su Unicidad y Su sabiduría.

IBN ‘ATA

¿También eres un gramático?

HALLAY

Tan sólo soy Su loro en una jaula.

IBN ‘ATA

¿Es el mundo una cárcel? ¿Es eso lo que estás diciendo?

HALLAY

El mundo no es más que nosotros y Él. Si no me equivoco, diría que lo que realmente estás preguntando es si la religión puede ser una acción para mejorar el mundo. Sé que estás ansioso por actuar más.

IBN ‘ATA

Pero tú mismo actuaste cuando anduviste con los Zany en contra de la guerra, cuando abogaste por los negros, cuando predicaste contra la especulación del Califa y de sus banqueros en sus almacenes ocultos de oro y de trigo.

HALLAY

Pero eso, en sí mismo, no es religión. No debemos pensar que elevar nuestra voz contra la injusticia puede sustituir a la meditación sobre Dios. Pues si hacemos esto seremos un grupo de valientes vacíos interiormente. Lo único que estos valientes precisan es un momento de valor para estimular a la gente, y ésta hace el resto.

No, es más difícil contemplar la realidad de Dios que proclamar en Su nombre unas palabras. Mas, a veces, estamos llamados a ser voz para los que no pueden expresarse, aun a riesgo de perder nuestras vidas. Pero incluso muriendo en el cadalso no es más que un peldaño en la escalera, y no el último… El último es sólo Él, cuando nos abraza. Entonces conocemos que nuestro corazón y nuestra mente son uno con Él, sin más separación desde entonces.

No soy un teólogo, como puedes darte cuenta; sólo un prisionero empujado hacia el Centro… el teólogo, ese es el que separa el corazón de la mente, como Satán, en el momento en que Dios otorgó al hombre [el don de experimentar] la unicidad divina. Satán estaba tan sumergido en el amor de Dios que no le obedeció, y de esta forma, en realidad, elevó al hombre al grado de Dios. Y sin embargo Satán siempre consideró a la Unicidad como específica de Dios y lejos del alcance del hombre.

Estoy preocupado por aquellos que en lugar de contemplar la unidad del hombre con Dios se dedican a separarlos. Pero lo entiendo, pues en nuestro amor a Dios nos parecemos más a Satán y no a Dios en su propio amor. (Mason 1979, pp. 24-28).

* * *

Luego de un largo silencio, dice Hallay:

Dirige tu mirada hacia nosotros, que somos tus testigos. Oh Señor, danos refugio en el mar de tu Majestad y en el esplendor de tu Gloria, para mostrarnos tu Sabiduría, Oh Tú, que eres Señor del cielo y de la tierra, Tú, que alumbras el mundo con tu luz, como en aquel momento en que, ante los ángeles y Satán, emanaste tu infinita luz para crear al hombre, y depositaste en él tu Sabiduría, tu Palabra.

Oh Señor, me has dado a mí, el regalo de tu contemplación, tu Ser, y el anhelo por Ti…

Cómo es posible que Tú que me diste tu Yo, y borraste mi propio yo, me hiciste pronunciar tus palabras vivificadoras para revelar tu Ser al mundo, consientes que me arresten, me encarcelen, me juzguen, ahora me ejecuten, me cuelguen en la cruz, me quemen, y dispersen mis cenizas en el viento del desierto, en las aguas del Tigris…

¿Acaso ante tus ojos no sirvo ya para nada, una vez que tus palabras han sido pronunciadas…?

¿Acaso debería haber ocultado el regalo divino que me hiciste, como mis enemigos que te quieren sólo para ellos mismos? ¿Me has abandonado?

¿Cada átomo de las cenizas de mi cuerpo quemado no habla de tu amor, y no recuerda a este viejo templo que están derribando? (Mason 1979, pp. 63-64).

* * *

SHAQAB

En mi soledad encontré el dolor como algo bello, la pena como una música que colma el corazón. Incluso soñé que te veía crucificado; tus brazos eran alas y alzaste el vuelo hacia Dios en un éxtasis vertiginoso, volaste llevando en tu regazo a otras criaturas. El sufrimiento se convirtió en dicha.

HALLAY

En esto difiero de tu sueño.

SHAQAB

No, yo sé que todo este sufrimiento es sólo un medio de ocultar tu vuelo.

HALLAY

Ese es el precioso pájaro cantor que enjaulaste, pero que dejarás libre en su momento…

SHAQAB

Soy muy mala discípula, pero me parece ver tu rostro verdadero tras de tus velos y tus disfraces; tu discurso sobre los placeres del amor es lo único que te acerca a los hombres; puedo distinguir aquellos que son prisioneros de este mundo de aquellos para los que el mundo es tan sólo un velo. No tienes ataduras, vives el ascetismo del corazón. Para ti, tu sufrimiento final te aportará alegría, pero a nosotros nos traerá la pena de la separación. Por eso me desperté llorando de mi sueño. Te entiendo, a pesar de ser la madre del califa. Guardas la secreta verdad que no podemos abarcar. Y debes manifestarte bajo uno u otro disfraz, pues eres el primero en nuestra fe que desea fallecer por puro amor. Eres aterrador para algunos, e incluso para mí. Sé la manera en que acabará.

HALLAY

Entiende que la luz de Dios es un fuego que todo lo consume. La rosa se abre a la luz, el narciso se inclina hacia la sombra. Nosotros somos todos flores del jardín de Dios, y diferentes entre nosotros. Pero, en algún momento, su Luz penetra en nuestros ojos, destruyendo nuestras sombras y nuestras distorsiones. Nosotros somos como ciegos que no sabemos cuando abriremos nuestros ojos en su Luz, y giramos sobre nosotros. Si somos rosas somos llevados hacia la luz. No pensamos en el final. No hay ningún final.

SHAQAB

¿Puedo preguntarte algo muy personal?

HALLAY

No hay nada personal que me pertenezca.

SHAQAB

Tengo una muy ligera idea acerca del amor: que precisa de dos al mismo tiempo, y que vive en dos momentos, el de la intimidad y el de la alegría. Debemos disfrutar de la presencia de aquel a quien amamos, y ser felices en el mundo que compartimos. ¿Has conocido esto con otros, o con Dios solamente?

HALLAY

(Sonríe.) Con otros también, no sólo con Dios. (Ella sonríe, y estira sus brazos para tocar sus manos. Los dos se echan a reir.) (Mason 1979, pp. 70-74)

* * *

HALLAY

Oh Señor, me dirijo llorando a Ti, no por mí sino por todas aquellas almas que suspiran por Ti, y yo he sido testigo de ello. Ahora voy hacia Ti para convertirme en testigo de tu Eternidad. (Mason 1979, p. 75)

(Este escrito se presentó originalmente en la conferencia sobre «Sufismo persa, de sus orígenes a Rumi», que tuvo lugar del 11 al 13 de mayo de 1992 en la universidad George Washington.)

Por Herbert Mason


Notas:

3. Sólo se escriben en árabe las letras H y W, que también se pronuncia U. De ahí que la palabra se pronuncie también HU, que para los sufíes es una alusión a la Esencia sagrada de Dios.


Bibliografía:

‘Attar,Farido’d-Din.(1966).Tazkerat alawliya, A.J. Arberry (trad.), Londres.
Hallay, Hosain ibn Mansur. (1929). Diwan al-Hallay, L. Massignon (ed.), París.
Hallay, Hallay Hosain ibn Mansur. (1929). Diwan al-Hallay, K.M. Shaibi (ed.), Bagdad.
Hoywiri, ‘Ali ibn ‘Osman. (1976). Kashf al mahyub, R. A. Nicholson (trad.), reedición, Londres.
Mason,H. (1979). The death of al-Hallay, Notre Dame University Press. Massignon, L. (1982).
The passion of al Hallay: Mystic & Martyr of Islam. H. Masson (trad.), 4 vols. Bollingen Series 98. Princeton: Princeton University Press, 1982.
Massignon, L. y Kraus, P. (1957). Akhbar alHallay, texte ancien relatif à la prédication et au supplice du mystique musulman al-Hosayn b. Mansour al-Hallay, 3ª ed., París.


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