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El Capricho de un genio – Antoni Gaudí

El Capricho de un genio - Antoni Gaudí
El Capricho de un genio – Antoni Gaudí

”La belleza es el resplandor de la verdad, y como que el arte es belleza, sin verdad no hay arte”.

Hoy en día, la obra de Antoni Gaudí (1852—1926) es mundialmente reconocida por el público en general y por los arquitectos e historiadores del arte como creación genial, es decir, que “genera” (la obra de un auténtico creador); y así lo atestigua la UNESCO al otorgarle a buena parte de sus edificios la categoría de Patrimonio de la Humanidad.

Pero no siempre ha sido así. En vida de Gaudí, sus coetáneos y la prensa de Barcelona a menudo satirizaban sus creaciones calificándolas de “ridículas” y “de mal gusto”; y durante el primer tercio del siglo xx, la tensión entre lo “nuevo” (exigencia de juventud, ruptura con el pasado, reconquista de una nueva sencillez) y lo “viejo” (aceptación de la multiplicidad, de la complejidad, en suma, de la vejez) mantuvo la obra del arquitecto en el olvido cuando no en la incomprensión despreciativa.

No fue hasta mediados del siglo pasado, con la reivindicación de su figura por parte del movimiento surrealista (especialmente Dalí y Cirlot), que se empieza a valorar la importancia de la especialísima y original aportación gaudiniana al mundo de la arquitectura y del arte en general.

En efecto, Gaudí lleva a cabo su obra con independencia y originalidad y trasciende los estrechos marcos del Modernismo. En palabras de Daniel Giralt-Miracle, Comisario general del Año Internacional: «Gaudí, es un artista potente y desbordado, capaz de romper con la fidelidad a los estilos históricos y de replantear la misma esencia de la arquitectura reconsiderando materiales, procedimientos, técnicas, sistemas de cálculo o repertorios geométricos».

Gaudí (a pesar de que lo primero que llama la atención de su obra es el uso de una policromía arrebatada o de unas formas naturalistas muy expresivas, casi dotadas de movimiento) es un arquitecto que se rige por la lógica de la racionalidad y el funcionalismo y fue el primer arquitecto que usó los principios de la geometría reglada de superficies alabeadas (la que rige las formas de la naturaleza) aplicada a la construcción de edificios, que introdujo la construcción modular con elementos prefabricados 20 años antes que Lloyd Wright en Hollyhock House o Casa Barnsdall (1922), y que aplicó criterios de integración de factores ambientales del lugar (uso, función, materiales nativos o procesos constructivos) en la creación de sus edificios cuando aún faltaba medio siglo para que arquitectos escandinavos o el mismo Lloyd Wright formalizaran el movimiento de la “arquitectura orgánica”.

Gaudí es un arquitecto extraordinario e irrepetible, de una enorme coherencia entre sus exuberantes fachadas y cubiertas, sus humanizados espacios habitables y sus sistemas constructivos. La suya, según el especialista Joan Bassegoda, es la arquitectura de la realidad natural que se presenta como si fuera fruto de la ilusión, un cuento de hadas.

Antoni Gaudí es, sin lugar a dudas, uno de los artistas españoles más conocidos internacionalmente y uno de los activos más importantes de la industria turística española. Sus obras son conocidas internacionalmente y edificios como la Casa Batlló, la Basílica de la Sagrada Familia o la Pedrera, todas ellas en Barcelona, son paradas fijas en el peregrinaje de miles y miles de turistas de todo el mundo que desean conocer la obra de este arquitecto único e irrepetible que fue capaz de encontrar la mezcla perfecta entre lo orgánico, lo funcional y lo estético.

El Capricho de Gaudí

Lo que muy pocos saben es que en Cantabria, y más concretamente en Comillas, se esconde una de sus primeras obras de relevancia: El Capricho de Gaudí, que diseñó cuando apenas tenía 30 años. Esta casa de veraneo, encargada por el indiano cántabro D. Máximo Díaz de Quijano, es una obra esencial a la hora de comprender la trayectoria del arquitecto catalán. “El Capricho” es un edificio, inusual y enigmático, que está cargado de innumerables detalles que nos muestran como fueron los primeros pasos de Gaudí y como afrontó su lucha por romper con los principios establecidos de la arquitectura del momento. “El Capricho” es por tanto, el escenario de la eclosión de uno de los más grandes arquitectos de la historia contemporánea.

El Capricho es una muestra de la plenitud de la tendencia oriental en la que Gaudí halló espléndidas soluciones, como la torre-minarete (o alminar persa) y que es el elemento definitorio de esta obra y el primer precedente de una solución arquitectónica que aparecerá en futuras construcciones como Bellesguard o los Pabellones del Park Güell. En el remate de la torre, toda ella revestida de la misma cerámica que las franjas, acentuando así su verticalidad, hay un delicioso templete sostenido por cuatro columnas de fundición, en el que la geometrización de la cúpula, según el ya citado Cirlot, es un verdadero cubismo realizado con un cuarto de siglo de antelación

También hay que destacar en esta primera obra de Gaudí (lo que será una constante en su obra) la extraordinaria adaptación a las características del contratante. Efectivamente, Díaz de Quijano era músico amateur y coleccionista de plantas exóticas. El Capricho, cuyo nombre evoca, precisamente, la composición musical libre y fantasiosa, tenía planta en forma de U para abrigar del viento del norte un gran invernadero orientado al sur donde el propietario atesoraba las plantas que le traían de ultramar. Y Gaudí reflejó la pasión del propietario por la música en diversos elementos, tanto de la decoración interior, como en el exterior. Es el caso de las vidrieras de la libélula con una guitarra y la del gorrión sobre un órgano, o del banco-balcón, donde los contrapesos de la ventana de guillotina eran tubos metálicos que al subir o bajar eran percutidos por un vástago y emitían agradables sonidos musicales.

Máximo Díaz de Quijano

Máximo Díaz de Quijano y Fernández San Juan nació en Comillas en 1838, hizo fortuna en América y regresó a su Cantabria natal. Su hermana Benita se casó con Claudio López y López, hermano de Antonio, el primer marqués de Comillas. Se integró en la elite veraneante de Comillas, y así el “Boletín del Comercio” de Santander del 16 de julio de 1882 lo cita como “el ilustrado y conocido jurisconsulto que está en Comillas”. En 1883 encargó a Gaudí una casa en Comillas: El Capricho.

Máximo Díaz de Quijano y Gaudí no llegaron a conocerse, ya que Gaudí no visitó nunca Comillas. Tampoco pudo disfrutar de la casa que le había construido Gaudí, ya que murió el 7 de julio de 1885, el mismo año que se acabó El Capricho. (No obstante, el escultor Joan Matamala, hijo de Llorenç Matamala, escribe en sus tardías memorias “Mi itinerario con el arquitecto” que Gaudí le contó que había hecho un viaje de incógnito a Santiago de Compostela entre 1883 y 1885, pasando por Burgos y Comillas).

El panteón de Máximo Díaz de Quijano se encuentra en el magnífico cementerio de Comillas, obra de Domènech i Muntaner. La hermana de Máximo, Benita, heredó El Capricho; y el año 1904 el hijo de ésta, Santiago López y Díaz de Quijano, quien murió en Barcelona también soltero el 9 de diciembre de 1928. De Santiago, El Capricho pasó a sus hermanos y a su madre; y de éstos a Joan Antoni Güell i López, un hijo de Eusebi Güell i Bacigalupi. La casa cayó en el abandono.

Como ha reseñado Tate Cabré, hubo en 1975 un intento de trasladarla a Reus: el Ayuntamiento de la ciudad natal de Gaudí quiso comprar El Capricho para trasladarlo piedra a piedra al nuevo parque de Sant Jordi. Finalmente el 2 de enero de 1992 la compañía japonesa Mido Development Co. Ltd. adquirió El Capricho de Gaudí e instaló un restaurante.

El Arquitecto de Dios – La Muerte de Gaudí

Gaudí murió a la edad de 74 años (10 junio 1926), pero de no ser por el tranvía quizás hubiese vivido más años ya que su padre vivió 93 años conservando toda su energía. Media Barcelona se vistió de luto para rendir el último honor a un hombre que, aunque pocos lo habían conocido en persona, se había vuelto muy popular. Su cuerpo fue enterrado en la cripta de la obra donde trabajó casi 43 últimos años de su vida, la Sagrada Família.

Relata José Antonio Casares ..  » El arquitecto caminaba la tarde del 7 de junio de 1926, a eso de las seis, por Barcelona. Entre las calles Gerona y Bailén se asustó al ver venir hacia él un tranvía y, con objeto de evitarlo, se echó para atrás. Con tan mala fortuna que lo atropelló el tranvía que venía en sentido contrario. Éstas al menos fueron las declaraciones que el conductor hizo después . Pero en aquel primer momento de confusión todos los presentes, tanto viandantes como maquinista, decidieron por su aspecto desaliñado que se trataba de un mendigo y lo abandonaron a su suerte en la calle «.  Incluso los taxistas se negaron a llevar a un pobre «vagabundo» hasta el hospital,  más tarde se supo que la guardia urbana los multó por no atender a un herido.

Por aquel entonces Gaudí contaba con 74 años y hacía tiempo que solía vestir con hábito negro. La manufactura de sus sandalias era propia. El conductor lo apartó a un lado y siguió su camino. Cuando al fin lo llevaron al Hospital de La Santa Creu, de beneficencia, el arquitecto deliraba. No llevaba documentación, y en la ficha no acertaron otro apellido que Sandí. Al cabo de varias horas se lo consiguió identificar, pero aún entonces, según opina Juan José Navarro Arisa en “Gaudí. El arquitecto de Dios”, no fue sino para empeorar las cosas: su apresurado entablillamiento del tórax pudo haber acelerado su muerte.

Al parecer, Antonio Gaudí daba largos paseos cada día, pues era reacio a montar en vehículos ….

Referencias :
El gran Gaudí, de Joan Bassegoda
Gaudí . El Genio, de Josep Liz
Gaudí: Mecánica y forma de la naturaleza, de Eduardo Daniel Quiroga y Eduardo Alberto Salomón.
Antoni Gaudí, la visión de un genio, de Judith Rodríguez Vargas
Máximo Díaz de Quijano, de Josep Maria Tarragona

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