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La relación entre Ibn ‘Arabi y al Jadir

al-Jadir
al Jadir

Una relación ambigua parece haberse desarrollado entre Ibn ‘Arabi y sus preceptores humanos, ya que estaba investido, por un lado, de una autoridad innata -debido a sus revelaciones espirituales y a sus encuentros con maestros invisibles-, mientras les debía, por el otro, la obediencia y el respeto que cualquier seguidor de la vía sufí debe mostrar a sus mentores.

Dicha tensión se torna patente en el primer y fugaz encuentro que mantiene con un insólito personaje, de nombre al Jadir (El que verdece), a raíz de una discrepancia con al-‘Uryabi relativa al grado de desarrollo espiritual de cierta persona.

La anécdota es como sigue:

[ … ] Salí de su casa para dirigirme a la mía. Por el camino, un individuo que yo no conocía me abordó; empezó por saludarme poniendo en ello mucho amor y consideración, y luego me dijo: «¡Acepta lo que Abu l-‘Abbas te ha dicho de Fulano!» Comprendí lo que quería. Volví inmediatamente junto al sayj para decirle lo que me había sucedido. Cuando aparecí ante él me dijo: «¡Oh,Abu ‘Abd ‘Allah!,¿hará falta que Jadir vaya a ti, cada vez que dudes en admitir mis palabras, a decirte «Acepta lo que fulano te dijo?» ¿Y cómo va a suceder eso cada vez que no aceptes mi opinión?» Le respondí: «La puerta del arrepentimiento está abierta». Me dijo: «El arrepentimiento está aceptado».

Ese misterioso personaje, al Jadir, es uno de los inmortales de la tradición sagrada islámica, aparece mencionado en el Corán (18:59-81) como el incomprendido y fugaz maestro de Moisés.

Según la tradición islámica, al Jadir vive eternamente, se desplaza de continuo de un lugar a otro y, sobre todo, es el guía de quienes carecen de maestros humanos.

Ascendencia humana de al Jadir

Ibn ‘Arabi remonta la ascendencia humana de al Jadir hasta el remoto profeta Noé, mencionando también un relato, aparentemente tomado de las tradiciones populares sobre los antiguos profetas, donde explica el modo en que descubrió la Fuente de la Vida:

Formaba parte de un ejército, cuyo comandante le envió a buscar agua, pues se les había acabado. Encontró la Fuente de la Vida y bebió de ella, y es por ello que vive todavía. Ignoraba que Dios había concedido la longevidad a quien bebiera de dicha agua, pues esa Fuente de la Vida (es) el agua mediante la cual distingue con la vida (espiritual) a quien bebe de ella. Entonces retornó con sus compañeros y les habló del agua y todos corrieron hacia ese lugar para beber. Pero Dios apartó su mirada de ella para que no pudiesen alcanzarla. Y ése fue el resultado que le procuró su esfuerzo por los demás … Así pues, nadie conoce cuál es su rango con respecto a Dios porque todas sus acciones son para beneficio de Dios, no por su propio beneficio, pues prefieren a Dios sobre aquello que demanda su propia naturaleza (corporal y psicológica).

Antes de abandonar definitivamente al-Ándalus -muchos años después-,Ibn ‘Arabi se encontrará dos veces más con aquel que hace reverdecer la tierra yerma, no teniendo, que se sepa, ningún otro encuentro en Oriente.

No obstante, a pesar de la importancia que algunos estudiosos otorgan a dicha relación, parece que tiene más relevancia la que mantiene, más allá de los confines del espacio y el tiempo, con Jesús y que le lleva, en última instancia, a renunciar a todas sus posesiones mundanas.

No olvidemos, dicho sea de paso, que al-‘Uryabi, el primer maestro humano con el que traba relación, era un santo que estaba a los pies de Jesús y, asimismo, que este y al Jadir conforman, junto a los profetas Idris y Elías, los llamados «cuatro pilares» (awtad), todos ellos inmortales, que son los puntales que sustentan la jerarquía espiritual invisible que rige este mundo.

Se trata de cuatro personajes que, en muchas ocasiones, aparecen vinculados a lo largo de la historia del monoteísmo.

Prueba del carácter independiente de la búsqueda espiritual de Ibn ‘Arabi es otra extraña visión en la que se entrevista con un no menos extraño personaje, llamado el «imam de la izquierda» -perteneciente, de hecho, al grupo de los cuatro pilares recién mencionado, siendo el sobrenombre de uno de ellos-, quien le recomienda visitar a todos los maestros que se pongan a su alcance, aunque también le aconseja que se convierta únicamente en seguidor de Dios:

Por otro lado, me prohibió que me afiliara a los maestros que yo frecuentaba, diciéndome: «No te afilies nada más que a Dios, pues ninguno de los que has encontrado tiene autoridad sobre Ti, sino que es Dios mismo el que te ha tomado a su cargo en Su bondad. Menciona, si quieres, las virtudes de los que conozcas, pero no te afilies a ellos. Afíliate a Dios».

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