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El género epistolar en la literatura árabe

El género epistolar en la literatura árabe aparece durante el Califato Omeya al mismo tiempo que surge la figura del katib (pl. kuttab), secretario privado, canciller, burócrata en definitiva, unido a la institución de los diferentes dawawin (ministerios,secretarías de estado), y encargado de redactar los documentos oficiales en nombre del emir, califa o rey de turno: órdenes, decretos, misivas diplomáticas… y naturalmente se busca para tal fin a personajes que dominen las artes de la escritura: redacción, caligrafía, conocimientos de retórica, gramática, literatura (poesía y prosa rimada), ciencias coránicas, etc. 1

¿Quién podía reunir todos estos conocimientos y destrezas en una época en la cual los árabes apenas habían tenido tiempo de abandonar la vida nómada del desierto y sus luchas tribales para instalarse en la corte y adaptarse al nuevo estilo de vida, a la vez que se lanzaban a la conquista del mundo, desconociendo en su inmensa mayoría las artes de la escritura?.



Por lo que sabemos, tanto los califas omeyas como más tarde los abbasíes tuvieron que echar mano en muchas ocasiones para este delicado menester de elementos no árabes, es decir, de origen mawlà: sirios, bizantinos, persas, de primera o segunda generación, expertos en la administración del estado y en la redacción de documentos oficiales, con excelentes conocimientos literarios, que se subieron al carro del poder convirtiéndose al Islam y aprendiendo la lengua árabe en sus fuentes más auténticas, entre las tribus beduinas.

No es de extrañar que, si se buscaba para tal fin a las personas que tenían un mejor conocimiento de las artes de la escritura, encontremos entre la emergente clase social de los kuttab a conocidos literatos, poetas famosos o autores de adab. Se va consolidando así lo que se ha llamado “prosa de los secretarios”, la literatura epistolar, ya que estos kuttab no sólo se dedicaban a la redacción de documentos oficiales, sino que en su tiempo libre y por su condición de literatos componían ingeniosas epístolas (risala, pl. rasa’il), en prosa rimada intercalada con frecuencia de versos, que enviaban a sus amigos y conocidos con diferentes motivos, es lo que en un principio se llamó ijwaniyyat, es decir, cartas, misivas dirigidas entre amigos, —de ahí el nombre: derivado de ijwan, plural de aj, hermano, amigo, en un sentido fraternal—.

Surge en la época abbasí toda una serie de tratados didácticos sobre la formación de los secretarios, recopilaciones de anécdotas relativas a ellos y directrices y consejos sobre cómo debe ser y comportarse el perfecto secretario 2.

Poco a poco, como es bien sabido, la risala va evolucionando dentro de la literatura árabe hacia temas más complejos que, por una parte, podríamos equiparar a lo que hoy conocemos como “ensayo”, donde el autor, fingiendo contestar a un amigo (a veces real, a veces imaginario), que le pregunta sobre un tema, escribe un pequeño tratado donde expresa sus opiniones o puntos de vista sobre temas candentes en su época (véanse como ejemplo representativo las Rasa’il de al-Yahiz. ).



Por otro lado, hay una corriente evolutiva hacia temas filosóficos, teológicos o espirituales que constituyen auténticas joyas de la literatura árabe, entre las cuales encontramos la Risalat al-gufran de al-Ma‘arri, de tema escatológico, las Rasa’il de los Ijwan al-safa’, en el terreno de la mística, la Risalat Hayy b. Yaqzan, de Ibn Tufayl, de contenido filosófico —que algunos consideran como precedente de la novela árabe, pero que técnicamente es una risala—, o el célebre Tawq al-hamama (El Collar de la Paloma), de Ibn Hazm, sobre los síntomas del amor y las teorías de la doctrina zahirí. Estos ejemplos trascienden su formula epistolar para convertirse en obras maestras del pensamiento árabe.

Por Celia del Moral


Notas:

1. Sobre la figura del katib, su formación y evolución a través de las distintas épocas, véase R. Sellheim-D. Sourdel. “Katib”. EI, vol. IV, pp. 785-787.
2. Véase una relación de estas obras en el citado artc. “Katib” de Sellheim-Sourdel, p. 787.


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