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Palestina, genocidio silencioso

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Hace año y medio terminó la operación ‘Margen Protector’ del ejército israelí, cuyos bombardeos sobre la Franja de Gaza dejaron la zona sembrada de muerte, escombros y desolación y sumida en un colapso socioeconómico más terrible aún que el que viene ya sufriendo tras años de asedio y hostigamiento.

En octubre de 2014 se convocó una conferencia en Cairo en la que se llegó al compromiso de entregar 5.400 millones de dólares para la reconstrucción de Gaza. Según datos de la UMRWA, a día de hoy miles de familias siguen sin hogar, mientras que el bloqueo continúa paralizando la economía y agravando la situación humanitaria de casi dos millones de personas. Hay más de cinco millones de refugiados palestinos en Siria, padeciendo el hambre y el miedo de una guerra que no tiene visos de terminar, que se arriesgan a llegar a Europa en los “barcos de la muerte” o que sobreviven miserablemente en Jordania o Líbano en campamentos superpoblados.

En Cisjordania continúa la demolición de viviendas y se dan altos niveles de pobreza. El invierno es duro en Palestina y precisamente en los últimos tres meses Israel está limitando la entrada de gas butano a Gaza a 200 toneladas al día, apenas la mitad de lo que necesita la población. Le electricidad es también poca: el promedio del suministro diario ha bajado hasta las 4 horas en las últimas semanas. La mirada perdida de los niños palestinos lo dice todo: en ella no hay futuro.

La situación extrema del pueblo palestino apenas ocupa titulares de prensa, e Israel se encarga de que esto sea así. Se maltrata y se reprime en particular a los periodistas o fotógrafos que intentan difundir la verdad, aunque las fuerzas de seguridad israelíes suelen impedir el acceso a los hospitales a las personas que resultan heridas a manos de los soldados, sean quienes sean, incluidos los niños.

Sin embargo, en los últimos meses algunas noticias se han filtrado a los medios de comunicación. Por ejemplo, el caso del ataque con cócteles molotov por colonos israelíes el pasado verano a una familia israelí en Kafr Duma, en la ciudad cisjordana de Nablús. Murió quemado vivo Alí, el bebé de 18 meses, murieron después a consecuencia de las gravísimas quemaduras sufridas sus padres y sólo sobrevivió malherido el hermano de 4 años. La policía israelí hirió a 25 jóvenes palestinos en la represión de las manifestaciones que se organizaron para protestar por estos crímenes, condenados por la UE. Quizás habría que hacer algo más que condenarlos.

Recientemente se ha difundido en las redes sociales un video que muestra una boda en que jóvenes radicales judíos celebran y se burlan de  la “hazaña” de Nablús, entre otras cosas con el acuchillamiento por parte de los asistentes de una foto del bebé asesinado, lo que ha provocado indignación incluso en Israel. El gobierno israelí ha abierto una investigación sobre los hechos, sobre cuyos resultados no sabemos nada, como tampoco sobre la relativa al ataque a la familia palestina, seis meses después de sucedido. Una ONG palestina afirma que la asociación judía “Hamino” recibe financiación del régimen israelí para apoyar a los colonos israelíes que atacan a palestinos; en concreto, 700.000 dólares en 2014; 90 millones de dólares se destinaron a los asentamientos ilegales israelíes en Cisjordania. Lo reconoce incluso la organización israelí Peace Now (“Paz Ahora”)

El 23 de Diciembre de 2015 aviones israelíes rociaron con productos químicos desconocidos los cultivos de la Franja de Gaza, viéndose afectadas más de 148 Has. de tierras, con el pretexto de que eran herbicidas para una mejor visualización del territorio por parte de los militares de Israel, y con el resultado de la ruina de muchos campos de los que dependen para subsistir la mayoría de los habitantes de la zona y sus familias. El avión, además, rompió a propósito el cable de electricidad. Es la tercera vez que aviones israelíes atacan granjas de Gaza (ya antes lo habían hecho en abril y mayo de 2015, y también habían destruido los pozos de agua). Por otro lado, los pescadores de Gaza no pueden ir más allá de las seis millas naúticas.

El 11 de enero, a las 2:50 de la madrugada, hubo un ataque a la principal Universidad palestina, Bir Zeit, cerca de Ramalah, con al menos 15 tanques. En este ataque, que no es el primero, se dañaron y destruyeron buena parte de las instalaciones y se confiscaron ordenadores: la versión del gobierno israelí, que ha confirmado la acción, es que había que incautar material de Hamas. Ya en Octubre de 2015 se había detenido a 80 estudiantes universitarios. Todo un ataque a la educación, la voluntad y la libertad de expresión de un pueblo.

Por cierto, en agosto de 2015 había unos 6500 palestinos detenidos en situación de arresto administrativo, sin cargos ni juicio -situación renovable por periodos de 6 meses-, muchos de ellos estudiantes o figuras destacadas como la abogada Shireen Issawi. En esa fecha había 120 presos en huelga de hambre en las cárceles israelíes en protesta por el trato inhumano que reciben en ellas. Entre ellos, el periodista Al-Qiq, de 33 años, en huelga de hambre desde el 25 de noviembre de 2005, que ha sido alimentado a la fuerza, práctica contraria al derecho internacional humanitario.

Podríamos continuar, pero nos parece suficiente. ¿Hasta cuándo la humillación y el exterminio del pueblo palestino y la violación de los derechos humanos más elementales por parte del gobierno de Israel? Lo importante es que no se sepa, que se hable de ello lo menos posible, que pase desapercibido mientras miramos para otro lado. Pero los gritos de la injusticia ya no pueden acallarse por más tiempo.

Por Leonor De Bock Cano, (activista del grupo local de Amnistía Internacional). Con información de La Voz del Sur

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