Al-AndalusArquelogiaArquitecturaCulturaEspañaHistoriaIslam

Excavando en la cuna donde fundaron Sevilla

Roberto Ruiz, en la excavación de la calle Guzmán el Bueno ©Carlos Márquez
Roberto Ruiz, en la excavación de la calle Guzmán el Bueno ©Carlos Márquez

Caminando por la calle Guzmán el Bueno hacia la esquina con Mateos Gago, en el barrio de Santa Cruz de Sevilla, se percibe por la pendiente que estamos coronando la cota más alta del casco antiguo de esta trimilenaria ciudad. En los números 12, 14 y 16, tras la fachada del antiguo Horno Santa Cruz, se abre un solar de 400 metros cuadrados donde, a más de dos metros y medio de profundidad bajo el nivel de la calle, varios obreros preparan los cimientos para un nuevo edificio de pisos de lujo con aparcamiento subterráneo. Aparentemente, no hay nada especial en esta obra, pegada al convento de San José de la Montaña. Pero el historiador Roberto Ruiz explica con sabio entusiasmo bajo el sol que estamos ante una ocasión extraordinaria de las que pocas veces se dan en Sevilla: poder excavar en el epicentro mismo de su núcleo fundacional, en su parte más alta, aquí donde se establecieron los primeros habitantes de una ciudad que sigue viva desde entonces, cimentando cada casa nueva sobre las ruinas de la anterior, sin interrupción desde los tiempos de los fenicios, pasando por romanos, visigodos, islámicos y cristianos medievales hasta nuestros días.

Ésta era la cima de una colina natural que dominaba estratégicamente la cercana desembocadura del río Guadalquivir, que en aquella época estaba a la altura de Coria del Río. El nombre actual de Sevilla (Isbilia para los árabes, Hispalis para los romanos) podría derivar según los expertos de Ispal o Isbal, que significaría Isla del Señor, por el dios fenicio Baal. Y es que realmente este promontorio o tell donde nació la ciudad parecía una pequeña península o espigón de tierra, rodeada de cursos fluviales. Los edificios que han encontrado bajo este solar estaban no sólo en la cúspide, sino pegados al borde mismo del talud que bajaba hacia las orillas, en la posición mejor protegida, como explica Roberto Ruiz.

«El Guadalquivir discurría entonces por donde están ahora la calle Sierpes y la avenida de la Constitución [junto a la Catedral y a unos 400 metros de aquí]; enfrente, hacia los jardines de Murillo, pasaba el arroyo Tagarete, y el Tamarguillo por el norte. Esto era como un espigón sobreelevado; está nueve metros por encima del Patio de Banderas o la Puerta de la Carne. Éste es el origen del poblamiento de Sevilla. Luego se fue ampliando hacia la Alfalfa», describe, y uno se imagina la estupenda vista de antaño. Como director de proyectos de la empresa de conservación y divulgación del patrimonio Tiempoatrás SL se está encargando junto a su socio, el arqueólogo José Antonio Valiente, de la excavación y el estudio del solar, contratados por la constructora Incoisa y bajo supervisión, como manda la ley, de la Comisión Provincial de Patrimonio de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.

Restos islámicos, visigodos, romanos…

Si se ha podido excavar este corazón de la urbe para conocer mejor su evolución, es gracias… Al tráfico de coches. Lo fácil para el propietario de un solar que desee construir un edificio nuevo es levantar sobre raso, sin hacer sótanos ni aparcamientos subterráneos, para ahorrarse así el complejo proceso de hacer una excavación arqueológica, como es obligatorio en esta zona de protección. Pero la promotora necesitaba que los nuevos pisos tuvieran garajes, para hacerlos más vendibles en esta zona de callejuelas sin aparcamientos en el asfalto, lo que ha brindado la rara oportunidad de poder abrir en canal casi tres mil años de historia.


Restos de una calzada romana ©Tiempoatrás sl
Restos de una calzada romana ©Tiempoatrás sl

La última casa, que albergaba el horno de Santa Cruz en el siglo XX, estaba a un metro por encima del nivel de la calle Guzmán el Bueno. En cuanto empezaron a «rascar» hace un año, en una excavación manual del centro del solar que concluyó el pasado diciembre, y que continuó en julio con el rebaje con maquinaria de las zonas de las medianeras, afloraron inmediatamente los restos de una gran casa medieval de la época islámica almohade, con un estanque deprimido (es decir, por debajo del nivel del patio) como los del Alcázar, que se asentaba a su vez sobre restos de las eras islámicas anteriores taifal o califal, y éstas a su vez sobre niveles de tiempos tardorromanos o visigóticos, que se superponían sobre la ciudad romana imperial, y ésta sobre la romana republicana, que se basaba en la población anterior prerromana… Y así, capa sobre capa, hasta llegar al menos al siglo II antes de Cristo.

Una larga cronología que precisarán con más exactitud cuando concluyan la fase del estudio de materiales, en la que los compararán con las excavaciones recientes y cercanas de la antigua Escuela Francesa (para hacer el hotel Fontecruz) y del Patio de Banderas, junto al Alcázar.

El historiador, con una vasija islámica en las manos, enseña las capas de ladrillos y sillares acumulados que han descubierto, y que en parte ya han tapado tras su estudio. Igual que sevillanos visigodos o musulmanes reutilizaban los ladrillos, columnas y sillares romanos -nos señala el fuste partido de una columna romana-, así también el arquitecto del futuro edificio del siglo XXI reaprovechará, como testigos del pasado, algunas losas de piedra, extraídas de la calzada romana que ha aparecido bajo la edificación. Otros sillares ya los han mandado al yacimiento de Itálica, para que sirvan allí como piezas de restauración en un curioso viaje de ida y vuelta entre el pasado y el presente.

Bajorrelieve romano de un delfín, parte quizás de una fuente ©Tiempoatrás sl
Bajorrelieve romano de un delfín, parte quizás de una fuente ©Tiempoatrás sl

Ya rozamos los 40 grados a las dos de la tarde, pero se ve que Roberto Ruiz es estos días un hombre feliz. Sabe que está tocando la historia. Y que este lugar es un hito. «Por aquí está pasando a verlo todo el departamento de Historia Antigua de la Universidad».



Ecos de Hispalis

César y la muralla. Recuerda Roberto Ruiz que Julio César registró en su relato de la Guerra Civil contra Pompeyo que la Hispalis romana tenía muralla. «Pero aún no ha aparecido». Dice que sería lógico que estuviera muy cerca de este solar en Guzmán el Bueno, aunque matiza que la edificación ciclópea de piedra que entendemos al decir ‘muralla’ bien podría ser un terraplén con empalizada, que la ciudad habría absorbido.

Urbanismo pirata. Las construcciones abusivas vienen de lejos. Han descubierto una calzada romana que discurría paralela a la actual Guzmán el Bueno y que podría formar con ésta una sola calle, pero esa calzada fue ocupada por los edificios posteriores. «Cuando se disuelve el Imperio romano, se pierde el concepto de lo público y se invade. Las calles no son estrechas porque las hicieron así ‘para que sean fresquitas’. Es que las ocuparon».

Élite castellana. Esta parte alta de Sevilla, a salvo de inundaciones, siempre ha sido para la élite. Tras la conquista cristiana por Fernando III, en el repartimiento les tocaron las casas palacio de estas calles a sus hombres. Un hijo del rey y hermano de Alfonso X vivía en la actual calle Guzmán el Bueno, que entonces era la del Barrio de los Castellanos.


Por Eduardo del Campo

Con información de El Mundo

©2015-paginasarabes®

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

veinte + 12 =

La moderación de comentarios está activada. Su comentario podría tardar cierto tiempo en aparecer.