Niños ejecutados e impunidad en Palestina
Dispararon contra niños indefensos, apalearon a retrasados mentales, desvalijaron casas y hasta dejaron que los perros acabaran con un hombre herido. Israel se estremece ante la confesión de lo que hacen algunos de sus soldados y oficiales con el enemigo palestino.
Basim Breaka tan sólo se atreve a entreabrir la puerta de la terraza.
«No salga. Le matarían». Entonces señala a la media docena de balazos que marcan el muro del balcón. Frente al habitáculo se divisa el imponente fortín israelí coronado por la torre de observación.
La pequeña Imam Hams cayó no lejos de aquí. Sobre una de las dunas que se aprecia a la derecha del domicilio de Breaka. La escuela a la que acudía está ubicada a pocos cientos de metros del recinto militar. Los muros del colegio están cribados también de agujeros de proyectiles. En uno de ellos se puede apreciar claramente una enorme letra L escrita literalmente a balazos.
En realidad, todas las fachadas que están orientadas hacia Girit,(así se llama el acantonamiento israelí), aparecen desfiguradas por los impactos. «Los residentes del barrio de Tel Al Sultan, en Rafah, han abandonado los pisos más altos para hacinarse en las plantas bajas», explica Breaka, de 38 años de edad. «Los días que los disparos son muy intensos los pequeños no van al colegio.En cuatro o cinco ocasiones, una vez que los chiquillos estaban dentro de clase, los israelíes se pusieron a disparar como locos y tuvimos que cerrar a toda prisa la escuela», precisa Samir Hams, el padre de la niña muerta.
«Durante una noche recibimos órdenes de disparar fuego disuasorio cada 15 minutos contra un muro. En una ocasión yo mismo disparé 1.500 balas usando una ametralladora pesada hacia Rafah desde un puesto que vigila la mayoría de la ciudad». Rango: Sargento Primero. Lugar del incidente: Rafah. Investigación realizada: ninguna. (Testimonio recogido por la ONG Breaking the Silence -Rompiendo el Silencio-).
Ahmed Tabasa se encontraba trabajando aquel fatídico cinco de octubre como es habitual en la gasolinera sita no lejos del colegio.«La gente empezó a decir: ¡hay una niña que va caminando hacia la torre! Le dispararon dos tiros y ella intentó huir, pero cayó al suelo. Los soldados siguieron disparando», dice.
La pequeña de 13 años fue alcanzada a las 6:52 de la mañana, según demuestran las transmisiones grabadas por los militares exhibidas por el programa Uvda del Canal 2 de la televisión israelí.Los uniformados sabían a quién disparaban. «Es una niña pequeña…de 10 (años). Está detrás del montículo, muerta de miedo», había clamado el puesto de observación a las 6:48. Ello no disuadió al capitán R. «Voy con otro soldado un poco más adelante a confirmar la muerte. Le disparamos y la matamos. Confirmo la muerte. Corto».El oficial R. aclararía después el procedimiento a seguir. «Aquí el comandante. Hay que matar a todo lo que se mueva en la zona, incluso si es alguien de 3 años. Corto».
Forma parte del argot militar israelí. Lo denominan confirmar la muerte. «El comandante llamó a dos francotiradores para asegurar la muerte. Ocurrió 5 ó 10 minutos después del tiroteo (los militares habían ametrallado el coche de la policía palestina y sus ocupantes habían muerto) y el hombre estaba tirado a 20 metros de nosotros.No era una amenaza. El capitán X. quería que los francotiradores corrigieran sus disparos con los visores nocturnos mientras él disparaba. Éste dio en la rodilla, un poco a la izquierda, éste en las costillas, más a la izquierda, éste dio en el cuello.El muerto no portaba armas». Lugar del incidente: Nablus, cerca de Tubas. Participantes y rango: 13 hombres. Investigación realizada: ninguna. (Testimonio recogido por Breaking the Silence)
CORRUPCION INVISIBLE
La similitud de las manifestaciones del caso de Imam Hams y las recopiladas por el grupo de ex militares que integran Breaking the Silence, se explica según estos últimos con una aseveración que incluyen en el comunicado que enviaron a este diario. «No se trata de casos excepcionales. Es un fenómeno peligroso que crece de día en día. Una corrupción invisible».
La muerte de Imam Hams el 5 de octubre de 2004 en la franja de Gaza desató un acalorado debate en el seno de la sociedad israelí alentado en esa ocasión por una singular fuente de información: ex soldados que han decidido denunciar lo que acontece en los territorios palestinos ocupados.
«Todos somos R. ¿Podría matar a una niña de 13 años desde cierta distancia al creer que era una terrorista? Sí. Le habían dicho que cualquiera que entrase en esa zona tenía que ser eliminado.R. es la cabeza de turco para que el estamento militar se lave las manos», explicó el teniente Ziv Maavar, de 24 años, al diario Maariv, el 26 de Noviembre de 2004.
Ziv, junto con Yehuda Shaul, Noam Hayut, Shai Saguy y Arnon Dagani son los principales animadores de Breaking the Silence, un movimiento que se gestó a partir de la exposición fotográfica del mismo nombre que se organizó en junio de 2004 en Tel Aviv. El propio Yehuda Shaul explicó que el grupo «ha decidido no conceder entrevistas a la prensa extranjera». «No quieren que se les acuse de antipatriotas», aclara un allegado a la agrupación.
Sin embargo, Breaking the Silence ha establecido una página de Internet donde cuelga los testimonios que están recabando. Porque su iniciativa se ha convertido en un fenómeno en los últimos años. «Una ola que incluye a cientos de ex soldados. Ellos, los graduados de la Intifada de Al Aqsa, quieren hablar. Están limpiando su espíritu», dice Maariv.
Ya no se trata del arrebato de un muchacho como Yehuda, un judío ultra ortodoxo de 21 años- gravemente afectado por lo que vio durante los 14 meses que sirvió en Hebrón. De aquel chico que montado en una motocicleta recorrió el país visitando a otros ex soldados que fueron destinados a la misma ciudad de Cisjordania para recuperar fotos de esa época y montar la exhibición de Tel Aviv.
Ahora, los voluntarios de la ONG abordan a los soldados en estaciones de autobuses, de trenes, en casas privadas e incluso a la salida de bases militares. Un primer círculo de 15 personas recolecta la información mientras que otros 20 transcriben y editan las declaraciones.
Y la imagen que dibujan esos antiguos uniformados resulta estremecedora.Tan turbadora como la de ese ex soldado que refirió el caso de un palestino que intentó escapar después de ser herido en la pierna. «Enviamos a tres perros y lo hicieron pedazos. Un perro le mordía en la ingle, otro en la pierna y otro en el cuello.Entonces apartaron a los perros y confirmaron la muerte». El relato fue hecho público por Noam Hayut en la web Ynet el día 30 de noviembre de 2004. Hayut añadió que al inquirirle al joven sobre el significado de «confirmar la muerte» su respuesta fue clara: «significa tres disparos en la cabeza».
Las declaraciones han sido agrupadas en varias categorías: violaciones de las normas de tiro, maltrato a la población, destrucción de propiedades y testimonios de Hebrón. Los nombres de los soldados y su número de identificación han sido borrados de las fichas.«Para evitar que se les acuse de crímenes de guerra», aseguran en Rompiendo el silencio.
En la mayoría aparece el lugar donde se produjo el incidente, en muchos casos la fecha y hasta la hora en la que se registró, la unidad militar que lo protagonizó y el rango de quien declara.Pero en el espacio de «investigación realizada» la respuesta es casi unánime: ninguna.
Los supuestos desmanes relatados por los soldados son incontables.
Hablan de palizas, de robos –«robábamos en los apartamentos.Yo me llevé una botella de Johnny Walker y una de Chivas. Era un verdadero saqueo» (un sargento de Paracaidistas, Batallón 101)- de aplastar coches con tanques sin motivo aparente –«no estaban aparcados bien» (testimonio 18)-, de defecar en apartamentos ajenos y hasta de incitar a los palestinos a tirar cócteles molotov para dispararles.
«Tenían los cócteles pero no los tiraban. El comandante tuvo una idea. Hicimos una maniobra deliberada y el chaval tiró el cóctel. El francotirador le dio. No le mató. Le hirió de gravedad, creo. Era un niño de 10 años». (Un ex miembro de la unidad Nahal).
El soldado Maavar fue testigo de uno de esos incidentes durante su primera patrulla en Hebrón. «(Los uniformados) Llamaron a un palestino que montaba en bicicleta. ¿Tienes licencia para la bicicleta? Y dijo que no, por supuesto. Acabó con una paliza.No hice nada», declaró a Maariv.
«Había acabado mi turno en una casa que fue evacuada completamente de habitantes (y convertida en puesto de observación militar).Paré en el tercer piso para cagar y cuando acabé me di cuenta de que no había papel así que use las cortinas del baño y ropa».Rango: sargento. Lugar del incidente: Ramala. Fecha: durante la operación Homat Magen (2002). Investigación realizada: ninguna.
Las confesiones incluyen escenas a veces surrealistas como la que relata otro sargento y que coincidió según él con el Mundial de Fútbol de 2002. «Estábamos registrando en un campo de refugiados.Pusimos a la familia en una habitación. Estaban viendo el fútbol en la TV que se quedó encendida. Poco a poco, todo el grupo (los soldados) se apelotonó frente a la TV. Mientras, la familia esperaba en la habitación». Investigación realizada: ninguna.
«Hay una clara y poderosa relación entre cuánto tiempo sirves en los territorios (palestinos) y cuánto se te jode la cabeza», concluye otro de los uniformados que se han sumado a este acto de contrición colectiva.
El movimiento abanderado por Yehuda Shaul ya tuvo un precedente en el año 2003 en la figura del sargento Liran Ron Furer que escribió El síndrome del puesto de control (militar), en el que confesaba sus propios atropellos durante los tres años que sirvió en Gaza (1996-1999).
Hijo de una familia de inmigrantes de la Unión Soviética, el muchacho de 26 años describió el proceso por el cual «toda clase de comportamientos desviados se convierten en algo normal». «La línea de lo que estaba prohibido nunca se dibujó. Nadie fue castigado», admitió en una entrevista con el diario Haaretz.
LADRAR COMO PERROS
Por eso nunca le extraño que su camarilla se hiciese fotos con palestinos ensangrentados a los que acaban de apalear, que un tal Shahar hiciera pis sobre la cabeza de otro cuando este le sonrió o que Dado obligara a un prisionero a colocarse a cuatro patas y ladrar como un perro.
Quizás el capítulo más explícito de la obra es aquél en el que Furer describe como golpea sin reparos a un retrasado mental de 16 años. «Le metí un puñetazo en la cara. Nunca había golpeado así a nadie. Cayó al suelo. Era divertido. Le pegué una patada realmente fuerte en el culo y salió corriendo. (Los soldados) Me dijeron que estaba loco y todos nos reímos… me sentía feliz».
Para Furer, «en los controles los jóvenes tienen la oportunidad de ser jefes y el uso de la fuerza y la violencia se convierte en algo legítimo, es un impulso básico. Hoy los denomino impulsos sádicos».
Samir Hams recuerda que Imam era su hija «más bonita, la más inteligente». También rememora el respingo que sintió cuando vio su cadáver todavía embutido en su uniforme escolar. «Tenía la mandíbula destrozada por las balas y el pecho repleto de sangre y agujeros», corrobora Samir Yuda, el conductor de la ambulancia que recogió el cuerpo. «Cerca de 20 disparos y un agujero en la cabeza de varios centímetros», le secunda el doctor Ali Mousa, que examinó a la pequeña en el hospital de Rafah.
Profesor de 49 años, Samir cuestiona las proclamas del ejército israelí sobre su estricto código moral. «¿Dónde está la moral cuando tratan a los niños como animales? ¿Dónde está la moral cuando ametrallan bloques de apartamentos llenos de familias? Me gustaría preguntarle a ese capitán qué hizo mi hija para merecer una muerte así, incluso si se equivocó y entró en una zona prohibida».
Sin embargo, Samir intenta encontrar algún sentido positivo a la muerte de Imam. «Creo que esta vez la sociedad israelí está preocupada, siente dolor por lo que ha pasado. A lo mejor se preguntarán que está pasando».
VÍCTIMAS
TROFEOS DE GUERRA
En octubre de 2004 el diario Yediot Aharonot publicó un demoledor relato de vejaciones a cadáveres palestinos, acompañado de imágenes como las que muestran a un grupo de militares pisoteando y posando con el cadáver de un palestino recién abatido. Un soldado, Y., refería cómo después de que un chaval de 19 se volara frente al control donde estaba desplegada su unidad, los uniformados «comenzaron a jugar» con los despojos humanos. «Pusieron las piernas junto a los hombros y los brazos junto a las piernas.Y la cabeza: un oficial la colocó sobre una estaca. Le metió un cigarrillo en la boca y todos se rieron», escribía el matutino.Las fotos que se hicieron junto al cadáver se vendieron después a medio euro la copia. En el mismo artículo, T, un ex integrante de una unidad de elite, manifestó que su «comandante» les había pedido «cuerpos repletos de agujeros. Si el comandante quiere cuerpos con agujeros, pues se los traemos».
LA EXPOSICION DE LA VERGÜENZA
El general Moshe Yaalon ha defendido el proceso de indagaciones que realiza el Ejército sobre las denuncias que reciben sus hombres.El general Menachem Finkelstein, responsable de las mismas, dijo que la Policía Militar ha llevado a cabo 600 averiguaciones desde septiembre del 2000. Finkelstein añadió que 56 soldados han sido condenados, en su mayoría por robos y violencia, algunos a penas de cárcel. En junio de 2003, una unidad de la Policía de Fronteras desplegada en Hebrón fue disuelta tras confirmarse que habían protagonizado abusos sistemáticos contra los residentes locales.La exposición fotográfica realizada por la organización Breaking the silence (Rompiendo el silencio) ha conmovido a muchos israelíes.Sus soldados confiscaban las llaves de los vehículos palestinos como mero divertimento y realizaban pintadas en las que pedían que los árabes fueran enviados a la cámara de gas.
SANGRIA DE INOCENTES
Según la organización Btselem, el caso de Imam Hams (en la fotografía su hermano muestra cómo quedó el cuerpo de la niña acribillada) está lejos de ser algo inusual. El 24 de Noviembre de 2004, la ONG israelí estimó que el ejército mató a 1.656 palestinos que no participaban en los combates, de los cuales 529 eran niños. Tan sólo en Rafah, el doctor Ali Mousa, jefe del hospital local, asegura que fallecieron en aquel momento 134 menores. Btselem decía que en cuatro años sólo un soldado había sido condenado por la muerte de un palestino.«El ejército israelí está creando una cultura de la impunidad. La culpa final es del jefe del Estado Mayor. Todos los soldados están cometiendo ilegalidades porque obedecen normas que son ilegales. Todos los soldados del caso Imam dispararon contra la niña, aunque ahora sólo se acuse al comandante», explicó Sorit Michael, portavoz de Btselem.
EL VIOLINISTA DEL «CHECKPOINT»
La oleada de críticas contra la actuación de los militares israelíes se extiende al trato que reciben los palestinos en los controles de acceso a Israel. El 9 de noviembre de 2004, el violinista Wissam Tayem fue obligado a demostrar que el instrumento no ocultaba una bomba, amenizando a los soldados que custodiaban el control de Nablus tocando el violín. Las imágenes estremecieron a una sociedad que aún tiene fresco cómo los nazis trataban a los músicos judíos, obligados a poner música a las monstruosidades de los genocidas. El ejército israelí negó que fuera obligado a tocar el instrumento basándose en la declaración de un miembro de la ONG israelí que grabó la imagen y en testimonios de los soldados.Tayem, de 28 años, sostiene que sí se le ordenó tocar y la activista israelí que habló con el Ejército, Rachel Bar-Or, dijo que «no pudo entender lo que hablaron el soldado y el palestino, porque hablaron en árabe».
Por Javier Espinosa
Con información de El Mundo
Nota de la Bitácora: han pasado más de una década de estos acontecimientos, y aún esperamos justicia… Lamentablemente, no sólo no llega sino que las atrocidades son más y peores cada día; todas con el mismo sello de desprecio a la vida ajena y a los Derechos Humanos, el mismo sello de brutalidad… la misma impunidad.
©2015-paginasarabes®