¿Alguien apoya a los kurdos?
Existe una razón bastante simplista, aunque no por ello menos cierta, de por qué el mundo es injusto: el mundo es injusto porque está lleno de minorías. Pertenecer a una minoría es una gran faena porque significa estar amenazado o ser pintado como una amenaza. Los kurdos, que últimamente aparecen en todas las secciones de internacional de los medios por el asedio a Kobane (Siria), son un caso claro de minoría. Los kurdos son una minoría silenciada -aunque nunca silenciosa- que se está llevando los peores palos de Estado Islámico (EI), pero también de Turquía, a los que se suma la gran hipocresía de Estados Unidos y la OTAN.
Tal como ocurre en muchos países en conflicto donde existen grupos terroristas, la minoría kurda suele ser asociada con el terrorismo. El gobierno turco, que no quiere saber nada de un Kurdistán independiente, tiene la fea costumbre de meter al conjunto de los kurdos y al Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) en el mismo saco -lo mismo hace Israel con los palestinos y Hamas-. Y es que los kurdos están en Oriente Medio, pero no son dignos musulmanes, ni sionistas, ni occidentales, ni orientales, ni terroristas (por mucho que algunos se empeñen en afirmar lo contrario). ¿Qué son, entonces, los kurdos? Un pueblo que lleva años reclamando un territorio que le pertenece y que salta ahora a la palestra porque los terroristas de Estado Islámico, en su afán califatista, lo están masacrando. O eso hacían hasta ahora, ya que parece que la resistencia en Kobane, en la frontera con Turquía, por fin les está haciendo recular.
Estado Islámico se encuentra a las puertas de Turquía mientras el presidente, Recep Tayyip Erdogan, sigue pensándose si intervenir o no en Kobane. Esta resistencia a “colaborar” en cierto modo con los kurdos comporta el riesgo de que el grupo terrorista consiga entrar en el país. ¿Qué pretende Erdogan? ¿Contener una supuesta amenaza del PKK, que dejó la lucha armada hace más de un año, arriesgándose a que los sanguinarios de EI penetren en Turquía? Mientras el presidente turco se lo piensa, se dedica a reprimir con dureza a los manifestantes que exigen su colaboración. Para más inri, tal como apunta la periodista Orsola Casagrande en La Directa, “numerosas pruebas demuestran que Turquía ha estado ofreciendo entrenamiento militar, armas y soporte logístico” a EI y su pariente en Siria y Líbano, el Frente Al-Nusra. Paradójicamente, los combatientes kurdos de las Unidades de Defensa Populares (YPG) que luchan contra EI en Kobane podrían ser quienes acaben salvando Turquía si consiguen contener a los yihadistas. Qué ingrato, este Erdogan.
Otro de los vértices de esta encrucijada es Estados Unidos -u Occidente o la OTAN, casi no sé ya cómo denominarlo-. La presión de la Alianza Atlántica sobre Ankara para que intervenga en el conflicto contra EI es fuerte, sí, pero esto no significa que a estos señores les interese ayudar a los kurdos. Para muestra un botón: el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, dejó muy claro recientemente que Kobane no es una prioridad en la lucha contra los yihadistas. Lo dijo, se entiende, para camelar a Erdogan y que no parezca que “luchamos” mano a mano con los kurdos. En cualquier caso, no hay motivos para pensar que Washington tenga más simpatía hacia el pueblo kurdo que la mera alianza que éste representa contra EI. Caso aparte es la Unión Europea que, con su diplomacia de papel mojado, ha conseguido que más de un centenar de kurdosirrumpiera en el Parlamento Europeo a principios de mes para exigir ayuda.
Nadie sabe cómo acabará el pulso con los yihadistas, pero sí el diálogo internacional con el pueblo kurdo: es de suponer que durará lo que dure este conflicto. Una vez termine la lucha en territorio de kurdos, la minoría kurda volverá a ser silenciada y jamás respaldada. Ojalá me equivoque, pero ¿quién apoya a una minoría en el medio de Oriente Medio?.
Por Cláudia Morán
Con información de 20 minutos
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