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Irán: acuerdo esperanzador

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Irán: acuerdo esperanzador

En la madrugada de ayer, en Ginebra, el gobierno de Irán logró un acuerdo provisional con los cinco integrantes permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia) y Alemania para reducir los alcances de su programa nuclear a cambio de que Occidente reduzca el embargo internacional que mantiene en su contra desde hace décadas.

Según el texto del acuerdo dado a conocer ayer por la agencia Fars, de Teherán, y que tiene vigencia de seis meses, la República Islámica se compromete a rebajar la mitad del uranio enriquecido en 20 por ciento que posee y a no enriquecer ese elemento, en lo sucesivo, más allá de 5 por ciento. Asimismo, accede a no agregar más capacidad a la planta de enriquecimiento de uranio de Natanz ni a los reactores de Fordow y Araki, a no construir nuevas instalaciones de procesamiento de material radiactivo y aceptar la supervisión de la Agencia Internacional de Energía Atómica en todos los establecimientos de su programa nuclear.

Washington, por su parte, se obliga a suspender el boicot a las ventas de petróleo iraní, a desbloquear algunos fondos de Teherán en el exterior, a suspender las sanciones que ha mantenido sobre la industria automotriz y los servicios aéreos de la nación centroasiática, a no adoptar más venganzas económicas y a permitir transacciones “humanitarias”, particularmente adquisiciones, por parte de Irán, de alimentos, medicamentos y equipo médico, así como a desembargar fondos destinados a los gastos de estudiantes iraníes que realizan estudios fuera de su país.

Aunque se trata de un convenio provisional que no elimina la totalidad de las persistentes agresiones económicas de Estados Unidos contra Irán, el acuerdo pavimenta el camino para un entendimiento de largo plazo entre Teherán y Occidente, bloquea la posibilidad de que la República Islámica obtenga el uranio enriquecido necesario para fabricar armas nucleares y preserva, al mismo tiempo, el derecho soberano de Teherán a desarrollar un programa de energía atómica con fines pacíficos.

Las excepciones a las muestras generalizadas de satisfacción por este convenio promisorio han sido las agrias reacciones de los gobiernos de Riad y Tel Aviv, enemigos acérrimos de la República Islámica y promotores, hasta ahora, de la versión de que el programa atómico iraní tenía como objeto primordial la producción de armas nucleares. Ahora, cuando las autoridades sauditas e israelíes han sido privadas de ese pretexto, resulta meridianamente claro que su afán de torpedear el proceso de negociación tenía por objeto azuzar una incursión militar en gran escala en contra de Irán con el propósito de liquidar a la República Islámica y alterar en forma irreversible el precario equilibrio de fuerzas en la región.

Uno de los efectos inesperados del acuerdo alcanzado la madrugada del domingo en Ginebra es que deja en claro que la verdadera amenaza a la paz en Medio Oriente no es Irán sino Israel, única potencia regional que posee un arsenal nuclear y que mantiene una constante hostilidad militar contra sus vecinos.

Con información de : La Jornada

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