Memorias de cedro y olivo – Los árabes del Perú
La investigadora peruana Leyla Bartet presentó en Argelia la traducción al francés de su libro «Memorias de cedro y olivo», en el que aborda la inmigración árabe al Perú desde finales del siglo XIX hasta el último tercio del XX.
El libro, editado en 2005 por el Fondo Editorial del Congreso del Perú y que fue traducido al árabe en 2007, acaba de ver ahora su versión en francés de la mano de la editorial argelina Casbah.
Como aseguró la traductora de la obra Sadja Guiz, que participó junto a Bartet en la presentación de la nueva versión del libro en el Instituto Cervantes de Argel, la editorial Casbah está dando sus primeros pasos para traducir obras que traten sobre la «contribución árabe en los países latinoamericanos».
«Memorias de cedro y olivo» se centra en «las dos caras» de la inmigración árabe al Perú, protagonizada en sus primeros momentos por palestinos y sirio-libaneses. La cara de lo que se dejó atrás y la cara de la adaptación al nuevo mundo.
Está inmigración, escasa en comparación con la existente en otros países latinoamericanos como Brasil, Argentina o Chile, según explicó Bartet, corrió paralela a la evolución histórica de Oriente Medio.
Primero a la descomposición del Imperio Otomano, después a las dos Guerras Mundiales y posteriormente a la creación del Estado de Israel y las guerras árabo-israelíes.
Las 5.000 familias árabes, que según estimaciones se cree que había en el Perú a mediados del siglo XX, llegaron al país andino principalmente siguiendo las rutas comerciales del ferrocarril que unía Buenos Aires y Montevideo con Perú y la del río Amazonas.
No obstante, Bartet comentó que otros también alcanzaron las costas peruanas en barco, bordeando el Cabo de Hornos en unas largas travesías que comenzaban en el levante mediterráneo y que pasaban por los puertos europeos de Nápoles o Marsella antes del gran salto continental.
En una detallada y pormenorizada explicación de las causas y el desarrollo de este fenómeno, Bartet señaló cómo la gran mayoría de los primero emigrantes que se embarcaron eran cristianos ortodoxos o maronitas, que una vez llegados a Perú acabaron adoptando el rito católico y olvidando su lengua materna.
Las primeras y más importantes sedentarizaciones no se registraron en Lima, cuenta Bartet, sino en ciudades meridionales como Arequipa, Cuzco o Ayacucho, atraídos por el comercio de la lana o en Iquitos, llamados por el «boom del caucho».
Otros, los llegados por vía marítima se asentaron en ciudades costeras como Chimbote y Chiclaya.
Aunque de origen agricultor, en un principio se dedicaron al comercio ambulante, por lo que muchos de los recién llegados, relata Bartet, aprendieron antes a hablar la lengua quechua que el español.
Es la historia de «la búsqueda de un espacio en una nación en construcción» en la que muchos de aquellos primeros emigrantes optaron por el olvido de su lengua y gran parte de su cultura en un «suicidio cultural» provocado por su «gran voluntad de integración», asegura la autora.
Bartet, quien contó que su libro es, en su mayor parte, fruto de la recolección de relatos de los descendientes de los primeros emigrantes, debido a la escasa documentación sobre la cuestión, explica cómo llegaron a Perú con la idea de volver, pero al final se quedaron.
En sus historias, confiesa la autora, muchas veces subyace un deseo de mostrar, dejando a un lado las dificultades y sinsabores del largo camino, los logros alcanzados en su proceso de integración.
Con información de : La República
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