Vocabulario andaluz
Si buscando «vocabulario andaluz», miramos el diccionario, (el español por supuesto), nos encontramos con que la palabra vocabulario significa: Conjunto de palabras de un idioma.
Pero antes de que se nos enfade algún filólogo de la corriente oficialista por nuestra petulancia al pretendidamente querer llamar a las palabras andaluzas idioma, les aclaramos que la palabra vocabulario está aquí tomada en su tercera acepción:
Conjunto de palabras de un idioma pertenecientes al uso de una región.
Y, el mismo diccionario, da como ejemplo Vocabulario Andaluz. O sea que, tranquilos.
Se trata, simplemente, de hablarles sobre las palabras que los andaluces utilizan en su vida diaria, en el trato de unos con otros, en sus relaciones humanas.
Algunas de ellas están en el diccionario que edita la RAE, pero otras no han tenido la categoría suficiente para ser incluidas.
¿Son, por ello, menos dignas? ¿Debemos borrarlas de nuestra memoria?
Recientemente volvimos a recibir noticias de los problemas que tiene la Biblioteca de los Banu al-Qûti.
Almacenada en una casa de adobe amenazada por las riadas, la biblioteca de Tombuctú donde se recogen textos del exilio andalusí con partes en lengua de Aljamía, que podrían cambiar nuestra percepción sobre la lengua y la historia de Andalucía, se ofrece al gobierno español para su custodia y conservación.
Los medios oficiales andaluces callan como si la cosa no fuera con ellos, miembros del mundo académico acogen la noticia con cautela, mostrándose reticentes y subrayando la conveniencia de examinar primero los documentos antes de tomar ninguna decisión.
¿Por qué tanto recelo?
Por lo visto, antes que nada, hay que ver si los documentos obligan a cambiar los dogmas oficiales y, si es así, que se pudran.
Una vez más la política echa un pulso a la historia y a la cultura… y se lo gana.
Probablemente el Ministerio de Cultura Español lo solucionará aportando una cantidad económica y olvidándose del tema.
Existen lugares en el mundo, por ejemplo en Australia, donde equipos de expertos recorren el país con el fin de grabar las diferentes voces de los aborígenes, cuya cultura no emplea la escritura, ante el temor de que desaparezcan.
Aquí, los expertos oficiales, trabajan para todo lo contrario: a ver si esa puñetera forma de hablar que tienen los andaluces no se vuelve a oír más.
Son maneras diferentes de tratar a una cultura, muy diferentes porque, como ya se sabe, los australianos están en nuestras antípodas.
Porque aquí en cuanto reivindicas, aunque sea tímidamente, el ser andaluz, la identidad andaluza, la cultura andaluza, la lengua andaluza, te lanzan el anatema: este es un nacionalista.
Y, al igual que en la antigüedad se hacía con los apestados, te apartan de la sociedad, ya que, como todos los andaluces saben por los medios audiovisuales de comunicación y por las declaraciones de las personas sensatas y progresistas, nacionalismo es igual a violencia, egoísmo, totalitarismo, xenofobia y racismo.
¡Qué bien se han montado el chiringuito!
Dicen las buenas lenguas que la enfermedad del nacionalismo se cura viajando.
Pues bien, hagámosles caso, apliquemos el remedio: están ustedes invitados a conocer Andalucía.
A usted, que nos comprende, para que vea un pueblo abierto, humano, solidario, universal, sin fronteras, y a usted, nacionalista español, que nos desprecia, que nos niega nuestra historia, nuestra lengua, nuestra cultura, a ver si, conociéndonos, recibe la influencia de un pueblo milenario, tolerante por naturaleza, que ha sabido abrir sus puertas a todo el que ha llamado a ellas.
Pero… ¿Y si cuando llega a Andalucía, se encuentra con que no nos entiende?.
¿Y si resulta que empleamos palabras diferentes para designar las mismas cosas?
Pongamos un ejemplo con algo muy práctico y necesario: los alimentos.
Está usted en un pueblo de Andalucía, son más de las tres de la tarde, y el estómago no le aguanta ni un minuto más.
Entonces le ofrecen: papas aliñás, periñaca, puchero con pringá, babetas con habichuelas, verdigones, chícharos con alcahuciles, acedías, chicharrones, bienmesabe, tocino de cielo y albérchigos.
¿Sabrá usted escoger?
¿Pedirá una comida muy caliente con el solano que está cayendo?
¿Escogerá algo, sin saber qué es, y luego no le agradará?
Puede ser que le guste una verdura llamada alcachofa y un pescado llamado platija y no sepa que en Andalucía le llaman alcahucil y acedía.
Por todo ello, sería conveniente que conociera un poquito el vocabulario andaluz.
Son las palabras que usamos los andaluces y las andaluzas todos los días.
Comprobará que ya conoce muchas de ellas, es lógico porque también se usan en el resto de España.
No coja complejo de intelectual oficial y empiece a preguntarse si es una palabra castellana que usamos los andaluces o una palabra andaluza usada por los castellanos.
Tómela, amplíe sus conocimientos y grite con nosotros: ¡viva el mestizaje!
Existen varios Vocabularios Andaluces, el más conocido es el publicado en 1933 por el jiennense Antonio Alcalá Venceslada, aunque ya en 1882 La Sociedad Folk-Lore Andaluz encargó a F. Rodríguez Marín la elaboración del Ensayo de un diccionario de andalucismos que sólo quedó en proyecto.
En 1892 se publica en el Almanaque de la Ilustración para el año 1893 una muestra de 27 artículos, correspondientes a un Diccionario de andalucismos que su autor, José María Sbarbi estaba elaborando, pero que no llegó a cuajar, y en 1920, con el título de «Voces andaluzas que faltan en el Diccionario de la Academia Española» ve la luz el primer diccionario andaluz.
Su autor, M. de Toro y Gisbert, encuentra comprensión y apoyo para publicar sus escritos en la Revue Hispanique de París.
Actualmente poco se hace para mantener ese complejo dialectal que significa el andaluz.
¿Podríamos ahora, siglo de las comunicaciones, elaborar un nuevo Vocabulario Andaluz en el que participen andaluces y andaluzas de todo el territorio?
Las nuevas tecnologías podrían hacer fácil algo que a nuestros antepasados costó un ímprobo trabajo.
No pretendemos elaborar un diccionario tradicional, simplemente queremos ayudar a quienes en Andalucía oyen palabras, modismos o formas de hablar que no comprenden o que, para su sorpresa, significan algo diferente a lo que estaban acostumbrados.
No pretendemos, ni dictar normas, ni pautas, ni mucho menos, enmendar a la RAE; ellos limpian, fijan y dan esplendor, nosotros, simplemente, vamos a poner en un papel, con toda humildad, aquello que hemos escuchado en boca de andaluces y andaluzas.
Sin analizar, cuestionar, criticar ni dictaminar si está bien o mal, se atiene a normas o no se atiene.
Será algo especial, conoceremos la palabra, su significado y de donde proviene, junto a su traducción a distintas lenguas del Estado Español.
Finalmente, y perdonen nuestro atrevimiento, sería muy interesante incluir cómo podría ser la palabra en el andaluz normalizado (tomando la palabra, como es lógico, en su acepción de hacer que una cosa sea normal, nunca en el sentido de dictar rígidas y severas normas como ocurre con el castellano) según los trabajos de los lingüistas andaluces.
Se trataría de la obra literaria en la que podrían participar la mayor cantidad de andaluzas y andaluces.
Aquí dejo una dirección de Internet: tomasgutier@ctv.es.
Puedes compartir con nosotros tus conocimientos, seguro que sabes muchas palabras andaluzas de las que nos puedes hacer partícipes.
Desde que unos antepasados nuestros descubrieron que mezclando estaño y cobre obtenían un metal llamado bronce con unas propiedades maravillosas, Andalucía lleva tres mil años aportando al mundo sus conocimientos.
De todos ellos, no es menos importante nuestra forma de hablar.
Ninguna otra manifestación cultural andaluza se puede comparar a la Lengua de Andalucía.
Cada palabra, cada sonido, cada giro lingüístico es el producto de un largo proceso histórico, único y original.
En una tierra tan rica, se trata de un tesoro al que jamás debemos renunciar.
Este libro es un trabajo realizado a partir de diversas reflexiones y artículos efectuados por: Paco Albadulí, Libero Ubeya, Miguel Moya Guirao, Xosse Alkassa,Yual Alon,Huan Porrah, Antonio Jesús Torres. Y adaptados por: Tomás Gutier
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