Crónicas yankies: soldados ilegales y familias a la deriva
José Rubio, nacido en Reynosa, Tamaulipas, se murió como tres días tarde. Suena feo, porque nadie debía morirse antes de los cien años, porque nadie se muere a tiempo, pero en el caso de José, le tocó morirse apenas unos días después del quinto aniversario de la invasión de Estados Unidos a Irak.
Y su nombre salió a colación porque le tocó ser el soldado número 4 mil, reconocido, que murió en esa absurda guerra.Y fue el mexicano número quien-sabe-cuantos que también murió en Irak.
De hecho, su muerte sirvió para que los diputados del Partido de la Revolución Democrática en México para exigir al gobierno solicitar a Estados Unidos la cifra exacta de soldados de origen mexicano fallecidos en Irak en los últimos cinco años.
Rubio, murió en un bombardeo en Irak a un año y medio de unirse al ejército gringo. Era el menor de 9 hijos y el único militar. Y su muerte alimenta la teoría de que México, a pesar de no estar envuelto en la guerra, es el tercer país con más soldados muertos en Irak, después de Estados Unidos e Inglaterra.
Entre ellos, docenas han sido “soldados de tarjeta verde”, no ciudadanos de Estados Unidos, sino residentes legales que se unieron forzada o voluntariamente a fuerzas al ejército. Y otros ni siquiera tenían tarjeta.Ahí estaba un guatemalteco indocumentado, el Cabo Interino José Gutiérrez, que fue el segundo soldado muerto en Irak. Y los mexicanos José Angel Garibay, cabo de 21 años muerto en Nasiriya, y el soldado raso Francisco Martínez, ahogado cuando su tanque cayó al río Éufrates. Y el Cabo interino Jesús Suárez del Solar.
A Gutiérrez le cumplieron la promesa de hacerlo ciudadano gringo, aunque no le vaya a servir de nada, y lo mismo a Garibay. Martínez pidió la ciudadanía no completó su solicitud. El padre de Suárez, Fernando, rechaza que su hijo quisiera ser gringo. “Mi hijo fue mexicano hasta su muerte”, dice.
Muchos de los 35 mil soldados de tarjeta verde se unieron al ejército cuando George Bush eliminó el plazo de tres años para hacerse ciudadano si entran al “Army”. Eso si, les está prohibido servir en las unidades de inteligencia y los grupos de elite como los Boinas Verdes.Tampoco pueden llegar a ser comandantes. Y los sin-papeles se unieron porque le ordenaron a la Patrulla Fronteriza no deportarlos a menos que el ejército los dé de baja.
Y parientes pior…
Muchos otros inmigrantes en el ejército tienen problemas por tener familiares indocumentados.
Por ejemplo Jorge Monarrez, cajero de medio tiempo en Chicago casado con una indocumentada y enviado a Irak. A la mexicana María Monarrez le rechazaron la petición de residencia “por errores en su petición”, dice la Migra, y quedó en proceso de deportación mientras Jorge se iba a Irak.
Y a Juan Escalante estuvieron a punto de deportarlo por “ilegal”. El mexicano de 19 años usó una tarjeta verde falsa que le costó 50 dólares, pero nomás lo dieron de baja, y lo cacharon porque sus papás pidieron la residencia y lo pusieron en la petición. El papeleo fue rechazado y a Juan le “pidieron que abandonara el país”.
Igual estaba Yaderlin Jiménez, inmigrante dominicana sin papeles y con orden de deportación y casada con un ciudadano gringo, Alex Jiménez, que no pudo ayudarla porque es uno de tantos “missing in action”, desaparecidos en acción en Irak. Tuvo que intervenir Michael Chertoff, secretario de Seguridad Nacional, para parar el proceso.
Y es también el caso del cabo segundo de la Armada Eduardo González, quien se pregunta “Si yo estoy dispuesto a morir por Estados Unidos, ¿por qué no se me permite estar con mi familia?”, porque a su esposa, Mildred, guatemalteca a quien “entraron” a Estados Unidos sin papeles cuando tenía 5 años, también la pusieron en proceso de deportación.
En palabras de Margaret Stock, reservista del Ejército y abogada, maestra de la Academia Militar en West Point, “El gobierno por el que pelean es el mismo gobierno que trata de deportar a sus familias”.
También se quedaron colgados de la brocha los papás de Armando Soriano, chamaco de 20
años de edad, muerto en Haditah, Irak, quien prometió a sus padres “legalizarlos cuando tuviera la ciudadanía”. Su mamá, Cleotilde, pudo resolver su caso, pero el papá, Enrique, está sin hijo, sin papeles y en proceso de deportación por haber sido deportado en 1999.
Y Haydeé, esposa del soldado Angel Rodríguez, quien quiere ayuda legal para que no se la deporten. Es hondureña y entró como turista pero se le acabó la visa. Dice Angel que está “orgulloso de haber ingresado al Ejército”, pero que “es muy difícil defender a un país que no quiere a las familias de sus soldados”.
Y ahí le paramos, nomás diciendo que lo más ilegal en esta guerra es la guerra misma, y los soldados y sus familiares, con papeles o no, son solamente sus víctimas.
Por Jorge Mújica Murias
Sólo los muertos ven el final de la guerra.
Platón