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La piel mudéjar de Casa Árabe

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Como puros detectives tuvieron que actuar Rafael García Castejón y Rosa Lara, los arquitectos municipales que se encargaron de remodelar el edificio mudéjar de los siglos XIV, XV y XVI de la calle Samuel de los Santos Gener para convertirla en la actual sede de la Casa Árabe en Córdoba. Un lugar que se ha podido adaptar al siglo XXI y a las nuevas tecnologías sin perder su esencia, merced a una actuación que, finalmente, supuso una inversión de 2,8 millones de euros y duró 21 meses. Una intervención recientemente galardonada con el Premio Ciudades Patrimonio de la Humanidad.

De ese total de meses, algo más de un año fue necesario para realizar toda una densa labor de conocimiento previo del edificio, para lo cual se realizó un exhaustivo levantamiento planimétrico, diversas catas, limpieza previa y todo el proceso que supone «desnudar» primero el edificio para volverlo a «vestir en su esencia», tras eliminar «todos los elementos que eran falsos y por completo fuera de lugar».

Hay que tener en cuenta que el edificio estaba formado por un total de ocho viviendas iniciales con las que comparte varios elementos, «tenía una estructura complicada y laberíntica, con pasadizos y muchos niveles diferentes, y necesitábamos conocerlo muy a fondo antes de iniciar la actuación propiamente dicha».

De hecho, se aprovechó una actuación de restauración realizada en las cubiertas durante los años 70 y 80 del siglo pasado por José Antonio Gómez Luengo -manteniendo la parte de madera y reforzando de hormigón la parte que la cubría-, que permitió que las obras avanzaran a buen ritmo, y se contó con la inestimable colaboración de la Oficina Arqueológica Municipal, que tenía un convenio con la Universidad de Córdoba (UCO), lo que «permitió llevar a cabo un magnífico levantamiento fotogramétrico de muros y techos policromados que hemos documentado y que sirva para una posterior investigación para los que estén interesados».

Aparte de eso, irónica y de forma literal, «la obra se inició por el tejado», ya que había que eliminar todo el problema de goteras y humedades. Al mismo tiempo, se trabajó en el interior de la casa para restaurar los elementos considerados importantes y consolidar estructuralmente el edificio.

Para ello, se investigó en diferentes archivos para saber a quién podía pertenecer la vivienda, que pasó por varios usos antes de convertirse en Casa Árabe: Museo Arqueológico con Samuel de los Santos Gener, sede de la delegación de Cultura de la Junta y durante muy poco tiempo como Museo de Artes y Costumbres Populares.

¿Quién vivía allí?

Así, las investigaciones determinaron que «podría ser la vivienda del abad de Rute, y en las pinturas murales aparece un sombrero de abad, pero tenemos claro que allí vivía un importante ministro de la Iglesia, seguramente un Fernández de Córdoba, que eran los propietarios originales, pero eso es algo que tendrá que determinar una investigación posterior». También se sospecha que allí pudiera alojarse el tesorero de la Catedral, entre otras cuestiones porque esa calleja tenía ese mismo nombre antes de pasar a denominarse Samuel de los Santos Gener, además de que deanes y demás también vivían en las casas aledañas que los descendientes de propietarios acababan cediendo al Cabildo.

Todo ese proceso implicaba picar las paredes intentando descubrir «el gran tesoro»; ese elemento que da sentido a un trabajo como éste y que, a la postre, deja satisfecho a cualquier arquitecto que se precie.

«Al principio, estábamos muy desencantados, porque tras siete meses de obra no aparecía nada», recuerdan. Pero, finalmente, apareció. Ocurrió en la sala de las pinturas (descubiertas por el propio Samuel de los Santos): «Aparecieron los rasgos de un arco polilobulado, que luego acabamos reconstruyendo; ésa fue la gran recompensa al trabajo minucioso que entre todos estábamos llevando a cabo, y fue muy emocionante, muy grato y de una enorme satisfacción».

Precisamente, ese arco, amén de las pinturas que surgieron en su entorno, «y que no tenían nada que ver con las que teníamos entre manos», fue la excusa perfecta para echar el resto a la hora de embellecer esa sala, que ha quedado «a modo de salón de embajadores, con ese prestigio que buscábamos darle nosotros y los que querían que el edificio fuera algo realmente representativo».

Esas pinturas nuevas, entre las que apareció una inscripción en latín que hablaba de «Jesús Padre Salvador», son las que en opinión de ambos arquitectos, tendrían que seguir investigándose para datarlas mejor. Y es que, por ejemplo, ese arco polilobulado da la sensación de que es anterior a la época mudéjar de la casa, «y parece tener reminiscencias almorávides, pero son hipótesis nuestras que se tendrían que corroborar». Al igual que otros elementos aparecidos en la casa -un capitel, una rueda de molino o una fuente de corte romano en la entrada- «que hemos preferido dejar».

Tras la remodelación, que acabó obteniendo el primer Premio Ciudad Patrimonio de la Humanidad 2011, el edificio ha pasado de tener una accesibilidad de un 90 por ciento merced a los tres ascensores que funcionan en su interior. «Todo un logro».

Por J.M.C.
Fuente: ABC

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