Danza árabe – Terapia y amor para estudiantes especiales en Cali
Los alumnos de la fundación Boteritos, ubicada en el centro de la capital del Valle del Cauca, conforman el grupo ‘Belly down’ …
En pocas partes como en esta casa de fachada de piedra se juntan al mismo tiempo tantas y tan fuertes versiones del amor. Queda detrás del colegio Santa Librada, en el centro de Cali, entre decenas de tiendas y talleres de hierro forjado y aluminio.
Hablaremos de lo que ocurre allí todos los viernes después de las diez de la mañana, cuando la profesora María Fernanda Sánchez llega a la Fundación Boteritos.
Sus 35 alumnos la esperan en actitud de enjambre de abejas, con conversaciones en todos los volúmenes que no necesariamente alguien está entendiendo. Cuando la ven, aquella locura se convierte en un caos ordenado que intenta abrazarla al mismo tiempo. Hay motivos para estar felices. Llegó el momento de bailar.
Si se tratara de coleccionar aquí fotos de las versiones del amor prometido en las líneas iniciales de este texto, la primera sería, sin duda, la de Sandra y Ricardo.
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Ella tiene 36 años y síndrome de Down. Cabello negro bien peinado con una balaca y sonrisa casi permanente. Él ronda los 55, habla bastante bien, sin importar sus problemas de aprendizaje, y su principal actividad de este viernes mañanero es caminar detrás de Sandra, su novia, ayudándola a prepararse para la clase de danza árabe.
Ella es una de las bailarinas estrella del grupo ‘Belly down’ (vientre-down) y él es el admirador enamorado que le carga el velo, le acomoda los corazoncitos que se pega en la frente y la abraza espontáneamente en un gesto siempre correspondido.
Cuando están todas maquilladas y con el pañolón de monedas amarrado a la cintura, Sandra, descalza, se pone en posición y arranca en un movimiento de cadera pegado a cada golpe de tambor.
Pone las manos en forma de cobra, dibuja ondulaciones con la pelvis, se envuelve en el velo, cambia de paso por cuenta de su propia memoria, mira a sus compañeros en el público, se ríe.
Mientras, su fan la persigue ahora con las pupilas, aplaude y la espera con un beso al final de la primera canción.
En la segunda foto aparecerían Ángela María Bolívar, de 28 años, y su mamá, Martha Jiménez.
-No se imagina todo lo que ha soltado la niña desde que baila…
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Pisando la música que sale de la grabadora con la voz a todo lo que le da, dice que miren cómo sostiene el sable con la barbilla en perfecto equilibrio, que siempre es que se le notan los tres años de ensayos y que, a propósito, Ángela es “miembro fundadora de las Belly”.
La muchacha se siente hermosa, continúa, “la danza árabe le va sacando la diosa que tiene por dentro”. Y sí, tal parece que la timidez le ha ido cediendo paso a una sutil coquetería que se nota cuando, haciendo el paso de brazos de diamante, le hace un marco a su rostro con la tela de colores. Puede ser que algo parecido le pasara a Luisa, cuyo mundo, cuando llegó a Boteritos, hace cuatro años, estaba debajo de las mesas.
La profesora confiesa que le costó convencerla de abandonar aquella burbuja, de la que solo salió el día en que llegaron a la casa de fachada de piedra los primeros caderines. Como hipnotizada, la hoy quinceañera fue conquistada por la faldita de la que penden monedas de aluminio repujado.
Entonces se dejó vestir, como Ángela, de diosa. Lo demás es una historia sencilla. Le gusta como suenan las monedas cuando se mueve. No volvió a estar debajo de la mesa.
María Fernanda Sánchez es el nombre que menos usa, vale la pena hacer la claridad. Le sirve sobretodo para efectos de bancos y esas cosas. Registró el seudónimo de Mafarab en la Notaría Primera, hace un año.
Baila árabe hace una década en restaurantes, presentaciones privadas e, incluso, fue la coreógrafa de la novela El Clon, grabada por RTI en el 2010. Le enseñó a bailar a Sandra Echeverría, la protagonista. A sus 24 años ya tiene su propia academia-fundación, en el primer piso de su casa, en el barrio Camino Real, en el sur de Cali.
Su historia sería simplemente la de una profesora de danza si no se contaran detalles como que se convierte en cocinera para preparar la cena que venderá en una noche de beneficencia para poder comprar los trajes de sus bailarinas. O como que no llegó a Boteritos por accidente.
La trajeron los pasos de su tío Julio César, de 36 años, quien asiste a la fundación desde hace cinco. Lo que hacía con él antes de ser la profesora era hacer figuritas de plastilina en casa, simplemente. Pero una conversación de su abuela con la directora de la fundación la comprometió a dar unas cuantas clases a estos chicos.
Lo que no calculó Mafarab es que cinco años después aquella idea, que ejecuta sin retribución económica, se convertiría en un lazo tan fuerte con su tío y en eso que no sabe cómo describir, pero que grafica al ponerse las manos en el pecho.
Explica que ésto no es una clase, sino una terapia, que los niños la llenan de tanto amor gratis que es ella la que no tiene cómo pagarles. Argumenta que con este baile, estos artistas han mejorado la coordinación, ejercitan la memoria al identificar los cambios y sus momentos específicos, trabajan la motricidad, la postura y hasta el equilibrio.
Este asunto le ha llevado más lejos. Los lunes a las 2:00 p. m. otra treintena de alumnos la recibe en la Sala Jorge Luis Borges del Centro Cultural de Cali. Son un grupo de chicos down (o con cualquier otra discapacidad) al que inscribió en un curso de danza árabe que iba a abrir el Municipio para ellos.
La financiación no se dio. Pero la opción de despachar a los futuros bailarines no estaba en sus planes. Si le prestaban al menos el salón, se quedaba. Entonces se quedó. Allí el grupo fue bautizado ‘Corazones del desierto’ y está integrado, en gran medida, por jovencitas ciegas.
También se trata de un tema contagioso. Su hermana, Ángela Patricia, artista dramática de la Universidad del Valle, le está siguiendo los pasos.
Desde hace cuatro meses da estas mismas clases en la Fundación Funtaes, también para jóvenes especiales. Fue capacitada en tiempo récord por Mafarab para poder cubrir este grupo, de viernes en la mañana, al cual no podía atender.
El 29 de julio , María Fernanda convirtió realidad el sueño de un Encuentro Internacional de Danza y Música Árabe, en el que participaron las ‘Belly down’ y ‘Corazones del desierto’.
Con información de :El País
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