Pedimos a Europa que no apoye la iniciativa Palestina en la ONU – (Diagnóstico:crisis de angustia (panic attack)
Gideon Saar es una estrella ascendente del Likud, el gran partido de la derecha israelí. El primer ministro y líder de la formación, Benjamín Netanyahu, escucha con atención lo que tiene que decir este político de creciente popularidad a pesar de su juventud (Tel Aviv, 1966) y de sus escasas credenciales militares. El discurso oficialista de Saar, ministro de Educación, deja poco margen al optimismo, con vistas a una solución al enquistado conflicto de Oriente Próximo. Saar insiste en viejas fórmulas y se aferra a la vuelta a las negociaciones casi como un fin en sí mismo; las mismas conversaciones de paz que hasta ahora solo han conseguido profundizar en el abismo que separa a palestinos e israelíes.
Saar no es capaz de articular respuesta alguna a los intensos movimientos diplomáticos palestinos que aspiran a lograr el reconocimiento de su Estado en la ONU después del verano. Septiembre está a la vuelta de la esquina, pero sigue sin estar claro cómo piensan los israelíes contrarrestar la iniciativa palestina. Saar explica que dedica parte de sus viajes, incluido este a España, a convencer a los miembros de la comunidad internacional de que la solución pasa por volver a las negociaciones que se rompieron por enésima vez hace nueve meses. «Estamos intentando llevar el mensaje a nuestros amigos en la comunidad internacional, a Europa para que «no apoyen movimientos unilaterales de los palestinos en Naciones Unidas». Sabemos que en la ONU hay una mayoría automática en contra de las posiciones israelíes». Prosigue: «Le pedimos a España, un país amigo con conexiones en la parte israelí y en la palestina, que fortalezca el camino de las negociaciones y no el de las acciones unilaterales».
Preguntado por los movimientos tectónicos que están produciendo las revueltas árabes en la región y por las repercusiones en Israel, Saar expresa el sentimiento de estupefacción y parálisis que cunde entre buena parte de la clase política israelí. «Experimentamos cosas sobre las que no podemos ejercer influencia pero que nos van a afectar. Es muy difícil saber cómo va a evolucionar», dice Saar, quien expresa el miedo israelí a que los islamistas salgan reforzados una vez llegue la estabilidad a los revueltos países árabes. «No hay un campo liberal-democrático en los países árabes, mientras que el extremismo islámico se extiende». Y deja de lado la diplomacia para expresar su opinión acerca del mundo árabe. «Las sociedades árabes son básicamente sociedades fallidas. No tienen democracia. Tienen economías fallidas, no están desarrolladas tecnológicamente, no hay justicia social. Son fallidas en prácticamente todos los aspectos».
Destila el ministro de Educación algo más de precisión cuando habla de política interna. Como a muchos políticos israelíes, le preocupan las tensiones que genera el crecimiento de la comunidad ultraortodoxa en Israel, que plantea un dilema formidable a su Gobierno, y los israelíes más laicos. La mayoría de «los llamados haredim, literalmente «temerosos de Dios», no trabajan y dedican su vida al estudio de los textos sagrados. Están además exentos de cumplir el servicio militar, obligatorio durante tres años para el resto de los israelíes». Saar dice que su Gobierno aspira a integrar a los ultraortodoxos en el mercado laboral y en el sistema educativo. «Estamos dando pasos que no se habían dado hasta ahora. Hemos cortado financiación a escuelas, a las dos grandes ramas haredim
[sefardíes y ashkenazíes, de origen europeo] que no cumplen los requisitos mínimos, por ejemplo si no enseñan inglés». No faltan expertos que sostienen que la solución pasa por un cambio en el sistema electoral que ponga fin al poder desproporcionado de los religiosos en el Parlamento. Saar coincide con ellos. «El sistema electoral debe cambiar. Hace falta introducir un elemento regional para que los grandes partidos tengan más poder».
Para concluir, el ministro niega el evidente y creciente aislamiento internacional de Israel. «No sufrimos ningún aislamiento.Somos invitados respetados en muchos lugares y viene mucha gente a visitarnos. Pero sí notamos que en ciertos círculos de izquierdas hay una mayor deslegitimación de Israel como Estado, no de sus políticas. Es la nueva versión de antisemitismo».
EL PAÍS – Madrid – 25/06/2011