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La Luna en la astronomía árabe


Hay varios astrónomos árabes que dan nombre a ciertos cráteres lunares. Abu Abdullah Al-Battani (أبو عبد الله محمد بن جابر بن سنان الحراني الصابي البتاني) (858-929) conocido en Occidente como Albategnius fue uno de los más grandes astrónomos de la historia. Mejoró los cálculos de la órbita lunar basándose en el trabajo de Ptolomeo, determinó con total precisión la oblicuidad de la eclíptica (la banda celeste que atraviesa el Sol en su recorrido aparente por el cielo) y midió (con una precisión de algunos minutos) la duración del año trópico y de las estaciones y del movimiento verdadero y medio del Sol. Varios cientos de años después, el astrónomo Hevelius,utilizó su trabajo para determinar los movimientos de la Luna. Gracias a sus observaciones se pudo calcular en 1749 la aceleración secular del movimiento lunar.

Alrededor del siglo IX los árabes desarrollaron el astrolabio, un instrumento básico para los estudios astronómicos en los siglos venideros. En el siglo X, los árabes se asentaron en España y establecieron su capital en Córdoba. La biblioteca de Córdoba contenía más de 600.000 manuscritos, mucho más de lo que se podía encontrar sumando todas las bibliotecas de las abadías de Francia e Inglaterra. Muchos de esos manuscritos eran traducciones de las grandes obras griegas. Algunos de los textos de la biblioteca cordobesa fueron traducidos por Al-Sabi Thabit ibn Quarra al-Harrani (ثابت بن قرة) también conocido como Thebit. Este astrónomo era conocido por sus trabajos en mecánica, astronomía, matemáticas y geometría, y sus fórmulas para calcular el área y el volumen de los sólidos fueron la base de lo que luego sería el cálculo integral. También fue uno de los primeros en criticar la visión tolemaica del cosmos y analizó diversos problemas relativos al movimiento de la Luna. También fue el traductor al árabe del Almagesto de Ptolomeo y de los Elementos de Euclides.

Pero la única obra referida a la Luna escrita entre los tiempos de Plutarco y el Renacimiento, un período que abarca 14 siglos, se debió al cálamo de Al-Hasan ibn al-Haytham (أبو علي الحسن بن الحسن بن الهيثم) (965-1039), más conocido como Alhazen.

Alhazen abandonó un lucrativo trabajo como funcionario civil en Basora y viajó a Egipto alrededor del año 980 para dedicarse a la ciencia. El gobernante de la época Al-Hakim, era un califa cruel y excéntrico. Tras el saqueo de al-Fustat ordenó matar a todos los perros de la ciudad, ya que sus ladridos lo molestaban. También prohibió el consumo de algunas verduras y mariscos, ya que a él no le gustaban. Pero a pesar de este quisquilloso comportamiento se rodeó de científicos y astrónomos, entre ellos Ibn Yunis (ابن يونس), un astrónomo despistado y descuidado famoso por sus tablas trigonométricas y astronómicas.

Calendario Islámico

En la religión islámica es muy importante el conocimiento de los movimientos de la Luna y el Sol para determinar las fechas del calendario musulmán, la tarea de Ibn Yunis consistía en buscar en el cielo cada mes el creciente lunar. También describió cuarenta conjunciones planetarias y treinta eclipses lunares. ibn Yunis murió de una forma bastante extraña, a pesar de contar con buena salud aseguró que moriría los siete días de realizar su predicción. El día previsto se dedicó a sus asuntos habituales, se encerró en su casa y recitó el Corán hasta que murió como había predicho.

Mientras tanto en Egipto, Alhazen era el encargado de controlar las crecidas del Nilo, que desde época de los egipcios se creía que estaban gobernadas por la Luna. Como era de esperar sus predicciones fallaron y tuvo que simular estar loco hasta que el califa murió y el pudo regresar a su patria, donde escribió dos obras sobre la Luna: Acerca de la luz de la Luna y Naturaleza de las marcas visibles en la cara de la Luna. Al contrario de lo que se pensaba en la época dedujo que las manchas visibles en la Luna no eran fruto de emanaciones de vapores, sino de terrenos de distinta naturaleza.

Otro de los grandes astrónomos árabes fue Abu Ishaq ibn Yahya al-Zarquali (إبراهيم بن يحيى الزرقالي) (1028-1087), conocido por Azarquiel. Fue el compilador de las famosas tablas toledanas y Copernico que revolucionó la astronomía agradece sus trabajos y los de Albategnius en su famoso libro De Revolutionibus Orbium Celestium.

 


El primer astrónomo original de Al-Andalus y el más importante científico de la época (siglo X) fue Maslama ben Ahmad Al-Majriti, llamado justamente “El Euclides de España”. Fundó una escuela de Astronomía y Matemáticas en Córdoba, en la que se confeccionaron las primeras tablas astronómicas de la península. Dejó un gran legado escrito sobre la ciencia matemática y astronómica, entre los que destacan comentarios a la obra del matemático oriental Al-Khwarizmi, sobre el astrolabio, y otros temas. Añadió nuevas tablas astronómicas a las conocidas hasta entonces, adaptándolas al meridiano de Córdoba y perfeccionando el mapa del cielo. Asimismo convirtió el calendario persa a las fechas árabes, empleando la Hégira como punto de referencia. Escribió, además, libros sobre Medicina, Ciencias Naturales y Alquimia.

También era de origen español, según aseguran en Pedroche (y en la lista de astrónomos españoles de la Wikipedia en esloveno), Nur Al-din Ibn Ishaq Al-Bitruji, conocido en Occidente como Alpetragio. Se educó en Sevilla. Publicó el libro titulado Libro de la Forma en el que se expone una nueva teoría relativa al movimiento de los astros, con la que trató de corregir la discordancia entre las hipótesis de Ptolomeo y la teoría del movimiento de Aristóteles, explicando los movimientos siderales a partir de un movimiento en espiral alrededor de la Tierra. Su obra recibió una calurosa acogida, se tradujo al hebreo y de esta lengua al latín, se publicó en Viena en 1531 y mantuvo su influencia en Italia hasta el siglo XVI.

Otro astrónomo médico y filósofo musulmán andalusí, nacido en Guadix en el siglo XII, fue Abu Bakr Muhammad ibn Abd al-Malik ibn Muhammad ibn Tufail al-Qaisi al-Andalusi (بكر محمد بن عبد الملك بن محمد بن طفيل القيسي الأندلس) , más conocido como Abentofail o Abubácer, a quien Averroes y Alpetragio veneraron como maestro y amigo. Vivió en Córdoba y Sevilla y fue cadí con los almohades, que le colmaron de honores. Emigró al norte de África, donde fue médico del rey de Fez hasta 1185, año de su muerte. Fue, como casi todos los científicos de su época, un sabio enciclopédico, filósofo, astrónomo y médico. Estudió a Ptolomeo y a Avempace, y se opuso al sistema del primero, negando la posibilidad de los movimientos, tanto en órbitas circulares excéntricas, como en el sistema de epiciclos y deferentes. De sus actividades como filósofo, matemático y médico han quedado muy pocas obras y, desgraciadamente, ninguna como astrónomo; sólo sabemos por sus discípulos que tenía teorías originales sobre el movimiento de los astros: “Has de saber, dice Alpetragio, que el ilustre cadí Abentofail nos dice que ha encontrado un sistema astronómico y unos principios científicos para demostrar los movimientos de los astros distintos de los principios propuestos por Ptolomeo, sin admitir excéntricas ni epiciclos; con este sistema todo se ve confirmado y nada resulta falso”.

 


En el siglo IX, Abu al-‘Abbas Ahmad ibn Mohamed ben Ketir al-Fargani (أبو العبّاس أحمد بن محمد بن كثير الفرغاني) tradujo al árabe los textos griegos. Sobre el año 820 encontró la máxima declinación del Sol, estimándola en 23º 35’. Escribió una obra muy importante traducida al latín en el siglo XII Elementos de astronomía, y un libro sobre los relojes solares y sobre la forma del planisferio y del globo celeste.

Abbas ibn Firnas (عباس بن فرناس) nació en Ronda y murió en Córdoba en el año 887 d.C. Ibn Firnas fue el primero de Al-Andalus en usar las tablas astronómicas, necesarias para el ulterior desarrollo científico europeo. Durante su época, en Occidente, comienzan a utilizarse las cifras árabes o numerales y se hace mención por primera vez a la brújula. Construyó además un reloj anafórico y la primera esfera armilar europea.

Bibliografía:

The Moon: A Biography David Whitehouse Headline, 2001.

Historia General de las Ciencias: La Edad Media VV.AA., Orbis, 1988.

Fuente: mizar

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