Jericó- La ciudad habitada más antigua de la historia
Jericó está situada a orillas del río Jordán, ubicada en la parte inferior de la cuesta que conduce a la montañosa meseta de Jerusalén, en la cordillera central de Palestina, a unos 8 km de la costa septentrional de la cuenca seca del Mar Muerto.
Durante el último siglo, cuatro arqueólogos destacados han excavado en el sitio: Carl Watzinger (1907-1909), John Garstang (fines de la década de 1930), Kathleen Kenyon (1952-1958) y, actualmente, Bryant Wood. El resultado de estos trabajos ha sido notable.
Primero, descubrieron que Jericó tenía un sistema de fortificaciones impresionante. Un muro de retención de cinco metros de altura rodeaba la ciudad. Encima del muro, había un muro de ladrillos de unos dos metros y medio, fortalecido por detrás por un murallón de tierra.
Primera ciudad de Cisjordania que entró al régimen de la Autonomía Palestina durante el fracasado proceso de paz de Oslo entre 1993 y 2000, Jericó fue también la localidad menos afectada por la Intifada de Al-Aksa y, con excepción de un breve período de dos o tres meses, emergió como una isla de paz en medio del mar de violencia que sacudió la región a principios del siglo XXI.
Su regente insiste en que la ciudad es ahora «totalmente segura» y recuerda que los últimos esfuerzos por la paz en Oriente Medio condujeron a la supresión de los controles israelíes, que se localizaban a la entrada de la misma.
La ciudad más antigua
Jericó, la ciudad habitada más antigua del mundo y también la más baja del planeta, cumple sus primeros 10.000 años en pleno apogeo turístico y una variada oferta arqueológica que traslada al visitante desde la modernidad hasta los esotéricos rituales de la remota cultura natufiense, pertenecientes a una cultura anterior a 9.000 A.C. y a los que siguieron una serie de tribus del periodo Neolítico Pre-Cerámico, las cuales dejaron edificaciones aún visibles en el yacimiento de Tel As-Sultán.
Los restos arqueológicos muestran la expansión de sus murallas realizadas aproximadamente en el 1.700 A.C., un indicio de prosperidad, pero Jericó fue de nuevo destruida 150 años después y quedó abandonada hasta el Siglo IX antes de nuestra era.
Como mancha verde en un amarillento desierto, Jericó se encuentra en el valle del degradado río Jordán, un nombre que recogido por la Biblia ha impregnado de misticismo toda la región desde tiempos inmemoriales.
El origen de Jericó
Sus denominaciones semitas –«ariha» en árabe y «yerijó» en hebreo- palabras que, según otras teorías, también podrían aludir a la «fragancia» que se respira en el principal oasis del valle del Jordán, donde se mezclan el perfume de azahar y los aromas cítricos.
Según relatos bíblicos, Josué y los israelitas armaron un tumulto que derrumbó las murallas de Jericó, ciudad de Canaán. Las murallas a las que hace referencia cuentan conde 3.200 años de antigüedad. Estaban construidas sobre otras, que a su vez se levantaron sobre otras. Tal vez allí resida la razón de la facilidad con que cayeron a la llegada de Josué y su cuadrilla armada.
Declarada la ciudad más antigua del mundo hallada hasta ahora, anterior aún a las antiguas civilizaciones de los ríos Tigris y Éufrates situados en el actual Irak.
Estudios arqueológicos sostienen que Jericó era más un pueblo que una ciudad, pues no hay evidencias de una gran sociedad urbana. Aun así, Jericó, ubicada en un oasis alimentado por manantiales que todavía alivian la sed de los residentes palestinos de la ribera izquierda del Jordán, ofrece un asombroso ejemplo de asentamiento primitivo construido para durar, y para mantener lejos a los extraños.
Jericó era ya una reliquia cuando Josué llegó ante los muros. La ciencia ha fechado los edificios más antiguos como anteriores a 8000 a.C., hace por lo menos 10.000 años. La ciudad fue abandonada y reconstruida unas 20 veces según los datos arqueológicos aportados hasta ahora.
Los científicos saben cómo fue edificada, y conocen el diseño de los barrios residenciales, circulares primero y luego rectangulares. Los investigadores especulan sobre el estilo de vida de la gente, basados en los objetos encontrados, así como restos humanos. Lo más significativo es que las murallas y la elevada torre de piedra narran una historia. Revelan a los investigadores que los habitantes de Jericó trabajaron unidos con un propósito común, la construcción de estructuras civiles para la defensa de la comunidad. Trabajar en conjunto de manera organizada, sea voluntariamente o por órdenes de un gobernante de mano dura, es signo de civilización.
La destrucción de sus muros
Los arqueólogos encontraron que, en una parte de la ciudad, había grandes pilas de ladrillos en la base tanto del lado interno del muro como del externo, lo que indicaba un desmoronamiento repentino de las fortificaciones. Los eruditos piensan que un terremoto, (que podría explicar también la detención del flujo del Jordán en el relato bíblico), causó este colapso.
Los ladrillos del desmoronamiento formaban una rampa mediante la cual un invasor podría entrar fácilmente en la ciudad, (Josué 6,20b: El pueblo subió a la ciudad, cada hombre derecho hacia adelante, y tomaron la ciudad). Con relación a este sorprendente descubrimiento, Garstang dice: “En cuanto al hecho principal, entonces, no queda ninguna duda: los muros cayeron hacia fuera tan completamente que los atacantes podrían haberse trepado sobre las ruinas de la ciudad”. Esto es notable, porque cuando son atacadas las ciudades, los muros caen hacia adentro, y no hacia fuera.
Los arqueólogos no cuentan con referencias escritas que pongan de manifiesto detalles de los habitantes primitivos de Jericó. A pesar de contar con tanta antigüedad, no se han encontrado hasta el momento registros escritos de su existencia que arrojen claridad a los orígenes de su civilización.
Con información de palestinalibre
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