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Tres muertos y diez mujeres en burkini

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Diez señoras que usaban burkini han sido sancionadas.

Durante el mes de julio y agosto de este año, más de un millón de mujeres musulmanas se han bañado en las costa de Francia, pero sus cuerpos, puestos al sol, por muy hermosos que pudieran ser, no han merecido la atención de los grandes medios de masas y de los legisladores. Las protagonistas han sido una decena de mujeres que usan para ir a la playa el burkini. Estas mujeres han sido multadas por no vestir adecuadamente y se ha decretado una legislación que va en contra de su libertad religiosa. Cannes, Villeneuve-Loubet y Sisco han prohibido el acceso a sus playas a todas las mujeres con ‘burkini’, bajo la amenaza de una multa de 38 euros. Se ha vulnerado la declaración Universal de Derechos Humanos que dice literalmente:

Artículo 18. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.

Ante la presencia de estas mujeres, con su cuerpo tapado por los burkinis, algunos legisladores franceses han enloquecido, y en su demente razonamiento les han impedido ir vestidas de esa forma. No han hecho lo mismo con los punkies, los snobs, los heavies o los pijos. El blanco de su histeria han sido una decena de mujeres vestidas con burkinis para ir a la playa. No se ha obligado a los skin-head a dejarse crecer el pelo, y a dejar de ir con botas pero sí se ha prohibido a estas mujeres ir tapadas a la playa con burkinis.

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No crean que esta prohibición de llevar burkini a la playa se ha establecido porque algunos legisladores franceses, en su delirio machista, necesiten ver carne fresca femenina, sino porque quieren combatir el terrorismo, y preservan el estado laico francés, frente a una decena de mujeres, cuya presencia, según la mente febril de estos legisladores, hace tambalearse todos los principios identitarios de Francia. El Primer Ministro Francés, en un nuevo acto de islamofobia ha declarado que el ‘burkini’ «no es compatible con los valores de Francia y de la República» y ha añadido que «Entiende que los ayuntamientos, en un momento de tensión, tengan el reflejo de buscar soluciones, de evitar problemas de orden público». Si se prohíbe el burkini ¿por qué no se prohíben los McDonald’s o las pizzerías, que no forman parte de la identidad cultural francesa? y, si una mujer no es libre para taparse el cuerpo como la de la gana, ¿dónde están los principios de la libertad consagrada por la revolución francesa?.

Se está manipulando la laicidad para generar un problema artificialmente donde antes no existía.  Se está enfrentado a los musulmanes con el resto de la población de manera artificial y se está imponiendo un canon de mujer que no deja de ser la expresión del machismo y el neocolonialismo, que una vez más «quiere civilizar a los musulmanes y en concreto a sus mujeres diciéndoles cómo tienen que vestir». El neocolonialismo es heredero del colonialismo decimonónico, que cometió un sinfín de masacres por todo el mundo, y cuyos valores morales y éticos fueron puestos de manifiesto por el genocidio y el exterminio de pueblos enteros en África y Asia, durante el siglo XIX y hasta mediados del siglo XX.

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Una decena de mujeres con Burkini tampoco representan ningún problema de seguridad, ya que en sus ropas no se puede esconder una bomba, algo que si se puede hacer en una cesta o en una mochila que se lleva a la playa.

Se está creando una psicosis colectiva en la población Francesa, (y Europea, en general), a costa del islam, estigmatizando a los musulmanes constantemente y señalándolos como presuntos o potenciales terroristas, para justificar una política de intervención en Oriente Medio que, básicamente, consiste en gastar dinero en armamento y saquear a los pueblos de todas sus riquezas.

Se podría hablar de un neocolonialismo de tercera generación, donde los pueblos no son invadidos físicamente por potencias occidentales, sino que éstas utilizan como instrumento de dominio y saqueo a grupos terroristas, que arman y entrenan. Estos grupos terroristas son financiados en su mayor parte por países del Golfo Pérsico y adoctrinados en el llamado salafismo wahabí, a lo que se añade un componente ideológico claramente fascista, y que se demuestra por el uso (y el culto) a la violencia extrema. No existe por tanto un islamo-fascismo o una versión fascista del islam, sino una manipulación del islam, donde se unen componentes fascistas y salafistas, para lavar el cerebro de delincuentes salidos de la cárcel, de fanáticos y de mercenarios, que encuentran en esta ideología criminal, un modus operandi para sus despreciables vidas.

Esta psicosis colectiva de miedo al musulmán está siendo alimentada por los grandes medios de comunicación, que actúan como voceros de sus amos, difundiendo, manipulando y exagerando continuamente noticias que unas veces son falsas y otras carecen de la relevancia que se les da.

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Si atendemos a la tipología de los terroristas de los últimos atentados, podemos ver que el asesino de Niza recibió 100.000 euros que hizo llegar a su familia, que el asesino del hacha en Alemania era un enfermo mental y que los asesinos del sacerdote francés eran dos ignorantes embrutecidos y adoctrinados. Es decir, mercenarios, enfermos mentales y fanáticos, al servicio del nuevo colonialismo occidental, que está desintegrando y balcanizando países enteros, (como Libia, Siria, Somalia o Afganistán), para extraer sus riquezas en el mercado negro, mientras miles de personas son asesinadas, con la completa indiferencia de los medios de comunicación occidentales, donde los atentados terroristas de Bagdad, Pakistán o Siria, apenas son algo más que una nota a pie de página. Neocolonialismo de tercera generación.

Ante tales circunstancias no deberíamos sorprendernos de que en Twitter se emitan diariamente una media de casi 7.000 mensajes  islamófobos en el mes de julio o de que el 15 de julio del 2016, se registraran 21.190 mensajes islamófobos después del atentado terrorista ocurrido en Niza (Francia), cuando un camión arrolló a una multitud, matando a 85 personas, de las cuales 31 eran musulmanas, para información de los islamófobos que se dedican a atacar el islam desde internet.

Khalid Jabara fue asesinado a tiros por su vecino Stanley Vernon Majors, quien se dirigía a él y a su familia de manera habitual como «sucios árabes o inmundos libanenes». Este crimen, apenas si ha tenido repercusión en la prensa occidental. Diez señoras en burkini eran una noticia más interesante que el asesinato de un árabe a manos de su vecino, presuntamente islamófobo.

El Maulama Akonjee, que ejercía de imám en una Mezquita de Queens, y su ayudante Thara Uddin, murieron asesinados, cuando salían de la mezquita Al Furqan Jame Masjid, por un extraño desconocido no identificado en lo que parece ser un delito de odio, pero este crimen tampoco ha tenido en los grandes medios de masas la misma atención que la prohibición de los burkinis. Las asociaciones musulmanas estadounidenses, relacionaron estos hechos con el lenguaje de odio islamófobo de Donald Trump y sus constantes ataques verbales contra el islam, pero nadie ha sancionado a Donald Trump, sin embargo diez señoras que usaban burkini sí han sido sancionadas.

La islamofobia es una cáncer que habita en muchos medios de comunicación y que está calando en la sociedad enfermándola hasta el extremo de ir destruyendo la libertad religiosa y los derechos civiles.

Por Ángel Álvarez Hernández
Con información de: Webislam

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