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Gobierno sionista en pie de guerra contra los beduinos

Esta comunidad protesta por el plan del Parlamento de Israel de expulsarles de sus tierras.El Gobierno de Tel Aviv quiere urbanizar las áreas tribales donde viven desde hace siglos.

Comunidad de beduinos en el desierto del Néguev ©Esteban Alerman
Comunidad de beduinos en el desierto del Néguev ©Esteban Alerman

Quince policías heridos y decenas de manifestantes detenidos es el balance de los violentos enfrentamientos que han despertado los primeros temores en la Palestina ocupada, ante una «Intifada beduina». Con el apoyo de diputados árabes del Parlamento israelí (Knésset) y varias ONG de izquierda, un sector importante de la comunidad beduina lucha para tumbar el Plan Prawer-Beguin que busca reubicar beduinos de aldeas no reconocidas del desierto del Néguev (sur del país) a nuevas localidades urbanas.

Se trata de un conflicto que mezcla ingredientes políticos, sociales, históricos, demográficos, económicos, culturales y tribales, que tiene potencial de convertirse en una bomba de relojería en la Palestina ocupada.

«El plan supone la expulsión de miles de beduinos y la destrucción de sus casas. Además, intenta acabar con la forma de vida y costumbres de los beduinos», explica  muy enfadada, Hudah Haeb, una activista que participó en el llamado «Día de la Ira» en localidades de la Palestina ocupada con fuerte presencia árabe (Haifa, Yafo) y en Ramalah (Cisjordania).

Si se aprueba y aplica el plan, afectaría a miles de beduinos (según diversos cálculos, entre 30.000 y 40.000 personas) de 35 poblados no reconocidos y, por tanto, sin infraestructuras básicas como electricidad. El Plan contempla entregar a los demandantes beduinos compensaciones económicas y un terreno en las cuatro nuevas localidades que el Estado pretende construir cerca de las aldeas.

Tramitación parlamentaria

El plan aún debe ser votado en una segunda y tercera lectura en la Knésset y también cuenta con la oposición de diputados y ministros nacionalistas contrarios a las compensaciones contempladas en la ley del Gobierno de Benjamin Netanyahu. Lo llaman «regularización de una ilegalidad». «Israel «da un premio económico y terrenos a los que construyeron sin permiso y no han logrado demostrar su propiedad de las tierras» (sic),(es muy gracioso,justamente ellos que basan el «título de propiedad» sobre la tierra palestina usurpada en base a la Toráh!). Les damos incentivos por ocupar una tierra estatal (súper-sic)y ellos responden con una Intifada y banderas de la OLP», denuncia el ministro de Transportes, Israel Katz que votó en contra del plan pese a pertenecer al mismo partido que Netanyahu.

Portavoces del Gobierno afirman que la mayoría de beduinos apoya el proyecto «para reducir las diferencias con el resto de la sociedad». El responsable para su aplicación y el desarrollo de los beduinos en el Néguev, Doron Almog, acusa: «Determinados elementos políticos radicales manipulan la situación con el único objetivo de atacar a Israel. Los beduinos son ciudadanos israelíes a los quedemos dar todos los servicios. Muchos de ellos han servido en el ejército dando su vida por el país. Ninguno se considera palestino«(sic).

«El 85% de los beduinos en la zona no tiene ninguna demanda sobre la propiedad de las tierras en el Néguev. Hoy viven 90.000 beduinos en poblados muy pobres. No se trata de expulsarles sino reubicarles en las mismas zonas. Y sobre todo regularizar y mejorar su situación a nivel social, económico y de infraestructuras. Es nuestro deber hacia personas que son ciudadanos de Israel. Seguir el actual ‘status quo’ bajo la pobreza sólo beneficia al Movimiento Islámico y grupos radicales», nos dice Almog.

Una comunidad de 200.000 miembros

Con la usurpación de la Palestina histórica por el sionismo en 1948, la comunidad beduina en el sur contaba con 10.000 personas. Hoy son 200.000. Entre ellos, 80.000 viven en poblados no reconocidos (sic). Rahat, con unos 60.000 habitantes, es la ciudad beduina más importante.

«Pueden llamarlo como quieran pero se trata de un plan racista para expulsarles de sus tierras», afirma el diputado árabe israelí Ahmed Tibi, que asimismo denuncia «el desproporcionado uso de violencia para reprimir las manifestaciones». Cuando hace seis meses el plan superó la primera lectura en el Parlamento, Tibi subió al atril de la Knésset para romper el documento y echarle un vaso de agua.

La Asociación de Derechos Civiles en Israel (ACRI) se ha movilizado para luchar contra el plan. «Se trata de expulsar a los beduinos y condenarles a las localidades urbanas donde vivirán en la pobreza y desempleo. El significado de la ley es que los beduinos no pueden ser beduinos. Lucharemos para evitar la demolición de poblados que estaban antes de la creación del país», dice el presidente de ACRI, el escritor israelí Sami Michael.

Antes de viajar a Italia, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu ha condenado «los violentos desórdenes». «Es muy grave que una minoría bulliciosa y radical intente evitar un futuro mejor para una parte importante y grande de la población. Seguiremos promoviendo esta ley que busca un futuro mejor para todos los ciudadanos del Néguev».

Por Sal Emergui
Con información de El Mundo

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