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Viaje al corazón del islam

Imagen elegida por el museo para promocionar la muestra en su web.

Desde Ceuta hasta Estambul, desde Mombasa hasta Damasco, desde Batavia hasta Calcuta, más de tres millones de musulmanes enfilan hacia la Meca todos los años, atraídos magnéticamente por la Kaaba, hacia donde dirigen a diario sus oraciones. Para poder llegar al ‘Cubo’ negro, eso sí, hay que ser estrictamente musulmán; todos los demás deberán las indicaciones que en la carretera marcan el camino en inglés a los ‘non-muslims’, que nunca podrán pisar el lugar sagrado durante el Hajj, la mayor peregrinación colectiva del planeta…




«El Hajj es el quinto pilar del islam y el único que los no musulmanes no podemos compartir y ni siquiera observar», explica el director del British Museum, Neil MacGregor. «De alguna manera, ese es el propósito de esta exposición: hacer ver a la gente en qué consiste el peregrinaje islámico, para poder entender mejor su cultura».

Hasta la propia Venetia Porter, la máxima experta en el islam del museo, reconoce que se ha quedado a las puertas de la Meca en la fecha clave (que oscila cada año, por la diferencia entre el calendario árabe y el gregoriano). Por eso ha tenido que apoyarse en Qaisra Khan, que completó el peregrinaje por primera vez el año pasado y regresó con un cargamento de telas, tapices, ofrendas y regalos que ahora cuelgan en el interior del museo como muestra del intercambio cultural entre musulmanes de 180 nacionalidades.

‘Hajj: viaje al centro del islam’ arranca con la llamada a la oración (salat) y el rumor cercano de miles de peregrinos con sus chilabas blancas. Las mujeres, de negro, se perciben como sombras. Y pese a todo el esfuerzo del British Museum, que dedica su monumental rotonda a la exposición, uno no tarda en sentirse excluido o ajeno a todo lo que se ve y no se ve.

La exposición, que incluye desde los legendarios manuscritos de Timbuktu a una edición digital del Corán digital, ha sido posible gracias a los préstamos de 13 países, pero cuenta sobre todo con el patrocinio del Gobierno de Arabia Saudita, que fiel a su secretismo habitual ha puesto sus limitaciones.

El misterio del cubo

Por ejemplo, podemos ver el ‘mahmal’ (el palio sagrado y rojo transportado en camello en la caravana de peregrinos) y admirar la ‘sitara’ (la tela negra que cubre la entrada de la Kaaba). Pero no es posible ver imágenes del interior del Cubo sagrado. «No hay casi fotos y las que hay no tienen calidad», explica Venetia Porter. «Sabemos que es un espacio vacío y poco más… Es justo decir que el corazón de esta exposición sigue siendo un misterio».

A cambio, hay recreaciones artísticas de la Kaaba, como la que firma Ahmed Mater al-Ziad, que la ve como un imán rodeado de alfileres. Vemos también imágenes inéditas de los pórticos de la mezquita de Masjid al-Haram y fragmentos de los diarios de los peregrinos, que muchas veces han tenido que recorrer en condiciones precarias y polvorientas más de 2.000 kilómetros, atravesando desiertos y viajando en caravanas para poder llegar a la Meca.




Lo más cercano a un testimonio directo «occidental» sigue siendo al cabo del tiempo el del explorador Richard Burton, que en 1853 llegó incluso a tocar la «piedra negra» y que narró así su sensación dentro de la Kaaba: «No negaré que mirando a los muros sin paredes, con la gente vigilando en la puerta y la multitud de fanáticos excitados fuera tuve la sensación de estar en una ratonera».

Neil MacGregor, el director del museo, nos invita a dejar fuera los prejuicios orientales e intentar hacernos una idea de la magnitud casi celestial del Hajj: «Se trata de la mayor intersección mundial entre la teología y la logística».

Por Carlos Fresneda

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