El Masbaha de mi abuelo
De pequeño solía verlo sentado frente al gran granado del patio en la vieja casona de Damasco. Con la mirada perdida como queriendo adentrarse a un inmenso mundo interior.
Entre sus manos que delataban casi un siglo de trabajo duro, un masbaha con cuentas de madera y marfil parecía explicar cada día de su vida en esta tierra.
Recitando oraciones secretas en cada esfera, un eterno suspiro en cada cuenta, una plegaria y una respuesta a la pregunta que solo él podía conocer.
El masbaha de mi abuelo era el camino a la sabiduría, el perdón, la paciencia, la contemplación y la paz.
El atardecer no se hacía esperar y después de darle muchas vueltas levantaba su mirada en torno a mí, esbozaba una leve sonrisa y con sus ojos de muchos amaneceres y desiertos eternos, alineados a los míos decía con voz suave cual canción de cuna: Bismilahi Rahmani Rahim.
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