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El novelesco vapor del Nilo

El Steam Ship Sudan fue construido en 1885 e inspiró a Agatha Christie la novela Muerte en el Nilo AFP/ John Frumm
El Steam Ship Sudan fue construido en 1885 e inspiró a Agatha Christie la novela Muerte en el Nilo AFP/ John Frumm

Perdí el último tren del Orient Express, un mito desvanecido. Sólo quedan los banalizados cruceros por el Nilo que antaño zarpaban de los muelles cairotas de Maspero, para evocar una época exótica del Egipto colonial, con románticos viajeros y un trasfondo de estereotipadas imágenes orientales que nunca existió.

Directivos de la agencia Viajeros del Mundo, asociados con un armador egipcio, han restaurado el Steam Ship Sudan que había sido construido en 1885 por la histórica agencia pionera del turismo Thomas Cook, de Londres, que navegó en la belle époque de los viajeros fascinados por el Nilo. “Del Nilo –escribió Terenci Moix– que me había elegido y no yo a él”.

Fue la familia real egipcia, el monarca Fuad I, quien encargó su construcción. Su hijo Faruq I fue derrocado en 1952 por Gamal Abdel Naser y sus oficiales libres. El barco llevaba ese nombre porque entonces Sudán era un dominio angloegipcio y estaba sometido a la corona de Egipto. Fue el último barco de vapor de la agencia Thomas Cook, que después los construiría con motores diésel.

Es el mismo barco que inspiró a Agatha Christie su famosa novela policiaca Muerte en el Nilo. La escritora acompañaba a su esposo, Max Mallowan, eminente arqueólogo, en sus expediciones a Egipto, Mesopotamia, en aquel tiempo en que se confundían arqueología, espionaje, intrigas diplomáticas en un Oriente Medio en decadencia.

El mecanismo que le permite navegar no ha muerto en el Nilo sino que ha sido renovado. Utiliza combustible en vez de carbón con un motor de pistones y con las mismas técnicas de la época. El timón ha sido reemplazado por un motor de trescientos caballos. Avanza a paletazos de las ruedas laterales, lentas, tozudas como norias.

Todo ha sido restaurado en el barco para guardar el sabor de antaño, como una escalera de madera minuciosamente encerada, teléfonos historiados, buzones para cartas grabados con letras de cobre.

Maruja Torres publicó su novela Sin entrañas en la que con ironía describe un ambiente parecido al de Agatha Christie en el que personajes caricaturescos, ridículos, remedaban aquel género romántico de intrigas de indolentes viajeros europeos en busca de aventura. La escritora se deja llevar por “este trasnochado encanto de opereta orientalista, ajada farsa que todavía no pocos occidentales se empeñan en representar”.

En el salón del vapor como hizo Hercules Poirot, la intrépida inspectora Diana Dial descubre al autor del crimen que investiga en su travesía.

En estos tiempos de horror y catástrofes se cultiva en estos pueblos la nostalgia, incluso una cierta nostalgia por la monarquía egipcia, a la que se están dedicando varios seriales televisivos en este mes del Ramadán. “Soy hijo del camino, caravana es mi patria, y mi vida la más inesperada travesía” dijo un personaje de Amin Maalouf .

Es un magnífico lema que evoca un estilo de vida levantino, cantado por Georges Moustaki, descrito por poetas y artistas de la palabra, periclitado en estas costas del Mediterráneo oriental. En la restauración de este barco de vapor hay un elemento argumental imposible de revitalizar.

En la literatura árabe contemporánea es completamente imposible el género de la novela policiaca. Es inconcebible en esta sociedad que un inspector de policía pueda desenmascarar por su cuenta y riesgo, a un estadista, un político, un potentado, y llevarle a los tribunales. En las rebeliones árabes se intentó quebrar el miedo a los mujabarat o agentes de los servicios secretos.

Es una literatura sin Agathas Christies.

Por Tomás Alcoverro
Con información de: La Vanguardia

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