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Refugiadas sirias temen por sus bebés

Refugiada siria ©Muhammed Muheisen(AP)
Refugiada siria ©Muhammed Muheisen(AP)

Entre las tiendas del campamento informal para refugiados sirios en Jordania, las mujeres se esfuerzan por cuidar a sus recién nacidos entre tormentas de arena y una pobreza abrumadora.

Más de 4 millones de sirios han huido del país y ahora están registrados como refugiados, según Naciones Unidas. La mayoría afronta circunstancias desesperadas, incluso en campos registrados en Jordania como Zaatari. Pero los que viven en campamentos extraoficiales, como este cerca de la localidad jordana de Mafraq, afrontan duros dilemas como vivir cerca de sus empleos en granjas locales o disfrutar de más libertad.

Muchas de estas mujeres, a las que AP había fotografiado y entrevistado antes en marzo para una historia sobre sus vidas como refugiadas embarazadas. Meses más tarde, el jefe de fotografía de AP para Oriente Medio, Afganistán y Pakistán, Muhammed Muheisen, regresó para ver cómo han cambiado sus vidas desde el nacimiento de sus hijos.

Wadhá Hama, de 22 años y que acaba de dar a luz a su primogénito, Ra’fat, dejó claros los desafíos a los que se enfrentan los refugiados: «El invierno es muy frío, el verano es caluroso y seco. Mi esposo apenas trabaja, y algunas de las decisiones que tuvimos que tomar fueron sobre qué es más importante: ¿Comprar pan para alimentarnos o medicinas en caso de que lo necesite mi hijo? Un día de tratamiento para mi bebé que sufría diarrea es como un mes de trabajo para mi marido».

A continuación, algunas historias sobre su sobrevivencia:

UNA TORMENTA DE ARENA REPENTINA

Talia Farhan, de 33 años y nativa de Dará, Siria, dijo que su quinto hijo, Belal, nació entre las tiendas de Mafraq pero tenía buena salud hasta el día en que una tormenta de arena golpeó su campamento.

«Nuestra tienda se nos cayó encima. Tomé a mi recién nacido en brazos y corrí sin rumbo con mis otros hijos hasta que todos nos escondimos en la tienda de un vecino durante dos horas, hasta que se calmó la tormenta», recuerda Farhan. «En esas dos horas no dejamos de llorar, daba mucho miedo. Hasta ahora, todos mis hijos sufren infecciones por el polvo».

Mona Husein, de 33 años y oriunda de Hasaké, en Siria, dio a luz a su hija Zahra, su tercera hija, justo antes de la tormenta.

«Nos quedamos solos. Nadie viene a vernos. Vivimos en la cuneta», dijo Husein. «El día de la tormenta, hace unas semanas, creí que todos íbamos a morir. Abracé a mi hija y no paraba de llorar».

FACTURAS DE MEDICINA

Jalida Musa, de 28 años, que llegó a Mafraq desde los alrededores de la capital siria, Damasco, tuvo hace poco a su hijo Abdulelá, su cuarto hijo.

«Di a luz varios días después de salir de cuentas, y tenía tanto miedo», dijo Musa. «Tuvimos que pedir dinero prestado para que diera a luz, y hasta ahora mi marido no lo ha devuelto. No puede permitírselo».

Fidá Ali, de 18 años y procedente de Ghuta al-Sharquiya, en Siria, dio a luz a su primera hija, Jadija, el 14 de agosto. También teme los gastos médicos.

«Hace dos años salimos de Siria sin nada y hoy no tenemos nada. Ojalá alguien se acercara a nosotros, nos ayudara, nos sacara de la miseria», dijo Ali. «Al día siguiente me desperté preguntándome cómo voy a criar a mi hija en esta tienda. ¿Qué haré si enferma?».

DESESPERACION

Bushra Eidá, de 16 años y también de Ghuta al-Sharquiya, sabía que la vida sería más dura con el nacimiento de su hija Salam, pero sigue sintiéndose decepcionada en este «mundo injusto».

«Antes éramos dos y ahora somos tres», dijo Eidah. «Cuando sólo éramos mi marido y yo, no importaba si dormíamos con hambre, pero ahora tenemos una hija y no sabemos cómo vamos a alimentarla».

A Mahdiya Aljalid, de 36 años y nativa de Hama, Siria, también le preocupaba el futuro cuando se quedó embarazada de su segunda hija, Mariam. Ahora que la niña tiene cuatro meses y medio, esos desafíos parecen aún mayores.

«Somos los que viven fuera de los campos registrados en condiciones miserables», dijo Aljalid. «Mi esposo no tiene trabajo. Todo lo que queremos es que la gente nos ayude y nos preste algo de atención».

Y Huda Alhumaidi, de 30 años y también de Hama, simplemente no sabe qué hacer tras el nacimiento de su séptimo hijo, Islam.

«No tengo palabras, no me quedan palabras». Alhumaidi. «Hemos terminado de quejarnos y de mendigar ayuda. Aquí estamos abandonados».

ESPERANZA INCIERTA HACIA EL FUTURO

Pero no todo está perdido para estas madres que viven en tiendas, como Huda Alsayil de 20 años y procedente de Hama. Tras tener a su primer hijo, Mezwid, pese al temor a complicaciones médicas, Alsayil dice que ahora se siente «completa» por primera vez en meses.

«Tenerle en brazos se siente como el mejor regalo que podría recibir», dijo.

Con información de Telemetro

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