Yasser Arafat: el fedayín del fusil y la rama de olivo – Por Juan Dufflar Amel
La infausta noticia de la muerte, tras un grave deterioro de la salud, del entrañable líder palestino, el combativo presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Yasser Arafat, ha consternado a su pueblo y conmovido a la comunidad internacional, que lo consideran uno de los más firmes, prestigiosos e inclaudicables luchadores por la causa árabe y símbolo de la resistencia contra el opresivo régimen del Estado sionista de Israel.
Su heroica y abnegada existencia ha estado vinculada siempre a la lucha por la liberación de su patria del invasor israelí, a la defensa de los inalienables derechos de su pueblo y a la constitución de un Estado palestino soberano e independiente.
Nacido en la ciudad santa de Jerusalén, el 4 de agosto de 1929, en el seno de una acaudalada familia palestina, Muhammad “Abd ar-Raouf” Arafat Al-Qudwa al Husseine, el histórico e indiscutible dirigente político de su pueblo, adoptaría tempranamente los nombres de guerra de Yasser Arafat y Abou Ammar, con los que sería conocido mundialmente.
Arafat pasó su infancia en El Cairo, Jerusalén y Gaza, donde se educó en los preceptos coránicos y tomó parte en los movimientos nacionalistas árabes y de la resistencia palestina contra la colonización judía, y los ataques de las organizaciones terroristas sionistas.
En las filas del ejército egipcio, participó en la primera guerra árabe-israelí (1948-1949).
En 1952, año de la revolución nasserista que derrocó la monarquía pro imperialista de Faruk en Egipto, Arafat se afilió a la Federación de Estudiantes Palestinos (FEP), en la Universidad de El Cairo, de la que llegó a ser su presidente hasta su expulsión en 1953, tras la cual fundó su propia organización, la Unión General de Estudiantes Palestinos (UGEP).
Un año después de graduarse como ingeniero civil en Egipto en 1957, junto con sus colaboradores Jalil al Wazir y Salah Jalaf, creó en Jordania, donde ejercía su profesión, el movimiento Al Fatah —la Victoria o la Conquista— cuyo primer objetivo era la liberación de Palestina.
Incorporado de lleno al trabajo de Al Fatah, encabeza, el 1º de enero de 1965, la acción armada de los guerrilleros palestinos, considerada el inicio de la lucha armada de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), fundada el año anterior.
En 1967, Arafat dirigió los comandos de Al Fatah en el frente sirio, un año después participó en la batalla de Karameh contra el invasor y agresor israelí, y en 1968 pasó a ser el vocero de la organización. En 1969 es elegido Presidente del Comité Ejecutivo de la OLP.
En agosto de 1970 tomó parte en la batalla de Ammán, y en 1971 fue designado jefe supremo de las fuerzas armadas de la Resistencia.
En la cuarta guerra árabe-israelí de 1973, dirigió a más de 20 000 combatientes palestinos en el frente de batalla.
Durante la agresión e invasión del Líbano, denominada operación Paz para Galilea, desatada por Israel con el objetivo de liquidar a las huestes patrióticas de la OLP y a su líder, radicadas en ese país desde finales de 1970, Arafat libró al frente de heroicos fedayines una de las más gloriosas batallas contra el ejército sionista.
Aquella extraordinaria hazaña les valió la admiración mundial, aunque asediados por un enemigo técnica y numéricamente superior se vieron obligados a replegarse hacia Túnez.
En la carta dirigida entonces por el Presidente Fidel Castro a Arafat, el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba señalaba:
“…El mundo entero ha visto con asombro y admiración el ejemplo de coraje que ha brindado el pueblo palestino en defensa de sus derechos inalienables, bajo la certera conducción de la OLP, su único y legítimo representante, y el inapreciable estímulo de la presencia suya en la primera línea de combate…”
Más de medio siglo de irrenunciable lucha caracteriza la abnegada entrega de Arafat a la justa causa de su pueblo, desde sus primeros días como soldado de fila hasta el cargo que ostentaba de Presidente de la Autoridad Nacional Palestina.
Abou Ammar no solo ha sido un hombre de acción, ha sido también un hombre de paz, que ha respaldado todas las iniciativas encaminadas para solucionar por la vía pacífica el cruento conflicto israelo-palestino, sin lo cual no se logrará una paz justa, honorable, global y definitiva en el Oriente Medio.
La Conferencia de Madrid, los Acuerdos de Oslo, de Camp David, de Wye Plantation, Sharm el Sheik Sharm y el Mapa de Ruta, entre otros intentos, contaron siempre con su aprobación y respaldo, actitud que le ganó, el 14 de octubre de 1994, el Premio Nobel de la Paz.
Memorable fue su histórica intervención ante la Asamblea General de Naciones Unidas, el 13 de noviembre de 1974, cuando aseveró:
“…Vengo con el fusil de combatiente de la libertad en una mano y la rama de olivo en la otra. No dejen que la rama de olivo caiga de mi mano…”
Líder legítimo de su pueblo y su causa, en las primeras elecciones palestinas celebradas en enero de 1996, fue reelegido democráticamente Presidente de la ANP.
La premeditada provocación perpetrada por Ariel Sharon, el carnicero de Sabra y Chatila, en la Mezquita de Al Aqsa en Jerusalén, el 28 de septiembre del 2000, como parte del proyecto sionista-norteamericano para la región, liquidó todas las posibilidades de paz y dio origen a una nueva Intifada palestina.
La liquidación física de Yaser Arafat volvió a ser un objetivo primario en los planes sionistas; mientras el Gobierno de Estados Unidos conspiraba para eliminarlo del escenario político árabe, acusándolo, falsamente, de proteger a los terroristas.
El genocidio que comete Israel contra la población civil en los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza, y el asesinato selectivo de sus dirigentes, confinaron a Arafat en su cuartel general de La Mukata, en la ciudad de Ramallah. Rodeado por las tropas del ejército sionista y carente de toda atención médica adecuada, se agravó su estado de salud, que lo mantuvo hasta que finalmente se produjo su deceso esta madrugada entre la vida y la muerte.
Amigo entrañable de la Revolución cubana, de su pueblo y sus dirigentes, Cuba, a la que visitó en tres ocasiones, siente por él una gran admiración y respeto, y le recuerda siempre como el aguerrido combatiente que, enfundado en su traje kaki y luciendo su tradicional kufieh, muestra en su rostro la sonrisa por la victoria segura de su causa.
Por Juan Dufflar Amel
CUBA SOCIALISTA. Revista Teórica y Política.
Editada por el Comité Central del Partido Comunista de Cuba
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