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Restos del naufragio arqueológico de Siria llegan a Damasco

©Francisco Carrión

El Museo Nacional acoge una exposición con cien piezas procedentes de Palmira o Mari recuperadas en mitad de la guerra

«Durante los últimos seis años nos hemos dedicado a cerrar museos y poner sus colecciones a buen recaudo. Ahora, por fin, podemos decir que hemos abierto una galería», desliza el jefe de antigüedades sirio Maamun Abdelkarim mientras deambula feliz por las estancias del Museo Nacional de Damasco. Una exposición, inaugurada recientemente, reúne un centenar de piezas rescatadas tras un lustro de conflicto.

«Son objetos que proceden de toda Siria. Exhibirlos es nuestra particular victoria sobre la destrucción y el expolio», relata en conversación con EL MUNDO el albacea de un vasto patrimonio amenazado por las escaramuzas. «Los ladrones aprovecharon la crisis y la falta de protección de los yacimientos para excavar ilegalmente algunos yacimientos y sacar las piezas del país», comenta el arqueólogo Najir Awad, uno de los responsables de la muestra «Los tesoros del legado sirio».

Las joyas de la exhibición, confinadas en una de las salas nobles del museo más importante de Siria, proceden de Palmira, la vieja parada de la ruta de la seda que las huestes del autodenominado Estado Islámico ocuparon hasta en dos ocasiones. La última reconquista acaeció el pasado marzo. La barbarie que ha dinamitado varios monumentos del complejo también se cebó con dos bustos funerarios de un hombre y una mujer, tallados en los siglos II y III d.C., en pleno apogeo de una villa desde la que la bella Zenobia desafió a Roma.




Las piezas, halladas por las tropas sirias, fueron mutiladas a golpe de martillo hasta que se desvanecieron sus rasgos faciales. «Son dos obras maestras del arte funerario de Palmira que tuvimos que enviar a Italia para su restauración», explica Awad. Un equipo de cinco expertos italianos trabajó durante un mes en una compleja cirugía que requirió polvo de nailon e impresión 3D. Una prótesis, sujeta con imanes, restituyó las facciones de la parte superior de la cara, destruidas por los yihadistas. «Ha sido un proceso pionero siguiendo los estándares internacionales más exigentes», advierte el funcionario.

De regreso a casa desde un laboratorio romano, los bustos comparten espacio ahora con otras estatuas arrebatadas a cazatesoros y extremistas en los confines de la árida Palmira, incluida en el listado de patrimonio mundial de la Unesco. Hasta 400 objetos del recinto y su museo anejo, con sus galerías reducidas a escombros, han regresado a manos gubernamentales. «Estas columnas proceden de Deir Ezzor y Deraa. Algunas fueron localizadas en Líbano«, apunta Abdelkarim, preocupado por el sino del patrimonio de Deir Ezzor, sitiada por los acólitos del IS (Estado Islámico, por sus siglas en inglés).

«Hemos recuperado de la ciudad hasta 30.000 objetos», detalla quien trata de rehacer la cooperación internacional rota durante la contienda. «Parte del patrimonio ha sido rescatado con ayuda de la Interpol y la Unesco. Otra ha sido localizada por la policía siria. Este material demuestra que podemos proteger nuestro patrimonio y dedicar nuestros esfuerzos a la documentación y la restauración», agrega el máximo responsable de la arqueología siria.

«Hay piezas muy cotizadas de dioses que fueron robadas del yacimiento de Mari», esboza Awad a propósito de la antigua ciudad ubicada al oeste del Éufrates en la frontera con la actual Irak que, según la Biblia, Abraham cruzó en su viaje hacia Harán. «Estamos muy entusiasmados con la afluencia de público. Vienen muchos estudiantes y nos preguntan la historia de cada fragmento», añade el guardián de un centro que ofrece un itinerario por el arte y la arquitectura del país árabe.

En la exposición, pequeños objetos que levantan acta de diversas etapas históricas y enormes vasijas completan el recorrido por el inventario que sobrevivió al saqueo y la devastación. «El 90% de las piezas que se exhibían en las vitrinas de todos los museos del país se hallan en estos momentos escondidas en almacenes repartidos por Damasco», subraya Abdelkarim. «Es un traslado que hemos hecho de manera sistemática desde el verano de 2012. Tenemos empleados del ministerio que se juegan la vida para preservar estas antigüedades».

Con 10.000 yacimientos desperdigados por toda la maltratada geografía, «Los tesoros del legado sirio» es -según Abdelkarim– un tímido regreso a escena. «Cuando el conflicto acabe, cientos de salas como ésta volverán a abrir sus puertas y los objetos que permanecen hoy escondidos volverán a la luz pública. Esta exposición es simplemente para decir que seguimos vivos. Que vemos un pequeño haz de luz al final del túnel».

Por Francisco Carrión
Con información de El Mundo

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