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Microbiólogos muertos para proteger el programa de gérmenes mortales

2003: Científicos de todo el mundo asesinados para proteger el programa de gérmenes mortales apoyado por el gobierno de Estados Unidos.




Cuando el cuerpo golpeado de Ian Langford fue encontrado en su casa de Norwich, Inglaterra, el 11 de febrero de 2003, su caso se sumó a un creciente número de microbiólogos que habían perdido la vida en circunstancias poco claras. Esta notable serie de muertes misteriosas puede incluir hasta catorce de los principales expertos en gérmenes del mundo. La primera muerte que concitó la atención de la prensa mundial ante este fenómeno fue la del científico e investigador

Benito Que, de cincuenta y dos años, quien falleció en el hospital el 6 de diciembre de 2002. Menos de cuatro semanas antes, su cuerpo inconsciente había sido hallado en una calle próxima a la Facultad de Medicina de la Universidad de Miami, donde Que trabajaba. Cuatro días más tarde, el 10 de diciembre, Robert Schwartz, de cincuenta y siete años, fue asesinado a puñaladas en su casa de Leesberg, Virginia.

Al día siguiente, 11 de diciembre, el científico Set Van Nguyen, de cuarenta y cuatro años, murió asfixiado en,el interior de una cámara frigorífica en su laboratorio de Victoria State, Australia. El 20 de diciembre, el cuerpo sin vida de Don C. Wiley, de cincuenta y siete años, fue encontrado flotando en el río Mississippi. Wiley estaba desaparecido desde el 16 de noviembre, cuando encontraron su coche alquilado abandonado en un puente cerca de Memphis, Tennessee.

Al igual que Langford, los cuatro eran microbiólogos que trabajaban investigando las enfermedades mortales.

Sus muertes fueron relacionadas muy pronto a las de otros científicos que trabajaban en enfermedades transmitidas por gérmenes, como el desertor soviético y experto en armas biológicas, Vladimir Pasechnik, de sesenta y cuatro años, hallado muerto en las proximidades de su casa en Wiltshire, el 23 de noviembre de 2002, y hasta diez científicos israelíes muertos en diferentes circunstancias, incluyendo dos accidentes aéreos, entre el 4 de octubre y el 24 de noviembre de 2002.

En 2003 se produjeron más muertes misteriosas: Vladimir Korshunov, de cincuenta y seis años, el 8 de febrero, apaleado cerca de su casa en Moscú, y, finalmente, la del mencionado Ian Langford, que contaba cuarenta años.

Todos ellos poseían amplios conocimientos relacionados con la elaboración genética de enfermedades como el ántrax, la viruela y el virus del ébola, o su prevención. En todos los casos, las muertes fueron misteriosas y / o violentas.




La teoría de la conspiración

Estas muertes fueron rápidamente relacionadas con un programa de guerra bacteriológica que, supuestamente, se estaba desarrollando por encargo de las fuerzas armadas de Estados Unidos. Muchos de los microbiólogos muertos tenían experiencia en la secuenciación genética, la rama de la ciencia molecular que identifica el código genético de todos los organismos vivos, desde las bacterias hasta los seres humanos. Estos conocimientos pueden aplicarse para la producción de antibióticos y vacunas que protegen de enfermedades específicas, y también para crear drogas a la medida del perfil genético de un individuo.

Mediante la combinación de esta información sería posible clonar enfermedades que afectasen solamente —o dejar inmunes— a grupos raciales específicos. La teoría de la conspiración sostiene que los microbiólogos conocían el programa de guerra bacteriológica, o bien estaban trabajando en tratamientos que habrían anulado sus efectos. Varias empresas comerciales vinculadas a las fuerzas armadas estadounidenses y a las agencias de inteligencia están implicadas en estas muertes, incluyendo el Instituto Médico Howard Hughes, con sede en Maryland, que aporta fondos para varios programas de investigación públicos y, supuestamente, también secretos, y que empleaba a uno de los científicos muertos: el doctor Wiley. Otra de estas empresas es Hadron Advanced Biosystems, de Virginia, que lleva a cabo investigaciones en biodefensa médica para el ejército.

También estaría implicada Dyncorp, de Washington, una empresa que suministra una amplia gama de servicios relacionados con la defensa. El trabajo que realizaban los científicos muertos podría haber hecho peligrar el programa.

Las pruebas

Las pruebas son circunstanciales. Los críticos de la teoría dicen que se pueden relacionar muertes en cualquier esfera, si uno extiende la red con la amplitud suficiente. Mirando hacia lugares tan remotos y separados como Australia, Rusia, Gran Bretaña y Estados Unidos, se pueden inferir vínculos allí donde no existen. También se ha sugerido que el mundo de la microbiología es una ciencia tan especializada que todas sus figuras más prominentes pueden estar relacionadas.

La teoría está respaldada por la proximidad de las fechas, en su mayor parte en cuestión de meses, y en algunos casos separadas sólo por semanas o días. Otro argumento para sustentar esta teoría es la naturaleza violenta y /o misteriosa de las muertes.




El veredicto

Hasta que no se disponga de un vínculo con la guerra bacteriológica en forma de una prueba escrita o declaraciones de un testigo, esto seguirá siendo una teoría. Sin embargo, las muertes son indudablemente misteriosas y, cuando menos, muestran que las carreras en microbiología deberían recibir una advertencia de peligro equivalente a la de la tarea de desactivación de bombas.

Con información de Conspiracy Encyclopedia

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