La mujer yemení: un poder oculto
Bilqis, la mítica reina de Saba, fue recibida por el rey Salomón en el siglo X antes de nuestra era. “Ella dio a luz al Yemen…”, afirma Zeynab. En el siglo XII se alzó Arwa, la musulmana que asombró a su mundo como soberana de los fieles. Casada con Mukkarram, heredero del fundador de los sulayhides, logró el poder en 1067 por orden de su esposo, afectado de paraplejia 1 . Las tribus más belicosas no tardaron en atacar la capital, Sana’a. “Arwa y sus hombres se refugiaron en las fortalezas de Haraz y unificaron el país”, concluye Zeynab, una estudiante de 23 años que parece una auténtica descendiente de esa estirpe de mujeres legendarias. La piel de ébano, los inmensos ojos negros, la finura física, Zeynab posee la gracia de Bilqis y la ambición de Arwa. Ella lucha por mejorar la condición de la mujer yemení. Su sueño es ver surgir otras Bilqis y Arwa.
Nos encontramos ante el imponente arco de Bab al Yaman, en el centro de Sana’a. La multitud tizna de negro la plaza central del casco antiguo. Las mujeres, sombrías e inquietantes, visten de negro de los pies a la cabeza. Tan solo sus ojos son visibles a través de una estrecha abertura en el velo. Este desfile de fantasmas lo es todo menos alegres, y hace presagiar lo peor respecto a la situación de la mujer. Zeynab, que lleva el pelo cubierto pero no el rostro, sonríe de oreja a oreja: “No te fíes de la apariencia de la clase acomodada y urbana, son los únicas que llevan esos sharshaf o abâya . ¡Fueron las mujeres turcas las que introdujeron el velo en el país!”
Unas mujeres envueltas en magníficos vestidos de algodón azul con motivos de rojo ladrillo pasan frente a nosotros. Esos cuadros de tela, llamados sitâra, se fabrican especialmente para las yemeníes en la India. “Es el velo de las mujeres con menos recursos; la ropa vistosa y con detalles elaborados, que es la tradicional yemení, se ve menos por la calle”, explica Zeynab.
Desde 1991, la Constitución es laica, ambos sexos son iguales ante la ley y las mujeres tienen derecho a votar. Por lo tanto, las presiones de grupos conservadores no reciben muchos apoyos. Sin embargo, el hombre puede divorciarse y repudiar a la mujer con facilidad, y la poligamia, que está permitida, es una práctica extendida. Las leyes tribales priman a menudo sobre la legislación de la república, pero, cosa extraña, en algunas tribus las mujeres gozan de la mayor autonomía y prestigio del país. Por ejemplo, en la región de Jabal Sabir, cercana a Taizz, la pseudoindependencia financiera de la mujer le otorga un estado de bienestar. Asimismo, la vida social exige la separación de sexos, pero la mezcla es más real de lo que uno pueda suponer.
Otra sorpresa: en el seno de una sociedad muy estratificada por el sistema de castas, por extraño que parezca, las mujeres más pobres son a menudo las más autónomas. Más del 70% de las mayores de diez años participan activamente en la economía nacional, pero menos de un 5% poseen un trabajo remunerado como profesoras, empleadas de banca o de la Administración. A pesar de que hoy en día casi todas las profesiones (menos la magistratura) están abiertas a las mujeres, tan solo unas pocas ocupan cargos políticos de primera línea.
Porteadoras de agua
Tras los pasos de la reina Arwa, Zeynab nos conduce a Hajarah. La ciudadela, tallada en la roca a 2.800 metros de altitud, seHajarah despierta lentamente. Las siluetas coloreadas por el sirwâl tradicional (pantalón bombacho ceñido por los tobillos) y adornadas por collares lazim(hileras de cadenas que forman un peto) se dirigen a los aljibes cavados en el despeñadero. Esas porteadoras de agua son las esposas de los barberos, y las únicas que ejercen una actividad profesional reconocida en el campo. Los bidones de agua contienen a veces más de veinte litros, que cargan durante varios kilómetros… “Esta clase baja, llamada bâya, está formada por los artesanos y los comerciantes. Ganan prestigio a medida que ganan dinero, como vuestra burguesía del siglo XVIII”, comenta Zeynab. Las bellas siluetas de color descienden las monumentales escaleras y desaparecen tras la puerta fortificada del burgo, que permanece cerrada durante la noche. Intramuros, los aljibes y los graneros subterráneos, indispensables para resistir los largos asedios, están casi intactos. A nuestros pies, los bancales cultivados dan fe del trabajo milenario de los campesinos.
Zeynab prosigue: “en los años ochenta, más del 86% de la población era campesina. Desde el éxodo masivo de los hombres hacia los centros urbanos y los países del Golfo Pérsico, la explotación de los campos y los trabajos más duros incumben a las mujeres, además de las tareas domésticas. Pero la proliferación de las escuelas para niñas en zonas rurales es un signo de esperanza para las generaciones futuras.”
Las mujeres en el zoco
Gracias al esfuerzo del gobierno, que está desarrollando rápidamente la red de carreteras que comunicará las regiones montañosas entre ellas y con la capital, el aislamiento se verá menguado, sobre todo el de la mujer. “¡Las primeras rutas que enlazaron algunos de estos pueblos con la capital fueron obra de la reina Arwa!”, afirma Zeynab con rotundidad antes de llevarnos a Manakha, la capital de los montes Haraz. El barrio antiguo se extiende por la gran plaza del mercado, en la falda del monte Shibam. Las estrechas callejuelas, repletas de tenderetes y talleres de artesanos, desembocan en el antiguo zoco, reservado sólo a los hombres. En este mercado dominical no cabe ni un alma. “Las mujeres de ciertas religiones tienen libertad para venir aquí a vender sus productos”, dice Zeynab a medida que nos aproximamos a un cerco de comercios de cestas y bordados. Y añade: “Las viudas y las esposas repudiadas también pueden frecuentar los mercados y vender alimentos o joyas para sufragar sus necesidades”.
Las dos principales confederaciones tribales del norte son los hashidas y los bakils. Su organización social prácticamente no ha cambiado desde hace siglos. La mujer desempeña un papel predominante, aunque los portavoces de cara al exterior sean hombres. Ellas colaboran en la economía familiar, deciden la evolución del clan organizando los matrimonios y las relaciones interfamiliares. En un pequeño pueblo podemos asistir a la oración colectiva de las mujeres, seguida de una tafrita, la reunión femenina. Un momento de asueto en el que se degustan qat 2 , comparten impresiones, intercambian información, deciden las ayudas mutuas entre miembros de la comunidad, organizan los matrimonios y venden o compran objetos. El orden del día incluye perfilar la fiesta de un matrimonio.
La novia, Khadija, de dieciséis años, ha sido escogida por la mujer del novio, Alí. Ella ha tenido la oportunidad de ver a su futuro marido en los esponsales que tienen lugar un mes antes. La familia de Khadija pertenece a la clase superior de los Sâda, descendientes del Profeta. El padre de Alí es un qudât o fuqâha, representante de la ciencia religiosa. El baño público de la joven, el cepillado de sus manos y pies, la presentación de vestidos y joyas se celebran durante varios días. Después se oficia la gran reunión pública, Laylat Azzafa, que pone fin al ciclo la noche del viernes. Zeynab nos cuenta que “para la celebración, las mujeres llevan vestidos tradicionales como los qamis, ropa de muselina naranja, malva o amarillo chillón con grandes mangas. La novia será la que irá vestida de forma más distinguida, ataviada con un labba, adorno grande de plata decorado con colgantes que forman parte de su dote”.
Las joyas de Yemen son apreciadas en el mundo entero. Las más preciosas, de plata, son obras de artesanos orfebres judíos, conocidos en toda Arabia desde la lejana Antigüedad, en la época del Profeta. En Yemen la plata ha sido durante mucho tiempo más apreciada que el oro, que el Islam no veía con buenos ojos 3 . El florón de la joyería ética siempre es de plata, pero debido a la influencia de los países del Golfo Pérsico, las joyas de oro son cada vez más frecuentes.
El caso de las beduinas
A medida que uno se aleja de las montañas, las contradicciones que nos explicaba Zaynab resultan más evidentes. La fuerte personalidad de las beduinas de la región desértica de Wadi al Ajwf (al noroeste del país) es un ejemplo de las huellas de la antigua sociedad tribal, de marcada tendencia matriarcal 4 . Estas mujeres de losqabils –gente de tribu, de casta superior– conducen camiones y llevan armas, lo cual es un honor absoluto en Yemen. Sus leyes tribales se remontan a la Antigüedad. Aquí, la violación implica la muerte y la mujer, según cuentan, tiene derecho a poseer un amante cuando el marido se ausenta por una larga temporada… Nos han asegurado que esto aún se practica.
Mezquita Reina Arwa ¿Y que piensan de estas costumbres las autoridades religiosas locales? “Depende de quién, evidentemente”, afirma Zaynab. La joven nos reserva una última sorpresa en Sana’a, La Jama’a Kabir, la gran mezquita central, construida en la época del Profeta. La reina Arwa embelleció y agrandó este sacro lugar: reunió cientos de ejemplares del Corán, únicos en el mundo. La ascensión de Arwa se produjo en parte gracias al Islam ismaelí 5 , introducido en Yemen en el siglo XII. Esta mujer culta, exégeta reconocida del libro sagrado, se basaba en sus propias interpretaciones para ¡fomentar la igualdad entre sexos!
Franqueamos el umbral de la mezquita tras la oración. Un anciano de barba grisácea nos da la bienvenida. Con la mirada clavada sobre la bella caligrafía del libro santo abierto sobre las rodillas, nos deja oír su nítida voz: “Arwa fue una fiel creyente. Ella sirvió a Dios porque sirvió a su pueblo…” Le preguntamos por qué se aparta a la mujer musulmana de la vida pública, ocultándola como un objeto precioso pero inútil: “Porque el hombre rechaza la yihad, la gran guerra santa contra el ego. Es prisionero de sus pasiones. ¡El quiere dominar sin dominarse!” 6
Al salir de la mezquita, Zeynab comenta que “el viejo sabio es un bohra, seguidor de la doctrina más esotérica del ismaelismo, pero por desgracia no todos los religiosos son como él.” Arwa era adulada por los ismaelíes y los bohras de Yemen. Bajo su reinado, los ulemas situaron a un religioso independiente a la cabeza de la comunidad, que defendió los derechos de las mujeres. Hoy en día, las mujeres bohras aún gozan de notable independencia. Debido a la persecución de los ultraortodoxos, los bohras se han visto obligados durante varias épocas a huir hacia la India, Sri Lanka y Madagascar.
Tafrita de estudiantes
Para terminar nuestro recorrido sociocultural, Zeynab nos invita a una tafrita de la juventud estudiantil y leída. Nuestra última velada la pasaremos en compañía de sus amigos y amigas de la universidad. Vestidos al estilo occidental, estas jóvenes exigen abiertamente más autonomía. La reunión mixta lo demuestra. Ellas rechazan los matrimonios pactados, reivindican su libertad de viajar e incluso de vivir solas. No obstante, si las relaciones sexuales fuera del matrimonio son tabú, el preservativo (dentro del matrimonio) aún lo es más. Todas están de acuerdo en que la educación garantiza la independencia intelectual y económica y, por tanto, la libertad. Opinan que las mujeres yemeníes aumentarán su participación en la vida social, incluso en la vida política. Ahora son muchas las que estudian y algunas ya ocupan puestos de responsabilidad.
Es obvio que todavía es necesario crear más escuelas en los pueblos apartados, incrementar el número de profesoras en los colegios de niñas, y democratizar la educación para acercarla a lo más bajo de la escala social. Otra tarea pendiente es acabar con algunas costumbres tribales, derivadas de ciertas interpretaciones del Islam, que castigan severamente a la mujer.
El gobierno parece dispuesto a separar la política de la religión y a alfabetizar masivamente a la población. Pero lo más esperanzador es la convicción de la generación joven, que se inspira en un pasado glorioso pero confía en un futuro moderno dentro de un mundo plural. Quién sabe, ¿será Zeynab la nueva Bilqis o la nueva Arwa a la cabeza de un Yemen renovado?
Por Hèlene Kafi
Periodista y escritora. Iraní de nacimiento, vive en Francia desde hace más de treinta años. Ha escrito diversos artículos sobre la situación de la mujer en los países musulmanes de Oriente Medio.
Notas
1 La reina Arwa gobernó Yemen durante más de setenta años: desde su ascenso al poder en 1067, cuando contaba con diecinueve años, hasta su muerte en 1138, con noventa años. (Nota de la Redacción).
2 El qat es un estimulante vegetal que se masca, parecido al tabaco, usado tradicionalmente en Yemen y otros países vecinos. (Nota de la Redacción).
3 En el Islam, los hombres tienen prohibido llevar cualquier tipo de adorno fabricado en oro. No así las mujeres, que gozan de absoluta libertad para portar este tipo de adornos. De igual modo sucede con los vestidos de seda, prohibidos para los hombres y permitidos a las mujeres. (Nota de la Redacción).
4 Esta supuesta tendencia matriarcal es puesta en duda por algunos autores. Para más información, véase Barbara Freyer Stowasser, “The Status of Women in Early Islam”, en Muslim Women, pág 15., citado por Hamid R. Kusha, “ El papel de la mujer musulmana: un debate entre Islam tradicionalista e Islam moderno ”, en revista Alif Nûn nº 43, noviembre de 2006. (Nota de la Redacción).
5 El ismaelismo es una de las corrientes del Islam shi’í. Sus miembros son llamados también “septimanos”, por reconocer tan solo a siete de los doce imames de la escuela yafari, que es la mayoritaria dentro del Islam shi’í. Para más información sobre el ismaelismo, véase Yusuf Férnadez, “ El Islam y las escuelas jurídicas ”, en revista Alif Nûn nº 43, noviembre de 2006; Seyyed Husein Nasr, “ Ciencia y civilización en el Islam (II) ”, en revista Alif Nûn nº 63, septiembre de 2008; Yann Richard, El Islam shií , Editorial Bellaterra, Barcelona, 1996; Henry Corbin, Tiempo cíclico y gnosis ismailí , Biblioteca Nueva, Madrid, 2003; Xavier de Planhol, Minorías en el Islam , Editorial Bellaterra, Barcelona, 2002. (Nota de la Redacción).
6 Véase Seyyed Husein Nasr, “ El significado espiritual del yihad ”, en revista Alif Nûn nº 54, noviembre de 2007. (Nota de la Redacción)
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