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Mohamed Abdelaziz: Del campo de batalla a la lucha política

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Tras una penosa y larga enfermedad – aquejado de un cáncer pulmonar- el pasado martes 31 de mayo murió, el presidente de la República Árabe Saharaui Democrática – RASD – Mohamed Abdelaziz.

Abdelaziz también fungió como Líder del Frente Popular de Liberación de Saguia El Hamra y Río de Oro, conocido internacionalmente como Frente Polisario. Este médico, que dirigió los destinos de su pueblo, desde la sede del gobierno en Rabouni, en los campamentos de Tindouf fue un guerrero imbuido de una profunda fe en que el camino para su pueblo era esencialmente el político, lo que significaba fuertes disputas al interior de la sociedad saharaui, sobre todo con aquellas generaciones convencidas, que tras 41 años de exilio es necesario alzarse en armas contra el ocupante Marroquí.

Mohamed Abdelaziz nació en Smara, tal como lo señaló en una entrevista dada en Tifariti en julio del año 2014 “en una zona poco retirada de la parte urbana a 170 kilómetros al otro lado del muro. Mi infancia transcurrió entre Hagunia y Smara. A fines del año 1956 mi familia tuvo que refugiarse en el sur de Marruecos, al mismo tiempo que se desarrollaba una guerra de Liberación en Argelia. Por ese tiempo, muchos de los Saharauis, entre esos mis padres, se incorporaron esa lucha contra el colonizador. Las potencias colonizadoras eran Francia y España. El espíritu reinante de la época era, entre todos, tanto en Egipto como en Túnez y Argelia, de involucrarse en la lucha contra la expulsión del colonizador y fomentar la idea nacionalista por la autodeterminación de los pueblos. Este espíritu reinante, es lo que ha hecho, que desde mi propia infancia, desde la escuela primaria como coránica, esté impregnado de este espíritu de lucha por la autodeterminación”. De ese pasado de niñez y estudios universitarios en el campo de la medicina, Abdelaziz pasaría a comandar a una sociedad durante 41 años de exilio en las arenas del desierto del Sáhara, en una modesta jaima en una de las Wilayas de Tindouf

Abdelaziz fue parte del núcleo original que dio nacimiento al Movimiento Nacional de Liberación saharaui el año 1968, con apenas 20 años y bajo el liderazgo del héroe saharaui Mohamed Sidi Brahim Basir – conocido popularmente como Basiri – hecho desaparecer por la legión española el año 1970. El año 1973 deviene en fundador del Frente Polisario y en agosto del año 1976, en plena guerra contra Marruecos y Mauritania, durante el Tercer Congreso del Polisario, es elegido su Secretario General. El año 1982 pasa a ocupar la presidencia de la República Árabe Saharaui Democrática, reconocida por 84 países del mundo, gran parte de ellos africanos y latinoamericanos.

Con la muerte de Mohamed Abdelaziz, fallece un hombre valeroso, que dedicó toda su vida a la lucha por la autodeterminación de su pueblo. Un político que encabezó la búsqueda de esa libertad con el respeto a ultranza del derecho internacional. Muere también el padre de siete hijos, un ser humano referente en materia de las causas de descolonización de los países del mundo y un defensor inclaudicable por la justicia de los pueblos.

Tras su muerte, la sucesión de Abdelaziz se torna complicada. En momentos que el proceso de autodeterminación se encuentra estancado y en un entorno regional donde los grupos takfirí han comenzado a tejer sus redes, lo que requiere extremo cuidado en el análisis y manejo político que el Frente Polisario debe hacer de la actual situación. Esto, porque el fallecido mandatario lograba nuclear en torno suyo las posiciones más conservadoras como también las más radicales de un pueblo cansado de 41 años de transtierro. Su sucesión, a no dudar, será un parto complejo donde es necesario evitar la agudización de las divisiones tribales, que permita conjugar las distintas posiciones de una sociedad que se debate entre seguir respetando a rajatabla el derecho internacional o levantarse nuevamente en armas, para conseguir aquello que se le ha negado.

La atmósfera que se vive en las Wilayas de los campamentos de refugiados de Tindouf, así como en los territorios ocupados, es una ambiente cargado de frustración frente al estancamiento del proceso de autodeterminación ¿Cuánto más puede esperar un pueblo por su libertad? ¿Cuánto más puede vivir una sociedad en la hamada seca y sin posibilidades de desarrollo? ¿Cuánto más se puede vivir de la caridad internacional? ¿Cuánto más de paciencia se le puede pedir a un pueblo que ha dado muestras de su vocación por la paz, por el respeto a la legalidad internacional? Ya los jóvenes, las mujeres y los hombres saharauis han dado su opinión con toda firmeza a sus dirigentes entre ellos al fallecido mandatario: si el referéndum ya no es una posibilidad de salida a su actual situación – que cada día se reafirma más como una utopía – u otra salida que impulse el proceso de autodeterminación, el pueblo saharaui se plantea seriamente poner fin al armisticio firmado el año 1991.

Esto, porque la lucha pacífica tiene condiciones, no es eterna y una de esas condiciones es aplicar el instrumento prometido, que concrete los pasos necesarios para celebrar un referéndum destinado a concretar una RASD en su propio territorio. Si esto no es así el desengaño irá en aumento, sobre todo cuando se ve que organizaciones como la ONU, a través de la Misión de las Naciones Unidas Para el Referéndum del Sáhara Occidental – MINURSO – sigue sin hacer nada, convertida en una Misión estéril, convertida en objetivo de fácil acceso a dinero y comodidades, sin grandes peligros como otras misiones, para centenares de militares y personal civil de la ONU. El análisis más estricto de la situación lleva a concluir, que el mencionado proceso de referéndum no se concretará.

La muerte de Abdelaziz y el simbolismo que encierra la muerte de un dirigente, que en 41 años no pudo ver concretado el proyecto de autodeterminación, enciende las luces de alarma respecto a que comiencen a imponerse las visiones más radicales. Por el momento, la calma reina en los campamentos de refugiados mientras se da paso a 40 días de luto, posterior a ello un Consejo Extraordinario determinará el sucesor del fallecido mandatario en un ambiente donde saldrá a relucir las críticas que se le hacía a Abdelaziz y al núcleo dirigente del Polisario: eludir las reformas al interior de la organización y haber sepultado la opción de las armas frente a una Monarquía refractaria a cualquier concesión que implique la autodeterminación del pueblo saharaui.

Cuanta más gente adquiera el convencimiento que no hay posibilidad alguna de efectuar un referéndum u otra acción que determine su independencia, más puede radicalizarse la lucha por la libertad. Así visualizado, el Sáhara Occidental puede transformarse, nuevamente, en un campo de lucha. Esta vez, en un escenario internacional nuevo, distinto al siglo XX pero igualmente sangriento y peligroso, para el precario equilibrio de toda la zona del Magreb, ya bastante desestabilizado tras los sucesos en Libia y Egipto.

En las conversaciones que este cronista llevó a cabo en los campamentos de Tindouf, en mayo del año 2014, con jóvenes, adultos y viejos, hombres y mujeres, civiles y militares se mencionó, cada vez más como una realidad, que la paciencia está llegando a su término, de la necesidad de movilizarse militarmente, como sinónimo de dignidad y del único concepto que los marroquíes pueden entender. Cansados de tanta postergación, de engaños a los que ha sido sometido por España, Marruecos y organizaciones como la ONU, las autoridades saharauis barajan la posibilidad de poner fin al cese de hostilidades, teniendo como elemento central el tenor de la labor y una nueva visión que debería tener la MINURSO.

Esta nueva visión que se le exige a la ONU y que era parte del trabajo político del fallecido Abdelaziz, significaría, según las autoridades saharauis contactadas por este cronista en su viaje al Sáhara, que la ONU y sus instrumentos legales obligue a Marruecos a respetar los derechos humanos de la población saharaui, en los territorios ocupados, lo que supone, efectivamente, un giro radical en la forma que la MINURSO se ha planteado su papel y develaría la doble moral de potencias como Francia que hablan de respetar los derechos humanos pero los ayudan a violar al mismo tiempo.

Si Marruecos continúa su ocupación en el Sáhara es gracias a la represión que ejerce sobre la población, con una política de Estado que tiene el terror como arma principal de lucha contra los afanes independentista de la población saharaui al interior del Muro de la Vergüenza. Por ello, cada vez que una autoridad de la ONU u otras opiniones relevantes afirman que la MINURSO debe garantizar el cumplimiento de los derechos humanos, Marruecos amenaza con romper con la ONU o expulsa a personal civil como lo hizo a principios del mes de marzo del 2016 cuando el Secretario general de la ONU, en una visita a los campamentos de refugiados en Tindouf se atrevió a decir una verdad del porte de un buque “Marruecos ocupa el Sáhara Occidental” lo que generó la indignación de la Monarquía Marroquí y con ello la toma de decisiones como la expulsión de parte de la MINURSO de los territorios ocupados.

Una política de chantaje, que a todas luces es inaceptable pero, que en el caso de Marruecos se le deja hacer y deshacer bajo el prisma político e ideológico de la defensa de los intereses de occidente en el Magreb y los espurios intereses económicos que suelen ocultar la dignidad bajo las montañas de Euros y Dólares que la Monarquía Marroquí entrega a raudales para los bolsillos de gobiernos europeos y líderes políticos especialmente franceses y españoles.

Las autoridades saharauis han señalado y en ello Abdelaziz lo repitió incansablemente, que la ONU puede y debe, en esta nueva orientación que pretende abordar, imponer sanciones económicas. Pasar del artículo seis al siete de la Carta de las Naciones Unidas. Ello implicaría el uso de la fuerza e imponer así a las autoridades de Rabat el respeto a los derechos humanos.

Sotto voce en principio y cada día en forma más nítida, el pueblo saharaui exige que se ponga en acción su maquinaria bélica: en compás de espera, aceitada por su experiencia de combate entre los años 1975 y 1991, con el ímpetu de una población que no desea y no puede esperar más. Mientras este dilema se resuelve, la sociedad saharaui, tanto en los campamentos de Tindouf, como en los territorios liberados y en las zonas ocupadas, gobiernos como el de Cuba, Venezuela, asociaciones de amistad con el pueblo saharaui de España, Italia, Suecia, Francia entre otros, lloran a Mohamed Abdelaziz, reconociendo en él la lucha permanente del valeroso y digno pueblo saharaui.

Por Pablo Jofré Leal

Periodista y escritor chileno. Analista internacional, Master en Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en temas principalmente de Latinoamérica, Oriente Medio y el Magreb. Es colaborador de varias cadenas de noticias internacionales. Creador de página WEB de análisis internacional ANÁLISIS GLOCAL www.analisisglocal.cl

Con información de : Noticias del Sáhara

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