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Traducción de un poema de Nizar Qabbani

nizār_qabbānī
Nizār Qabbānī (21 de marzo de 1923-30 de abril de 1998)

Traduzco aquí un poema de Nizār Qabbānī. El texto árabe original apareció en el periódico Al-Hayãt, con sede central en Londres y en el que el poeta colaboraba habitualmente, en su número 12338, viernes 6 de diciembre de 1996, p.20. El poema está fechado también en Londres, en abril del mismo año.

El propósito que me anima a traducirlo es sencillo y transparente: rendir mi homenaje personal a dos queridísimos amigos, el propio poeta y el profesor Rafael Muñoz Jiménez. Me complace que la poesía nos lleve a los tres de la mano. Rafael estará también complacido. Como Nizār, si siguiera entre nosotros

Se explica así suficientemente —espero— que mi traducción sea tan sólo eso: una traducción, limpia, desnuda, intacta. No quiero acompañarla: notas, explicaciones, comentarios, referencias, trasliteraciones… Pienso que aquí seríanalgo impropio, sobrarían. Haré uso y provecho de ello, posiblemente, en otra ocasión. Este texto, como tantos otros del poeta, brinda materia excelente y abundante para hacerlo.

Enseñar, escribir, es prospectar, estar continua e incansablemente prospectando. Es decir: vivir es prospectar. Ello le da sentido a la existencia. Mi amigo el profesor tendrá de nuevo esa sensación al leer a mi amigo el poeta. Yo estoy plenamente cumplido al servir de engarce entre ambos.

PROSPECCIÓN DEL AMOR
1
Hace cincuenta años
que empecé los trabajos de prospección de amor
dentro de la hembra árabe.
Consideraba yo que la feminidad
importa más que los diamantes, el platino y el oro,
que todos los metales preciosos.
Yo la consideraba
una riqueza nacional, poética y plástica,
un árbol cultural cuyos bienes nos nutren,
con cuyo santo aceite nos bendecimos.

2
Continúo, prospectando, en busca del del amor,
desde la década de los cuarenta,
por tus provincias, que no tenían historia antes de mí
ni la tendrán tampoco después de mí.
Iba buscando el agua y el pastizal
debajo de los hilos de tu vestido suelto y recamado de flores,
buscando un patrimonio de kohol, de tristeza y poesía
escondido en tus ojos
desde los días de Imrul-Qais.

3
Y desde los cuarenta,
me adentro, grano a grano, en las arenas
de tu cuerpo tan bello,
colina por colina
y rincón a rincón.
Escudriñé debajo de tus sobacos pletóricos de trigo,
debajo de tu cintura escrita en alejandrinos,
exhumando el almizcle de tus trenzas.
Me infiltré hacia los palomares,
debajo del esmalte de las uñas.
Perdí mi nombre, las señas de mi casa.
¿Me quedé desterrado entre los anillos?…

4
Desde hace cincuenta años
excavo con mis uñas los cinco continentes,
desde los bosques de la Amazonia hasta el estrecho de Gibraltar,
desde las islas Canarias a las Comores,
desde lo más remoto de Siberia
hasta el sur de España.

5
Hace cincuenta años
la letra «m» estaba prohibida
y prohibida también la letra «r»,
Yamil Buzaina estaba detenido
y en residencia forzosa Kuzayir Uzza,
encerrada en la cárcel de mujeres
Wal-lada bint al-Mústakfi.

6
Cuando empecé con los trabajos de prospección de amor
y mis primeras experiencias tuvieron éxito,
mis paisanos temieron por sus mujeres.
Temieron los hombres por su virilidad,
los intelectuales y los escritores por sus funciones,
los americanos temieron por sus inversiones,
los ingleses temieron por su imperio,
y mi gente temió por su reputación.
Mi padre me dijo que mis proyectos eran rocambolescos,
porque el amor no da de comer
ni da de comer tampoco la poesía.
Y mi madre temió que me raptara
cualquier sirena por la Cornisa de Beirut
y que fuera a morir golpeado por un seno
durante alguna de mis veladas poéticas.

7
En los años cuarenta,
no había nadie convencido, en nuestra ciudad,
de que el amor existiera; bajo tierra
ni sobre ella.
Se rieron de mí los ingenieros,
se rieron de mí los geólogos.
Y se encomendaron a Dios los machos de la tribu,
temiendo que las mujeres les salieran
del sumidero de la cocina
y se hicieran con el poder.

8
En los años cuarenta,
la mujer tenía miedo de mirarse el cuerpo en el espejo,
no fuera a desearlo.

9
En los años cuarenta,
la represión sentimental estaba en su apogeo.
Abu-Zaid al-Hilali censuraba
lo publicado,
y Saif bin di-Yazan
empleaba su espada
para inmolar el seno que se saliera
de la obediencia al Príncipe de los Creyentes.

10
Hace cincuenta años
que voy tejiendo, como una larva,
los hilos del capullo de la feminidad.
Hasta que se me logre
que todas las mujeres del mundo árabe
vistan sólo la seda de mis poemas.

11
En los años cuarenta,
nadie se atrevía a perpetrar un poema de amor,
ni a enviar a sus hijos a la escuela del amor,
ni a emplear una sola piastra en el banco del amor.
Nadie estaba dispuesto a complicarse enamorándose de una mujer.
A fin de no perder su virginidad,
ni su honor militar,
ni sus votos electorales.

12
En los años cuarenta,
la gente estaba contra el amor
contra la poesía
y contra mí.
Las inversiones sentimentales
eran una aventura demencial,
escribir un diván amoroso
equivalía al escándalo,
y leerlo, un delito
a ver en el Tribunal de lo penal.

13
Tan sólo las mujeres
estaban entusiasmadas con mi proyecto,
rezaban, imploraban a Dios
que se abrieran las puertas, ante mí, del tesoro embrujado
y estallaran los pozos del amor bajo mis pies.
Y el tiempo seco y salado, entonces, terminara,
el mapa de la tierra cambiara, con el mapa del hombre,
y pasáramos de ser una nación víctima de la sed
a ser una nación lavada con las lluvias de amor.

14
En los años cuarenta, los ignorantes
se sentían a gusto con su ignorancia,
los machos de la tribu, con su machismo.
En cuanto a las mujeres de la tribu,
se procedía a ordeñarlas con las camellas,
se las aplastaba con el mortero del café,
se comían con el caldo y el guisado picante.
Al amor solamente jugaba el hombre,
que era quien robaba las figuras
y quien vencía a todos.
El nunca era vencido.

15
Cincuenta años antes
llamar a la mujer por su diminutivo
estaba mal visto,
estaba mal visto hablarle por teléfono
y mal visto que ella hablara consigo misma.
El poeta árabe amoroso
escribía su testamento
sin haberle tocado una uña a su amada.

16
Cincuenta años después de mi adhesión
a la guerra de las mujeres,
continúan floreciendo mis trabajos,
mis poemas floreciendo,
mis amadas siguen llenando el oído y la vista.
Y los americanos
intentando quitarme la concesión de prospección de amor,
desnudarme del único capital que poseo:
mi poesía, mi amor, mi libertad.

Por Pedro  Martínez Montávez
Universidad Autónoma de Madrid
Revista de Filología de la Universidad de La Laguna.

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