Un paseo por la bella Córdoba andaluza
Muy pocas ciudades europeas pueden acarrear una historia tan copiosa como Córdoba. Allá donde se mire, exhala arte y sabiduría. Su memoria más primitiva data de época romana, cuando fue fundada como urbe comercial, administrativa y cultural. De su entonces navegable río Guadalquivir partían hacia la desembocadura de Gades los barcos cargados de aceite de oliva y minerales rumbo a la metrópoli. En la Córdoba romana nacieron el filósofo Séneca y su sobrino el poeta Lucano, cuyo recuerdo queda hoy en las calles y plazas del barrio viejo. La historia de Córdoba es especialmente feliz en época de Al-Andalus. Hasta aquí llegó Abd al-Rahman I, proclamado emir tras su huida de Bagdad.
El patriarca de la dinastía Omeya fundó un emirato que su descendiente Abd al-Rahman III, a mediados del siglo X, proclamaría califato. De ese modo, la capital andaluza alcanzó su máxima gloria.
Por entonces, la Mezquita era el gran monumento del Islam occidental. Cuentan que Medina Azahara fue la urbe más suntuosa jamás soñada, y que el alcázar, la medina y los baños árabes acogieron a poetas, artistas y mercaderes llegados de todos los rincones.
Córdoba dejó de ser árabe en 1236, cuando el Rey castellano Fernando III El Santo entró con sus huestes en la ciudad. Inmediatamente, la gran mezquita se consagró a la cristiandad y con los siglos sus obispos incrustaron en el corazón del edificio una polémica catedral de estilo tardogótico.
La Córdoba secreta reside en barrios de resonancia popular, como San Lorenzo, Santa Marina o San Pedro. Ubicados en la zona de la Axarquía (extramuros), acogen otras tantas iglesias con uno de los estilos góticos más interesantes del sur peninsular. Justo ahora, cuando la primavera está en todo su esplendor, la ciudad de Córdoba y especialmente los patios de sus casas se engalanan con flores multicolores. Un espectáculo digno de ver que sus habitantes conocen bien, por eso lo comparten con todos los visitantes al dejar las puertas de sus patios abiertas para que todo el mundo admire la belleza de estos jardines interiores.
Imprescindible
Mezquita. Es el gran templo del Islam occidental. Ubicado en las proximidades del Guadalquivir, fue mandado construir por el primer emir omeya y ampliado hasta tiempos del caudillo Almanzor, a principios del siglo XI. La más importante de sus ampliaciones data de la época del culto califa Al-Hakam II, que mandó edificar la maqsura y el mihrab. A principios del siglo XVI, el Cabildo recibe el permiso real de construir en el centro del edificio islámico una catedral cristiana, lo que levantó las críticas de los contemporáneos.
Alcázar de los Reyes Cristianos. Erigido en tiempos del califato, fue aprovechado tras la Reconquista en alcázar y convertido en residencia real de los monarcas de Castilla. Fue almacén, dependencia municipal y hasta cuartel de la Inquisición. Sus estanques y jardines son una metáfora de la época dorada de Al-Andalus.
Plaza del Potro. Es una de las plazas más emblemáticas de Córdoba. Allí abre sus puertas la posada del Potro, donde pernoctó Cervantes cuando era recaudador de hacienda en Sevilla. En la plaza también se alza el antiguo hospital de la Caridad, reconvertido en dos museos: el de Bellas Artes y el de Julio Romero de Torres, el más famoso pintor que a principios del siglo XX dio la ciudad.
Medina Azahara. No queda nada de la grandeza que debió tener en el siglo XI antes de que las legiones bereberes la arrasaran para siempre. Mandada construir por el primer califa Abd al-Rahman III y condenada al olvido por Almanzor, fue una ciudad decidida a impresionar a cuantas embajadas llegaran a ella.
Para visitar con tiempo.
La Torre de la Calahorra. En tiempo del califato fue erigida para controlar el tránsito naviero por el Guadalquivir. Hoy acoge el museo de las Tres Culturas, auspiciado por la Fundación Roger Garaudy.
La iglesia de San Lorenzo. Es el más hermoso templo fernandino construido tras la Reconquista. Ubicado en el popular barrio que le da nombre, acoge capillas tan ilustres como la del Cristo de Remedio de Animas.
Museo Arqueológico. Ocupa una casona renacentista en cuyo subsuelo se ha descubierto el graderío del antiguo teatro romano.
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