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Recuperemos la magia de Simbad el Marino

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«Ese año (279 de la Hégira o 892 d.C.) el pregonero anunció a la población de Bagdad que los cuentistas, los propagandistas de sectas, los astrólogos y agentes similares ya no podían actuar en las mezquitas y en las calles. También se anunció que quedaba prohibido vender o intercambiar libros sobre Retórica, Filosofía griega o el arte del diálogo y la discusión, y que ésto era orden del Abásida Al Mutadid, el sultán de los musulmanes».

Este aciago edicto, que el historiador contestatario Ibn Kathir (siglo XIV) recuerda en Al Bidaya wa Nihaya (‘El principio del fin’), supone para la escritora y socióloga marroquí Fatema Mernissi (premio Príncipe de Asturias 2003 junto a Susan Sontag) el inicio de la decadencia árabe y la proscripción de la mágica figura de Simbad el Marino como modelo a imitar en la sociedad musulmana.

Modelo para el progreso, para crecer y enriquecerse a todos los niveles optando por la pluma y no por la espada. Y todo ello merced al diálogo, a la comunicación con el ‘forastero’, en lugar de buscar su aniquilación o asimilación por la fuerza, ya sea mediante cimitarras y lanzas, o con misiles, F-16 y blindados ‘Humvee’.

En ‘Un libro para la paz’ (El Aleph), un ensayo de fuerte contenido político pero también un apasionante repaso a la etapa de esplendor árabe e islámica, Mernissi explora los valores del intercambio cultural en el marco de la actual globalización, y se pregunta cuál es el camino para romper la dinámica de violencia que domina nuestros días.

Dos mitos contrapuestos

Y para ello contrapone dos mitos culturales: uno occidental, el solitario ‘cowboy’ que con su Colt 45 en la canana siempre se muestra presto a linchar sin preguntas al forastero de turno porque éste representa un peligro, es simplemente un extraño. De otro lado, el oriental, Simbad el Marino, que opta por hablar con el desconocido, dialogar y comunicarse con él, aprendiendo él mismo y ganando un aliado para futuras y fructíferas transacciones.

La libertad de movimientos de Simbad  es vinculado con la función crucial que hasta el siglo IX asignaran los Abásidas a la comunicación, como medio de dominar el océano Índico, y al diálogo, como el vehículo para la expansión pacífica del Islam a la India y China. De los 37 califas de la dinastía, sólo los 15 primeros hicieron primordial esta opción, y el octavo, Al Mutadid, decidió priorizar los miedos del ‘cowboy’ —Mernissi rebautiza a Al Mutadid como el ‘califa-cowboy’—, representados en su fuerza militar, sin saber que sentaba las bases de su propia destrucción a largo plazo, en 1258, con la sangrienta toma de Bagdad —entre 800.000 y un millón de muertos— por parte de los mongoles al mando de un hijo de Gengis Kan, Hulagu.

El viajero Simbad, dentro de ‘Las mil y una noches’, supera el miedo a lo diferente y descubre lo beneficioso que resulta comunicarse y aprender de los demás. Y los primeros califas de la dinastía que nos ocupa asumen su filosofía y extienden el Islam pacíficamente a tierras hindúes y budistas. El aborigen descubre la riqueza que se le muestra —los Abásidas aportaban todas las grandes obras técnicas, filosóficas y literarias traducidas al árabe— y opta por aprender la lengua de Muhammad sin que nadie —«estúpidamente», subraya la autora— le obligue.

Primera globalización

El Islam, defiende Mernissi, es el que desencadena la primera globalización, dejando un elemento común inaprensible desde Nueva Dehli hasta Lahore. En una reciente intervención en Bonn, presentando ‘Un libro para la paz’, Mernissi defendía con sus hábiles recursos narrativos la necesidad de recuperar la capacidad de diálogo, la misma que obligó a los cruzados a «matar a Saladino porque muchos de los cristianos se convertían» al Islam tras entrar en contacto con su talante abierto y comunicativo, en contraposición con el elitismo del cristianismo medieval.

Y a ello invita la escritora marroquí, a romper con esa imagen de un Islam violento y cerrado, recuperando el espíritu de Simbad y de los primeros califas Abásidas. Simplemente, a dialogar, una tarea nada fácil, un arte cuyo dominio requiere esfuerzo.

En este viaje hacia la cultura Abásida del siglo IX, la autora propone recuperar la estrategia del diálogo en su máxima expresión, para desligarlo del dañino recurso a la violencia y a la manipulación política de los miedos irracionales, como única solución válida a la situación actual de conflicto mundial.

El hecho de que, multitudinariamente, la sociedad civil de los países embarcados en la cruenta guerra ilegal contra Irak —principalmente España y Gran Bretaña— se lanzara a la calle para protestar por la decisión de sus gobiernos, tranquiliza a Fatema Mernissi: «El espíritu y la magia de Simbad siguen vivos».

Por Carlos Álvaro Roldán
Con información de El Mundo

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