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Castillos españoles con leyendas incluidas

La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, los Templarios, tuvo en el Castillo de Xivert, en Alcalà de Xivert, una de sus más prósperas encomiendas, desde donde extendieron su poderío a lo largo de la costa mediterránea española.

Castillo de Xivert
Castillo de Xivert

La paz templaria

La entrada de los templarios en el lugar no es en absoluto traumática, muy lejana de las atrocidades cometidas por los peregrinos que tomaron Jerusalén durante la primera cruzada, de los que Raimundo Aguilers escribió:

“Habiendo entrado los peregrinos en la ciudad, persiguieron y degollaron a los sarracenos hasta el Templo de Salomón, donde hubo tal carnicería que los nuestros caminaban con sangre hasta las rodillas”.

Al contrario, esta orden hizo gala de gran diplomacia y carácter integrador a la hora de convivir con judíos y musulmanes en Tierra Santa, poniendo de manifiesto este hecho en la “cartam fidelitatis”, que firman en 1234 el maestre de la Orden y el alfaquib, jurista y teólogo islámico de Xivert, en la cual se promete respetar las costumbres de los musulmanes así como sus lugares de oración, también ofrecen la posibilidad de regresar a todos los que huyeron durante el asedio, comprometiéndose los templarios a defenderlos del mismo modo que piden de ellos su participación en la defensa de la plaza “según sus posibilidades”.

Ésto demuestra una gran tolerancia a pesar de que se trata de una orden religioso-militar que fue creada “para hacer retroceder a los enemigos de Jesucristo”.

Un castillo dentro del castillo

Tras la toma de posesión de la fortaleza, los caballeros templarios redistribuyeron el espacio interior construyendo un nuevo recinto dentro de las murallas árabes.

Esta obra, realizada con bloques de piedra labrados, “opus cuadratum”, contaba con impresionante muro y dos magnificas torres circulares que aun pueden apreciarse hoy en día en todo su esplendor.

En las piedras trabajadas por los canteros Templarios podemos encontrar gran número de “firmas” en cada bloque, muchas de las cuales coinciden con las halladas en la iglesia de Burriana, reconstruida tras su reconquista.

Llegando al patio central, de forma hexagonal, hallamos junto al muro orientado hacia el norte un aljibe construido por los templarios de 10´65 m de longitud por 5´20 de anchura y casi 4 metros de profundidad, que se suma al ya existente de los musulmanes.

En ese mismo patio debió de estar posiblemente la capilla.

El patio de armas, que debió estar parcialmente cubierto, albergaría también unos establos.

No en vano en esos tiempos el caballo es una poderosa arma de guerra.

Las leyendas

Sobradamente conocida era la reputación de la Orden en lo que a su poder económico y riqueza se refiere.

No en vano llegaron a ser banqueros de reyes, (el tesoro personal del rey de Francia estaba en sus manos), y encomiendas como la de Xivert explotaban grandes extensiones de cultivos con gran rentabilidad.

No es extraño que alrededor de sus castillos circularan numerosas leyendas, más o menos ciertas, acerca de sus tesoros y riquezas ocultas.

De ese modo existe en el castillo de Xivert una oquedad en la pared de la que se dice fuera una cueva o entrada secreta al castillo por la cual escaparon con parte de sus tesoros.

Nunca se hallaron tesoros o riquezas algunas en el castillo y además es poco probable que se tratara de una vía de escape, dado el carácter irreductible de los Templarios, cuyas reglas no les permitían la retirada si no se estaba en desventaja en proporción de tres a uno.

Siendo en ocasiones sus cargas contra el enemigo verdaderos suicidios colectivos.

Era tal su ferocidad en el combate, que durante la caída de San Juan de Acrelos, Templarios llegaron a sepultarse vivos derrumbando una torre, para con ello matar a 2.000 soldados enemigos.

Corderos en la paz, leones en la guerra.

El declive

Tras la pérdida de Tierra Santa y la caída en desgracia de la orden en Europa gracias a las intrigas de Felipe el Hermoso, los Templarios de Xivert, al conocer el proceso que se llevaba a cabo contra ellos se hicieron fuertes en el castillo frente a las mesnadas del rey, que finalmente los conducirían cargados de grilletes a las mazmorras de Tortosa.

Abandonada la fortaleza, esta fue puesta bajo la autoridad de la orden de Montesa, que la llevó hacia su declive aunque se mantuvo habitada hasta 1609, año en que se firmó el decreto de expulsión de los moriscos, con lo cual el lugar quedó deshabitado.

A ésto se le suma el traslado de los comendadores de la Orden de Montesa y las autoridades al pueblo de Alcalá.

Así quedó desierta hasta nuestros días.

Durmiendo en silencio el sueño de sus glorias pasadas.

Guardando en su pétreo recinto los secretos y misterios de una orden de monjes-caballeros que ha mantenido su hermetismo hasta después de su disolución.

Por Tomás Torres

Leyenda del origen de La Fuente de Caño Quebrado

Hace muchos años en Jaén, gobernaba el noble Omar, hombre de grandes virtudes. 

Omar tenía como lugar de residencia el castillo de la ciudad, desde donde ejercía su gobierno, buscando siempre lo mejor para sus súbditos.

Llegó el joven Omar a la edad de contraer matrimonio, y desde lejanas tierras llego al reino de Jaén, una hermosa joven, cuyo nombre era Zoraida.

Dicen que era mujer de extraordinaria belleza y gran corazón. 

La joven pareja se rindió al amor desde el primer encuentro.

Llegó el día de la boda. 

Todo eran lujos.

El castillo de Jaén se engalanó iluminado por grandes hogueras, la ciudad entera convertida en un gran festejo, donde no faltaron viandas, bebidas y diversión.

Después de la extraordinaria celebración, cuentan que vivieron felices. 

Omar, dedicado al gobierno de la ciudad, Zoraida, volcada en dar toda clase de atenciones a los habitantes del reino y a su marido.

Todo iba como si de un cuento de hadas se tratara hasta que un día tuvo Omar que abandonar el castillo, como en otras numerosas ocasiones, para bajar a la ciudad y solventar algunos asuntos propios del cargo que ostentaba.

Llegó la noche a Jaén sin que Omar regresara a su castillo… (Leer más>>>)

La cueva de la Mora

Frente al establecimiento de baños de Fitero, y sobre unas rocas cortadas a pico, a cuyos pies corre el río Alhama, se ven todavía los restos abandonados de un castillo árabe, célebre en los fastos gloriosos de la Reconquista, por haber sido teatro de grandes y memorables hazañas, así por parte de los que defendieron, como de los que valerosamente clavaran sobre sus almenas el estandarte de la cruz.

De los muros no quedan más que algunos ruinosos vestigios; las piedras de la atalaya han caído sobre otras al foso y lo han cegado por completo; en el patio de armas crecen zarzales y matas de jaramago; por todas partes adonde se vuelven los ojos no se ven más que arcos rotos, sillares oscuros y carcomidos: aquí un lienzo de barbacana, entre cuyas hendiduras nace la hiedra; allí un torreón que aún se tiene en pie como por milagro; más allá los postes de argamasa, con las anillas de hierro que sostenían el puente colgante.

Durante mi estancia en los baños, ya por hacer ejercicio que, según me decían, era conveniente al estado de mi salud, ya arrastrado por la curiosidad, todas las tardes tomaba entre aquellos vericuetos el camino que conduce a las ruinas de la fortaleza árabe, allí me pasaba las horas y las horas escarbando el suelo por si encontraba algunas armas, dando golpes en los juros para observar si estaban huecos y sorprender el escondrijo de un tesoro, y metiéndome por los rincones con la idea de encontrar la entrada de algunos de esos subterráneos que es fama existen en todos los castillos de los moros… (Leer más >>>)

Antequera – La Peña de los Enamorados

Delante de las puertas de la pequeña ciudad Antequera en el corazón de Andalucía se encuentra un peñón que podemos considerar como la cumbre del Romanticismo, un lugar que se podría convertir en un destino de amantes procedentes de todo el mundo.

Y no sólo porque ese peñasco enorme de 880 metros de altura está posando de manera muy decorativa como un guardián delante del panorama de esa bella ciudad – como si unos arquitectos modernos lo hubieran colocado allí mismo por encargo del Ayuntamiento.

No, desde eternidades ese monte calizo es lo primero que los viajeros pueden ver al acercarse a Antequera viniendo del noreste.

Esa «Peña de los Enamorados» tampoco obtuvo su nombre tan simbólico por alguna costumbre actual, o por ser el lugar de encuentro de amantes antequeranos que se citan aquí para subir juntitos a la cumbre durante una tarde calurosa de verano, sino porque una leyenda antigua lo convirtió en la Meca de amores trágicos y enamorados que busquen amores imposibles y deseos irrealizables.

La leyenda que data del temprano Siglo XV nos cuenta la historia dramática de Tello y Tagzona – nada menos que la tragedia amorosa más apasionada de todos los tiempos.

Sucedió durante la época de las guerras fronterizas entre moros y cristianos, cuando Antequera todavía pertenecía al Reino islámico de Granada, que el caballero cristiano Tello fue capturado por los moros y encadenado en un calabozo.

La princesa mora Tagzona, hija del comandante y muy curiosa, dando una vuelta para echar un vistazo a los guerreros cautivados, fijó su mirada en Tello.

Y al encontrarse sus miradas, parecía encenderse el aire por el flechazo, naturalmente era amor a golpe de vista.

¿Cómo se comunicaron ambos amantes (aparte de por señas y miradas)?

No sabemos si Tello entendió la lengua árabe o Tagzona supo hablar el castellano.

De todas maneras, de noche cuando nadie lo notaba, la princesa mora liberó clandestinamente a su caballero y la pareja logró escapar del campamento.

La mañana siguiente, pronto notaron su huida y el padre enfurecido mandó que un destacamento de arqueros persiguiera a su hija y al amante.

En aquella época una relación de amor o matrimonio cristiano-musulmán no fue aceptable para los padres… (Leer más >>>)

Por  Páginas Árabes
Con información de Suite 101 y Páginas Árabes.

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