El sionismo: un programa colonizador
El “sueño” de los abanderados del sionismo de crear en Palestina un “hogar nacional hebreo” para “regresar a la tierra que les fue arrebatada por el Imperio Romano en los años 70 d. C.”, es un mito absoluto, ha apuntado con acierto el periodista e investigador belga Michel Collon.
Estudiosos de la doctrina aseguran que “el ideal” sustentador de la agresión de Israel contra la población de Gaza no ha cambiado desde que surgió, a pesar de los esfuerzos para disimularlo. “Se trata de una ideología clasista de carácter ecléctico, pragmática y demagógica. Constituye una mixtura de ideas y teorías. En su base se encuentran el nacionalismo y el chovinismo, adornados con ciertos ideales seudosocialistas místicos, irracionales y liberales”.
Según los investigadores franceses Henriette y Paul Jacot (1971), “la ideología sionista, sin mostrar su naturaleza de clase, se presenta como un conjunto, ágilmente compilado, de ideas y leyendas religiosas, mezcladas con hechos reales o ficticios, lo cual le permite embaucar a millones de personas”.
Las polémicas en torno al sionismo con frecuencia no se centran en hechos concretos e históricamente comprobados, sino en cuestiones puramente ideológicas como son las relacionadas con la fe, el regionalismo, las tradiciones culturales, las aspiraciones nacionales, “los derechos históricos” y la incompatibilidad innata de los hebreos y de los no hebreos.
Como lo confirman sus padres fundadores, el sionismo no puede ocultar tampoco su naturaleza colonial. En temprana carta enviada a Cecil Rhodes, Theodor Herzl, uno de sus grandes teóricos, escribe: “Mi programa es un programa colonial”. Y mostraba su convicción de que los sionistas debían crear en Palestina un “puesto avanzado de la civilización contra la barbarie”, “una barrera de Europa contra Asia” y un “enclave de la cultura occidental”.
El Estado sionista de Israel es un engendro del imperialismo al servicio de sus intereses y ambiciones. Por eso Gran Bretaña, con el beneplácito de Estados Unidos y los países de la Entente (Inglaterra, Francia y Rusia), poco antes del triunfo de la Revolución socialista de Octubre de 1917 en Rusia, apresuró la Declaración de Balfour, en la que el Gobierno británico, por medio de su canciller, declaró su acuerdo con la idea de crear en Palestina, con el tiempo, un “hogar nacional para el pueblo judío”.
Antes y después de formado el Estado sionista, grupos criminales han perpetrado acciones abominables contra el pueblo palestino.
Según datos históricos recogidos en una publicación española, previo al nacimiento de Israel, 200 mil árabes se vieron obligados a abandonar su tierra. Entre 1947 y 1949 más de 800 mil palestinos se refugiaron en otros países o fueron desterrados.
En esa lejana época, el grupo terrorista Irgun Zvai Leumi, capitaneado por Menájem Begin, un oscuro político que llegó luego a primer ministro, perpetró la masacre de Deir Yassin. La aldea fue atacada y casi todos sus habitantes muertos, incluidos niños, mujeres y ancianos. Más tarde, diría Begin que aquella acción bárbara no solo estuvo justificada, sino que “de no haber triunfado en Deir Yassin, no existiría el Estado de Israel”.
En una ocasión Albert Einstein, a quien trataron infructuosamente de atraer, preguntó a Chaim Weizmann, dirigente sionista y futuro primer presidente de Israel: “¿Qué pasará con los árabes si Palestina es entregada a los hebreos?” La respuesta de quien se consideraba un moderado fue la siguiente: “¿Los árabes? Dudo que tengan importancia alguna”.
Para los historiadores es una certeza que el sionismo surge y se desarrolla al amparo de varias potencias imperialistas que veían en esta corriente nacional y reaccionaria una punta de lanza para el logro de sus objetivos en el Cercano Oriente y en los sitios donde existían comunidades judías.
Por Orlando Ruiz
Con información de : Trabajadores
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