Al pueblo de Gaza
‘Palestina’ es otro reportaje, tras dos meses en Gaza y Cisjordania
Sobre la actividad periodística y el conflicto árabe-israelí: la posición del historietista y periodista Joe Sacco.
Enero de 2014, Teatro Adolfo Mejía, última edición del Hay Festival de Cartagena; conversatorio entre Marianne Ponsford y Joe Sacco, reportero gráfico de origen maltés y nacionalidad estadounidense que se dedica a narrar y dibujar lo que ocurre en conflictos como el árabe-israelí, el serbio-bosnio, el checheno y la Primera Guerra Mundial. Al finalizar la charla, una persona del público levanta la mano indignada, se pone de pie y le pregunta a Sacco por qué sólo habla de Palestina. Sacco deja bien en claro que, tras dedicar siete años de su vida a hacer el libro Notas al pie de Gaza —para el que viajó dos veces a la Franja de Gaza—, estaba del lado de Palestina. “Pero ¿cómo va a estar con Palestina, si ellos son terroristas?”, le dice en inglés una colombiana de voz aguda. Agudísima. Él parece no querer discutir al respecto, porque cualquier intento de convencimiento sería en vano. No quiere dar ulteriores explicaciones, tampoco. Él ha estado allí, como ninguno de nosotros que hablamos desde la absoluta distancia. Y todo lo que vio está en sus libros.
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¿Cómo decidió convertirse en un reportero de los conflictos de los que habla en sus libros? ¿Qué lo movió a hacerlo y cómo lo hizo?
Estudié periodismo en la universidad. Pero el periodismo en Estados Unidos hace de la objetividad un fetiche. Después de graduarme creía entender cómo funcionaba el mundo, pero me di cuenta de que el periodismo estadounidense no me había enseñado nada acerca de lo que sucedía en Oriente Medio. En un proceso de deconstrucción, y de autoeducación, me fui dando cuenta de que había crecido pensando que los palestinos eran terroristas. Siempre se puede hacer reportería sobre hechos objetivos, concretos: “Grupo de palestinos pone una bomba en un bus”, por ejemplo. Pero si ese tipo de noticias son lo único que oyes sobre Palestina, si esa es la única imagen que los medios presentan, empiezas a pensar que esas son las únicas razones por las que deberíamos hablar de Palestina. Eso se va metiendo inconscientemente en nuestro cerebro. Sin embargo, otros “hechos objetivos” se estaban dejando de lado. Sucedió, por ejemplo, hacia 1980, cuando los palestinos estaban siendo masacrados en el Líbano. Se estaban omitiendo el contexto y las razones que explican —así no justifiquen necesariamente— los actos de violencia que salían y salen constantemente en las noticias. En ese momento de mi vida empecé a experimentar un sentimiento de rabia hacia mi propia educación. Me tomó muchos años entender mínimamente lo que estaba ocurriendo de verdad en Oriente Medio. Entonces sentí la necesidad de ir a verlo por mí mismo.
¿Cómo llegó a ser tan crítico del concepto de objetividad en la actividad periodística?
Me di cuenta de que la objetividad no existe. Todo periodismo es subjetivo, porque al omitir la otra cara de las cosas se está queriendo presentar una visión específica y siempre sesgada del asunto en cuestión. Incluso por omisión resultamos siendo subjetivos. No quiero mostrarme como si lo entendiera todo, como si hubiera encontrado el sentido de las cosas, porque no es así. Pero enfrento al lector a los mismos interrogantes a los que me enfrento siendo un occidental en un lugar extraño. Todos tenemos prejuicios. Yo también soy occidental y tenía los mismos prejuicios que tienen la mayoría de occidentales con respecto a Oriente Medio, que para mí también era extraño. Lo importante es no quedarse ahí y poner en cuestión esos prejuicios, esos lugares comunes, esas construcciones imaginarias. A veces me preguntan quién me creo para venir a un lugar ajeno, en guerra, a veces criticando lo que allí sucede. La respuesta es que me interesa, que me da curiosidad, que hay muchas dudas que quiero resolver.
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Notas al pie de Gaza (2009) es el producto final de un trabajo de reportería que Sacco hizo entre noviembre de 2002 y marzo de 2003. Ya había estado allí entre diciembre de 1991 y enero de 1992, para darle vida a otro de sus libros, Palestina (1996). Sacco, entonces, ha vivido de cerca un conflicto que en el tiempo ha vuelto a renacer varias veces y con pocas variaciones —esta vez, sin embargo, estamos ante el mayor número de muertos: ya van más de 1.200 palestinos (la mayoría civiles) y alrededor de 80 israelíes (la mayoría soldados)—. Por eso Notas también habla del conflicto de hoy y del de siempre. Vuelven a aparecer los mismos dilemas, los mismos desacuerdos, las mismas rivalidades, y contribuye a que nosotros, los lectores que estamos lejos y queremos entender, comprendamos la manera en que sucedieron las cosas a principio del milenio, y en 1956, en dos de las reapariciones de esta guerra compleja: “Tal como me dijo alguien en Gaza, ‘los hechos son continuos’… El pasado y el presente no son fáciles de desligar: son parte de un implacable continuo, son una laguna histórica. Quizá valga la pena detener ese agitado movimiento de avance imparable y examinar uno o dos acontecimientos que no sólo supusieron un desastre para la gente que los vivió, sino que también pueden resultar instructivos para quienes deseen comprender por qué y cómo —tal como dijo El-Rantisi [uno de los entrevistados]—, ‘sembraron el odio en sus corazones’”, dice Sacco en el prólogo a la cuarta edición.
En lo que sucedió en Gaza está enmarcada, además, la historia que Sacco fue a buscar en realidad: la masacre de palestinos en Khan Younis, al sur de la Franja de Gaza, en noviembre de 1956, durante la Guerra del Sinaí, cuando las tropas israelíes ocuparon brevemente la Franja de Gaza, gobernada entonces por Egipto. “Hombres y mujeres de avanzada edad nos contaron descarnados relatos de padres o maridos asesinados a tiros en sus casas, o puestos en fila en la calle y acribillados por soldados israelíes”. La novela es el relato de la ardua búsqueda de un acontecimiento pasado que, para los palestinos entrevistados, ya no tenía tanta valía por estar de nuevo en guerra en el momento en que Sacco lucha por encontrar testigos.
El origen de Notas al pie de Gaza se remonta a 2001, cuando la revista Harper’s les encargó al periodista Chris Hedges y a Joe Sacco un trabajo en Gaza: al primero como redactor, al segundo como ilustrador. Hedges consideraba que lo sucedido en Khan Younis en el 56 era parte importante de la historia de la ciudad e incluyó algunos párrafos en el artículo, que luego fueron suprimidos. La mayor masacre en suelo palestino hasta ese entonces —275 muertos, según la ONU— no merecía ser relegada al olvido, dice Sacco, porque tragedias históricas como esa contienen la semilla del dolor y la furia que dan forma a lo que sucede hoy en día.
Posteriormente se enteró de que por la misma época, el 12 de noviembre de 1956, hubo otra matanza en la vecina ciudad de Rafah, que tampoco podía quedarse por fuera. “Una vez más, un par de frases en un informe de la ONU era todo lo que quedaba de un incidente que de otra forma habría caído en el olvido más absoluto”.
A Sacco le interesa narrar la historia desde las historias particulares. Por eso sus libros están llenos de detalles. La escena política a gran escala es demasiado abstracta. Los civiles, en cambio, llevan a un millón de pequeñas cosas diferentes, más humanas, que permiten una mayor identificación del lector con lo narrado. “De lo que sucede con los civiles es de lo que se trata realmente una guerra: gente siendo atropellada por eventos sobre los que tienen muy poco o nada de control. Quiero mostrar a los seres humanos en ese sentido, como aquellos que viven la vida y tratan de seguir viviendo en el centro de algo horrible. Las historias de estas personas les importan más a los lectores cuando están en el contexto de lo humano, cuando aquello que los une —comer, dormir, tener hijos, trabajar— resulta completamente distinto por el contexto en que cada cual lo hace. El otro problema que tengo con retratar a las ‘víctimas con v mayúscula’ es que las víctimas no siempre son ángeles, también pueden ser victimarios. Pueden estar llenos de odio, de rencor, y puedes entender el porqué. Por eso hay que mostrar el contexto”, dice Sacco, quien no sólo lo muestra, lo desentraña.
Por Sara Malagón Llano
Con información de El Espectador
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