Sungur,el emir y la mezquita
Un día, un emir sintió el deseo de ir al baño. Llamó a su esclavo, que se llamaba Sungur, y le dijo:
«¡Prepara mi sábana, mi barreño y mi jabón! ¡Vamos al baño!»
Sungur ejecutó sus órdenes y ambos tomaron el camino del baño. Ahora bien, en este camino, había una pequeña mezquita. Cuando pasaba ante ella, Sungur oyó la llamada a la oración. Dijo a su amo:
«¡Oh, amo! ¿Podríais esperar unos instantes ante esos almacenes mientras hago mi oración?»
El emir aceptó y se puso a esperar…
Esperó mucho tiempo. Vio salir a los fieles y al imán, pero Sungur seguía en el interior. Perdiendo la paciencia, el emir se puso a gritar:
«¡Oh, Sungur! ¿Porqué no sales?»
Desde el interior de la mezquita, Sungur le respondió:
«Estoy retenido aquí. No pierdas la paciencia. Ya voy. ¡Sobre todo no creas que olvido que me esperas!»
El emir reiteró siete veces su llamada y, cada vez, Sungur respondía:
«¡No tengo permiso para ir junto a ti!»
Al fin, el emir le dijo:
«Pero no hay nadie en la mezquita. Tengo curiosidad por saber lo que te impide salir.»
Sungur respondió:
«El que te encadena en el exterior me ha encadenado en el interior. El que no te permite entrar me impide salir.»
El océano no deja escapar a los peces y, del mismo modo, la tierra no deja a su fauna precipitarse al mar.
Por Yalal Al-Din Rumi
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