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Habiba Sarabi,¿futura vicepresidente de Afganistán?

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Habiba Sarabi sabe que ser mujer, una mujer libre en Afganistán es complicado, por no decir imposible, aún así ha decidido correr el riesgo y presentarse a unas elecciones que marcarán el futuro de la nación. “Hacer política en Afganistán es un gran riesgo pero tenemos que intentarlo”. Esta no será su primera aventura en política, Habiba fue Ministra de Mujeres con el presidente saliente Hamid Karzai y está “acostumbrada a las amenazas”. Su rostro en los carteles electorales es una doble intimidación para los talibanes que ven en Habiba a una mujer y a un miembro de la etnia minoritaria Hazara. Dos inconvenientes en un país en el que no llega la reconciliación tribal y en el que las mujeres no pueden salir de casa.

Habiba no tiene miedo, no se calla. A sus 57 años, esta farmacéutica de formación lleva años enfrentándose a los talibanes y haciendo todo aquello que los muyahidines reprochan a las mujeres. Fue a la universidad y dejó a su marido a cargo de la familia durante una época de su vida que vivió en la vecina Pakistán.

La educación se convirtió en su bandera. Su objetivo, educación para todas las niñas. Oculta bajo un burka organizó una red clandestina de escuelas. De aquellos días recuerda que lo veía todo negro porque era muy difícil ponerse las gafas debajo del burka. De aquella experiencia, nació su vocación por la política «La condición de las mujeres me empujó a luchar por sus derechos y convertirme en una activista más. Con los talibanes, perdimos todo y queremos recuperarlo”

El voto femenino focalizará la atención durante los comicios dado que los derechos de las mujeres fueron un eje central de los esfuerzos internacionales tras el régimen talibán que obligaba a las mujeres a cubrirse con burkas y vedaba el acceso de las niñas a la escuela.

En este sentido, Pilar Requena, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense y autora del libro Afganistán (Editorial Síntesis), explica que los derechos de las mujeres han experimentado un gran avance en Afganistán pero solo en las ciudades. En su opinión, las mujeres afganas han sido las encargadas de luchar por sus derechos. “Después de haber sido invisibles durante la época de los talibanes, ellas son las que están por tener voz”, explica.

«La posible presencia de una mujer como vicepresidente puede ayudar al empoderamiento de la mujer siempre y cuando desde el Gobierno se luche por sus derechos y se anulen, por ejemplo, leyes retrógradas, que sólo benefician a los más radicales, como las relacionadas con los delitos de honor”, destaca.

Por su parte, Thomas Ruttig, codirector y cofundador de Afghanistan Analysts Network (Red de Analistas Afganos), un centro independiente de estudios con sede en Kabul y Berlín, en una entrevista, explica a que «habrá movilización entre las mujeres aunque será limitada. No hay que dejarse llevar por el registro de mujeres en las listas electorales ya que muchos son fraudulentos. En muchas provincias, las mujeres no pueden ni salir de casa por lo que los hombres votan por ellas. Desgraciadamente los votos femeninos fueron los más manipulados en las elecciones anteriores».

En su opinión, el principal reto de la política exterior del nuevo presidente será inaugurar una nueva era en las relaciones con Pakistán. «Tendrá que esforzarse en establecer unas buenas relaciones con Pakistán ya que comparten la lucha contra los talibanes en la frontera y es esencial para quer Afganistán, un país sin salida al mar, pueda desarrollar su actividad económica.»

Respecto a la política interna, subraya que Afganistán necesitará ayuda internacional durante décadas, al igual que otros países en desarrollo. En su opinión, «el país necesita desarrollar su propio comercio, desarrollar una política fiscal y luchar contra la corrupción de los señores de la guerra. Afganistán es un país rico en recursos minerales pero la falta de transparencia y gobernabilidad hacen imposibles su explotación. Añade que «le llevará tiempo poner en marcha su desarrollo». «El país necesita primero un gobierno fuerte, no corrupto y responsable», concluye.

A diferencia de las elecciones de 2004, en las que accedió al poder Karzai, la población acudirá a las urnas en medio de una presencia internacional reducida y con la esperanza de que su injerencia sea mínima en el proceso. Sin embargo, y a pesar de los llamamientos de Naciones Unidas a la participación, parte de los afganos siguen viendo con desconfianza a la comunidad internacional, una brecha que quieren aprovechar los talibanes, que han expresado su rechazo frontal a los comicios.

Unos 3,8 millones de nuevos electores -entre ellos 1,3 millones de mujeres- se han inscrito para participar en estos comicios. Se estima que hay unos 20 millones de tarjetas electorales en circulación, varios millones más que la evaluación sobre la cantidad de ciudadanos habilitados para votar.

Por Susana Campo Fidalgo
Con información de : teinteresa

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