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Ara Malikian:Cuando toco entro en trance,se hace el vacío

Ara Malikian en la terraza de su piso en Malasaña (Madrid). / ©Luis Sevillano
Ara Malikian en la terraza de su piso en Malasaña (Madrid). / ©Luis Sevillano

 Le he pedido a un amigo suyo que lo describa y me ha dicho que es usted un galgo.

A.M: Porque en la vida soy tranquilo y tímido pero en el escenario me vuelvo bastante loco, hiperactivo. La energía que ahorro en el día la sudo en el escenario. Los galgos son tranquilos pero luego los sueltas y no paran de correr. Me siento identificado.

Tiene usted pinta de valiente. ¿Lo es realmente?

A.M: Según para qué. En la profesión soy muy osado. Luego algunas novias que he tenido decían lo contrario… (risas).

¿Qué piensa cuando toca?

A.M: En nada, se hace el vacío. Es un trance; un mundo aparte en el que entro y cierro la puerta. Un tipo de orgasmo.

Ha dicho: “Quiero acercar la música clásica a todos”.

A.M: La música clásica está lejos del público porque se han espantado por miedo a no entenderla. Mi papel es mostrar que no es así. La música tiene que estar al nivel del público, no al revés.

Ara Malikian: Tiene 45 años, es armenio y creció en Líbano hasta que logró huir —en plena guerra— gracias a una beca para estudiar violín en Alemania. Hace 15 años recaló en España y se ha enamorado del país. Tiene una terraza estupenda en Malasaña y su ático está lleno de budas y móviles que tintinean a cada ráfaga. Toca con Extremoduro, en películas de Almódovar y prepara un concierto para el centenario del genocidio armenio.[/mantra-pullquote]

 ¿Cuánto le pagaron por hacer el anuncio de Cortefiel?

A.M: No mucho. No me he forrado aunque muchos crean que sí.

 ¿No nos dice cuánto cobró?

A.M: Es irrelevante, pero te juro por mi violín que muy poco.

 Su padre era violinista.

A.M: Amaba el violín, pero tenía que hacer folclore, pop, giras con la cantante Fairuz. Pero lo que le gustaba era Bach y Bethoven.

 Le enseñó a tocar.

A.M: Todo el amor que tenía me lo transmitió. Y lo hizo muy bien. Era bastante severo, a menudo acababa tocando con lágrimas. Hoy estoy muy agradecido, pero lo que él hizo conmigo sería incapaz de hacerlo con un hijo mío.

 Sus padres viven en Francia. ¿Los ve mucho?

A.M: Por desgracia, no. Somos solitarios, cada uno va a su bola.

 ¿Qué recuerda de la guerra?

A.M: Todo, aunque es difícil decirlo en palabras. He visto cosas muy trágicas: caer bombas hasta en casa, pero no me ha marcado.

 ¿Recuerda la primera vez que tocó el violín?

A.M: No. No escogí el violín, no me enamoré de él. Desde que tengo razón me acompaña.

 Tocaba en refugios.

A.M: En los momentos más trágicos uno busca la diversión. Todo el barrio pasamos días escondiéndonos en un sótano. Yo llevaba el violín, otro la percusión, otro bailaba… Hacíamos fiestas ahí abajo.

A los 15 años consiguió una beca del gobierno alemán para estudiar en Hanóver. ¿Qué supuso?

A.M: Musicalmente no fue muy importante, aunque me ayudó a hacer carrera. Entonces era el peor momento de la guerra, había que salir de Líbano, pero el país estaba bloqueado, no daban visados. Hice solicitudes en embajadas y coló en Alemania.

 ¿Le gustó su forma de vida?

A.M: Fueron mis años más tristes. No conocía a nadie, no sabía hablar… Luego aprendí a lo bestia. Y ahora me siento bien en cualquier lugar del mundo.

 ¿Cuántos idiomas habla?

A.M: Siete y todos mal. Armenio, árabe, alemán, francés, inglés, español e italiano. Pero bien, ni uno.

 Usted no para. ¿No echa de menos un poco de monotonía?

A.M: Sí, pero si tengo dos días monótonos no aguanto. Me regañan porque nunca digo que no. ¡Con lo bonito que es decir que sí!

 ¿Cuánto tiene de armenio?

A.M: Mucho, pero es bueno y malo; a veces somos insoportables.

 ¿Tiene novia?

A.M: Sí… como todos (risas).

Enseñó música a los niños en Pizzicato (La2) y no tiene hijos.

A.M: Todavía no. ¡Soy muy joven!

 ¿Qué le da España?

A.M: Me gusta la luz, el buen humor de la gente, que es muy abierta. Os gusta la calle y soy muy urbano. Aquí me siento feliz.

 ¿Usted tiene pinta de loco, de rockero o de Einstein?

A.M: ¡Cualquiera me vale!

 Si pudiera resucitar a un compositor, ¿cuál escogería?

A.M: A Paganini. Está en todos los violines del mundo.

 Hace poco le negaron la nacionalidad española.

A.M: La excusa que me dieron es que había hecho la solicitud antes de tiempo. Me quedé un poco humillado. Ahora me han dicho que me van a ayudar a acelerar el proceso y pueda obtenerla.

 ¿Siempre ha tenido los papeles en regla?

A.M: Aquí sí, pero en otros sitios no. Con las deportaciones tengo varias anécdotas. Me iban a echar de Inglaterra: el violinista Yehudi Menuhin mandó un fax y lo evitó.

 ¿Algún consejo?

A.M: La vida es bella, como la película. En todas las situaciones trágicas hay que sacar el humor. Debe ser nuestra meta en la vida.

Por Carmen Pérez-Lanzac
Con información de El País

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