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Las cuatro ranas – Gibrán Khalil Gibrán

El saber y el medio saber

Estaban cuatro ranas sentadas sobre _un grueso tronco de leña que flotaba a la orilla de un anchuroso río. Una ola fu­riosa arrastró al tronco hasta la mitad del río, donde la corriente lo condujo con el curso del agua. Alborozáronse las ranas por el encanto de su expedición y comenzaron a saltar sobre el tronco porque jamás se vieron navegar mar adentro. Pasado un momento de silencio la primera rana gritó:

– ¡Qué tronco más curioso y extraño! Mirad, compañe­ras, cómo viaja igual que los seres vivientes. Jamás he visto ni oído hablar de cosa tan parecida.

La segunda rana : -Este tronco no camina, se mueve, amiga mía; y tampoco es extraño y curioso como te lo has imaginado. Las aguas del río que corren de por sí hacia el mar conducen con ellas a este tronco que a su vez nos con­duce con él.

La tercera rana: -No, por mi vida, compañeras, os equi­vocáis. Es una divagación la vuestra. Ni el río se mueve, ni el tronco. Es nuestro pensamiento el que se mueve dentro de nosotros y él es quien nos conduce a creer en el movimiento de los cuerpos inmóviles.

Discutieron largamente las tres ranas sobre qué era lo que se movía en realidad, llenando la quietud del río con sus gritos y su perturbador croar.

Como no llegaron a ningún acuerdo, pidieron la opinión de la cuarta rana. Esta, que hasta entonces no había dicho esta boca -es mía, sino que las escuchaba con atención, habló de la siguiente manera:

-Todas vosotras habéis tenido razón, compañeras, y ninguna se ha equivocado en sus razones. El movimiento está en el río tanto como en el tronco, como en nuestro pensa­miento al mismo tiempo.

Este fallo conformó a las tres ranas en disputa, porque cada una quería tener la razón.

Cuéntase que lo que sucedió después del fallo de la cuarta rana fue cosa curiosa en el reino. Las tres ranas hicieron la paz entre ellas y en un conciliábulo ejecutivo resolvieron echar a la cuarta rana al río.

Y la arrojaron al agua.

Gibrán Khalil Gibrán

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