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De repente el trovo

De repente el trovo

Mucho se ha escrito del arte de la repentización poética, ese especial contrato que sólo algunos poetas tienen con las musas que acuden vertiginosas en su auxilio, cargadas de gracia e inspiración, haciendo a los troveros los campeones en componer versos con hondura, rapidez y tal soltura, que son capaces de hilar los flecos de cualquier controversia y hacer las delicias de la concurrencia con mensajes cargados de humor, inteligencia, dobles sentidos y picardía.

Después de los molinos de viento, la sierra minera, el Mar Menor o el convento de San Ginés, pocas cosas hay más nuestras que los trovos. Cuando no existía internet ni el WhatsApp, nada había que mantuviese tanto la atención de la concurrencia como el trovo, que nunca faltaba en las fiestas patronales, ni en otros encuentros improvisados en tabernas o cafés cantantes. Tiempos aquellos en que igual que hoy se comparten las humoradas en las redes sociales, entonces las gentes se aprendían los versos más inspirados de los troveros en boga.

Los investigadores sitúan el verso improvisado en los albores de la poesía. Los estudiosos hablan de su vinculación con los juglares y trovadores de la Edad Media y está demostrada la tradición de la poesía repentizada en la cultura árabe desde el siglo VIII, a través de la cual se esparció por zonas de Granada y Almería, especialmente en la Alpujarra y en el Reino de Murcia. De la mano de José María Marín, nacido en La Palma y de familia de Pozo Estrecho, el trovo renació en una dura época para los trabajadores en nuestra revolución industrial de la zona minera. Decía Casimiro Bonmatí: «El trovo, como el cante, ha servido de desahogo lírico a numerosos oprimidos. El hombre de nuestra tierra ha resuelto muchas veces su amargura en ironía».

De aquella época dorada para el trovo hay que destacar a otros dos puntales como fueron José Castillo y Manuel ‘El Minero’, precursores y maestros de generaciones posteriores en las que han destacado Ángel Roca, Pedro Pérez ‘Cantares’, José Mateo ‘Picardías’, Ángel Cegarra ‘Conejo II’, José Travel ‘Repuntín’, Manuel Cárceles ‘El Patiñero’, José Martínez ‘El Taxista’, Alfonso Conesa ‘El Levantino’, Juan Sánchez ‘El Baranda’, Joaquín Sánchez ‘El Palmesano’, y tantos otros, que está haciendo una impresionante labor educativa por colegios e institutos, con el apoyo del Ayuntamiento de Cartagena, magnífico organizador del encuentro internacional de Trovalia.

Con el apoyo de nuestra activa y solvente Noelia Arroyo, consejera de Cultura, se realizará la I Fiesta Regional del Trovo, en el auditorio Víctor Villegas, donde se le rendirá tributo a Juan Tudela ‘El Tío Juan Rita’, grandísimo trovero que con sus 104 años sigue haciendo gozar a miles de aficionados, sobre todo en la Fiesta de las Cuadrillas de Barranda. Hay que felicitar la iniciativa y a los participantes, a Javier Andreo ‘nieto artístico’ del Tío Juan Rita; a Tomás García, músico y etnógrafo; al presidente de la Federación de Peñas Huertanas Juan Pablo Hernández y a tantos precursores que trabajan por dignificar, estudiar y promover la cultura popular, las tradiciones, la música de raíz y todo el patrimonio inmaterial de nuestra Región, como el maestro Manuel Luna.

Quiero hacer especial mención al doctor Emilio del Carmelo Tomás ‘Emilio de Patiño’, que para mí supone un ejemplo de futuro en la conjunción de la música, el trovo, los cantos tradicionales de cuadrillas y auroros y, además, de la investigación y la docencia. Conocí al discípulo de El Patiñero tocando el violín en la Cuadrilla de Patiño. Toca varios instrumentos, las musas lo socorren con acierto en sus trovos, es profesor de literatura, es capaz de disertar sobre la relación de la obra de Cervantes con la poesía improvisada y el trovo y, por si le faltase poco, ha presentado este año su tesis doctoral sobre el trovo murciano, que me estoy leyendo y disfrutando (son 800 páginas), y que lo convierten, sin duda, en toda una autoridad en el tema.

Emilio no cree en las musas, el cree en el Patiñero, a quién se encomienda cada vez que sube al escenario.

Por Javier Lorente
Con información de La Opinión de Murcia

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