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Trump muestra los dientes

Donald Trump, ha mostrado sus dientes y tirado el primer mordisco en el gran juego de la política internacional, utilizando como excusa el promocionado ataque con armas químicas por parte de las fuerzas del presidente Bashar al-Assad, contra la ciudad de  Jan Shijún, en el sur de la provincia septentrional siria de Idleb, que habría generado más de 100 muertos, el pasado martes 4.

Tras el hecho el presidente Trump declaró: “Este ataque químico ha cambiado mi actitud hacia el conflicto armado sirio así como con el presidente al-Assad”.

El ministro de Exteriores sirio, Walid al-Moalem, dijo que el supuesto ataque se produjo a raíz de un bombardeo de las tropas leales a Damasco contra posiciones del Frente Fatá al-Sham, el ex frente al-Nusra (al-Qaeda) desconociendo que en esas posiciones los terroristas almacenaba gran cantidad de armas químicas.

Estados Unidos lanzó una andanada de 50 misiles Tomahawk contra una base militar de Ash Shairat ubicada en la provincia siria de Homs, desde naves estacionadas sobre el Mediterráneo, destruyendo varios aviones y una pista de aterrizaje. El ataque ha tenido el inmediato apoyo de sus secuaces regionales Arabia Saudita e Israel.

La denuncia inicial provino del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, una oscura organización con sede en Londres, amancebada con los mismos que dan su apoyo “moral” además de financiero, político y militar a los miles de terroristas “moderados” que,  desde hace seis años,  han generado una guerra civil, que acumula por lo menos 350 mil muertos, miles de desaparecidos, varios centenares de miles de heridos graves  y cerca de 10 millones de desplazados y refugiados, sin contar la destrucción material, ya que esta guerra, literalmente, ha borrado cientos de pueblos, miles de edificios públicos e infraestructura, y saqueado milenarios yacimientos arqueológicos.

Trump, artículó esta acción en un momento de suma fragilidad política interna, donde sus decisiones están siendo jaqueadas tanto demócratas como republicanos, enseñándole al magnate que para gobernar un país no alcanza con ser insolentemente rico y descaradamente desvergonzado.

Por su parte el ministro turco de Justicia, Bekir Bozdag, declaró que las pruebas  realizadas por expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmaban la presencia de gas sarín en las víctimas del confuso episodio.

La acción norteamericana prácticamente lleva a foja cero, los minúsculos avances que se habían logrado en las negociaciones de Astaná y Ginebra y azuzan a Moscú con declaraciones como la del actual secretario de Estado norteamericano,  Rex Tillerson, exigiendo a Rusia revise su apoyo al presidente sirio Bashar al-Assad “responsable de este horrible ataque”.

Un déjà vu tóxico

El confuso incidente del pasado martes en la ciudad de Jan Shijún, nos retrotrae a agosto de 2013, cuando el barrio damasquino de al-Ghuta, sufrió una ataque químico que provocó la muerte de 1500 civiles, hecho del que inmediatamente fue responsabilizado el presidente al-Assad, tan cual ahora, y el entonces presidente norteamericano Barack Obama, se apuró a anunciar que bombardearía Siria.

Dicha amenaza representó uno de los más grandes papelones de una administración norteamericana, cuando hasta su más íntimo y antiguo aliado el Reino Unido, se excusó de participar del raid “punitivo” y el presidente ruso se expresó claramente que cruzado aquel límite lo que podría suceder sería imprevisible.

Estados Unidos irremediablemente solo frente a esa acción (bueno lo acompañaba Francia, pero desde Yalta sabemos que Francia no nunca cuenta en las cuestiones decisivas), por lo que Obama debió retroceder cautamente ante la advertencia de Moscú.

Tras los hechos de al-Gutha, quedaron algunas cosas claras,  por ejemplo, que las armas químicas eran parte del saqueo a los arsenales del coronel Gadaffi, que un par de años atrás había sido derrotado en Libia, y que habían sido operados por fundamentalistas de al-Nusra, lo que nunca quedó claro es que hacían en al-Gutha, 15 agentes del Mossad, que desaparecieron sin dejar rastros.

El episodio de al-Gutha trajo varias consecuencias:  la primera fue que Siria aceptara unirse a la Convención sobre las Armas Químicas y abriese sus arsenales a la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) para que la OPAQ, retirada toda las armas químicas de territorio sirio en posesión de las fuerzas de al-Assad, armas que se terminaron de destruir en enero del año pasado.

Desde entonces el involucramiento de Moscú en el conflicto sirio ha sido cada vez más importante, lo que ha cambiado definitivamente la ecuación de fuerzas y ha obligado a los bandos terroristas,  tanto a los auto denominados “moderados” como a los “fundamentalistas”,  que en realidad son los mismos pues según la oportunidad cambian de nombre, a replegarse rumbo a las fronteras con Turquía, por donde entraron la mayoría , y volver a sus países de origen como Túnez, Libia, Argelia, Afganistán, Pakistán, China, Bangladesh y países del sudeste asiático, entre otros.

La toma de Alepo, por las fuerzas de Damasco ha sido la más dura derrota que sufrió la entente terrorista desde que estalló el conflicto y esa ha sido una pésima noticia para los enemigos de al-Assad no solo dentro de Siria, sino para los intereses franceses, británicos, wahabitas (Arabia Saudita, Qatar, al-Qaeda y Daesh), turcos e israelíes, que han colaborado con ingentes recursos para desplazar a al-Assad .El sueño se les estaba diluyendo por lo que el ataque a la ciudad de Jan Shijún, podría volver a cambiar la dirección del conflicto.

Justamente es en la provincia de Idlib, el último territorio donde las organizaciones terroristas son todavía fuertes, en donde se concentran las operaciones del Ejercito Árabe Sirio, que responde al presidente al-Assad.

Una vez más,  Naciones Unidas, que descaradamente junto a otras organizaciones internacionales han jugado a favor de los terroristas desde un principio, intentó sancionar a Siria  tras el episodio del martes, pero la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU fue vetada por Moscú.

La embajadora de Estados Unidos en la ONU, Nikki Haley, ha denunciado con vehemencia este nuevo “crimen de guerra”, perpetrado por el “régimen” de al-Assad, que desde hace seis años combate contra un ejército que ha llegado a tener 120 mil hombres de 93 países, y que su país ha sido el principal sostén.

Respecto a las armas químicas sería bueno que la embajadora Haley, por no ir muy lejos repase la lectura del analista mexicano Alfredo Jalife-Rhame, cuando detalla con ácida precisión las gestiones del Donald Rumsfeld, en la década del 80, con el entonces presidente iraquí Saddam Husein, para abastecerlo de armas biológicas, como ántrax y otras delicadezas por el estilo, que utilizaría tanto contra el pueblo kurdo, como en la guerra que entonces Saddam mantenía con Irán. Quizás entonces la enfática Haley, sabría que hay lugares donde es mejor no meter las narices.

Por Guadi Calvo
Escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
Con información de: Alainet

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