Las vírgenes del paraíso-Las Huríes
Es prácticamente del dominio público que la hurí es una mujer bellísima del paraíso musulmán. Etimológicamente la palabra hür se encuentra ya en el Corán como un adjetivo sustantivado para designar a las vírgenes del paraíso prometidas a los creyentes. Esta palabra pasó a las lenguas europeas por mediación de la palabra persa y turca hüri. En árabe hür es plural de ahwar, femenino hawra. Los lingüistas árabes consideran esta palabra derivada de la raíz h w r que significa tener el blanco y el negro del ojo muy marcados. Esto se aplica especialmente a ciertos animales como la gacela y la vaca cuyos ojos reúnen estas características; y por extensión, a la mujer que tiene los ojos de dicha manera . La palabra hür va calificada por al-‘in, plural a’yán, femenino ‘ayná’ que significa de ojos grandes y se les llamó al-hür al-‘ín a estas jóvenes del paraíso porque tenían los ojos grandes y los colores blanco y negro muy marcados. Algunos lingüistas y comentaristas señalan que esta cualidad de ojos grandes y al mismo tiempo intensamente blancos y negros debe ir acompañada de una gran belleza y gracia de ojos y cuerpo .
Lógicamente era éste un tema atractivo y de sumo interés para los seguidores del Profeta Muhammad por razones múltiples. Primero, porque la mujer siempre ha interesado y atraído al hombre, y de modo muy particular a alguien de carácter tan sensual como es el temperamento árabe. Segundo, porque todo aquel que cree en «otra vida futura» tiende instintivamente a pensar que en ella existe una felicidad completa y duradera, aunque ignore en qué consista con exactitud. Pues bien, el tema de las huríes proporcionaba al musulmán un elemento concreto de dicha felicidad futura. En tercer lugar, está la natural curiosidad que siempre supone «el más allá», la vida futura; al carecer de informaciones precisas al respecto, la imaginación encuentra ahí un campo para desplegarse a sus anchas.
Por todo esto, no resulta extraño que la fantasía musulmana se haya entretenido y cebado -a lo largo de la tradición secular- con el tema atrayente de las huríes .
Nuestro trabajo ha consistido en espigar -en distintos testimonios de la tradición musulmana- todos los datos que nos parecieron interesantes sobre las huríes, para poder reconstruir, de ese modo, lo que ha hecho la imaginación popular con un dato original del Corán.
Comencemos por presentar, en síntesis, cuanto dice el Corán -en diversas azoras acerca de dicho tema, ya que ello constituye la fuente de la que arrancará todo el desarrollo posterior. Pues bien, leemos ahí que los creyentes tendrán, en el paraíso, a las huríes como esposas (52, 20), y las tendrán como recompensa por cuanto han hecho en este mundo (56, 23/24); las huríes son puras (2,23/25; 3, 13/15; 4,.60/57); no las habrá tocado ni hombre alguno ni genio (55, 56); tienen los ojos rasgados (44, 54; 56, 22/23) y son parecidos a la perla semioculta (56, 22/23); su mirada es recatada (37, 47 / 48); también son comparadas al rubí y al coral (55, 58); viven en pabellones (55, 72), apoyándose -al igual que sus esposos- en divanes (35, 56); también se dice, finalmente, que tendrán la misma edad que los creyentes que las van a gozar (38, 52; 78, 33).
Estos son los datos que ofrece el Corán acerca de esas mujeres maravillosas. Y fue a partir de ellos que la imaginación popular -a lo largo de toda la tradición- comenzó a desarrollar y ampliar informaciones y precisiones, las cuales -muchas veces- poco o nada tienen que ver con los datos originales. Es más, debemos añadir que los textos se contradicen, repetidas veces, en cuanto a los elementos que aportan, por lo que nos hemos visto obligados a seleccionar aquellos que nos parecieron más significativos y que mejor permiten tejer una descripción más coherente de cuanto se pensaba acerca de las famosas huríes.
Clasificamos tales informaciones dentro de varios epígrafes siguiendo un orden que, por supuesto, es personal y subjetivo, pero que nos pareció el más lógico.
Origen y naturaleza de las huríes
La primera pregunta que surge a quien le hablan de estas mujeres maravillosas es la siguiente: ¿quién las hizo y de que están hechas? Numerosos textos vienen a dar respuesta a esta comprensible curiosidad.
Un dato inicial en el que se insiste es que las huríes tienen un origen divino, no humano -como cualquier mujer-, puesto que fue Dios quien las creó. Así, se afirma de modo explícito, que no fueron engendradas por Adán y Eva , sino que su procedencia deriva directamente de Dios. Dado este origen extraordinario, era lógico que las huríes no fueran imaginadas con una naturaleza semejante a la que tienen las mujeres comunes de este mundo, sino como formadas a partir de algo muy especial y maravilloso. Y así, un texto procedente de Ibn ‘Abbas afirma que Dios creó las huríes a partir de los siguientes elementos: desde los dedos de sus pies hasta sus rodillas están hechas de azafrán; desde sus rodillas hasta sus senos, de almizcle oloroso; desde sus senos hasta su cuello, de ámbar brillante y desde su cuello hasta su cabeza están hechas de alcanfor blanco .
Sin embargo, otros textos dejan entrever una constitución diferente de las huríes, la cual las acerca más a la naturaleza común de las otras mujeres. En efecto, se sugiere que fueron creadas de carne y hueso, puesto que -por ejemplo- Ibn al-Mubarak afirma que a través de sus vestidos se pueden ver su carne y sus huesos; mientras que el tradicionista Muyahid dice expresamente: «la médula de sus piernas se ve detrás de sus vestidos, y el que mira ve su rostro en el hígado de una de ellas como en un espejo, debido a la finura de su piel y a la claridad de sus colores» . Con todo, resulta claro que -incluso en estas últimas tradiciones- la constitución de las huríes no es exactamente igual a la de las mujeres corrientes, ya que su carne y su piel son extraordinarias y fuera de lo normal, como acabamos de ver, y como afirma Saleh: «su carne es tan delicada y tan fina que deja entrever sus músculos, parecidos a hilos pasados en rubí; incluso aunque ellas lleven setenta vestidos, su tejido es tan fino y su peso tan ligero que se entrevé la blancura resplandeciente y la belleza de sus piernas». Su peso también es fuera de lo normal, pues según recogemos en otros textos «es más ligero que un cabello».
Descripción física de las huríes
Pero la curiosidad de un hombre no se contentaba con conocer la naturaleza o constitución de esas huríes, excepcionales y prometidas. Quería saber más detalles: esto es, cómo eran en realidad; en otras palabras, que se las describieran. Y la imaginación musulmana también se dedicó a satisfacer dicha curiosidad lógica. Ya hemos dejado constancia de que su carne era finísima y de un color extraordinario. Pero se dan otros datos más particulares al respecto.
He aquí los más notables: En su cabeza existen cien trenzas, y entre cada una de estas trenzas hay setenta mil moñas, las cuales son más brillantes que la luna llena. Además, cada moña está coronada con perlas y abundantes joyas.
Por su parte, el rostro de las huríes es de cuatro colores: blanco, amarillo, verde y rojo. Sus cejas parecen un trazo negro colocado encima de la luz, mientras que su frente recuerda al creciente de la luna , además de tener dimensiones excepcionales pues su longitud es de 1.003 codos.
Su boca es asimismo maravillosa: se dice que si las huríes escupieran en setenta y un mares, estos mares se convertirían en dulces a causa de la dulzura de su boca.Por otra parte, se dice que cuando una hurí sonríe, sus dientes despiden tal resplandor que el arcángel Gabriel creía que se trataba de la luz del Señor del Poder.
Abundando en la descripción del rostro de las huríes, se lee en la obra de Saleh: que «su sonrisa ilumina el paraíso y su cara el espacio entre el cielo y la tierra; dicen también añade el citado texto -que el esplendor de su rostro es el reflejo de la luz divina» . Sus manos son igualmente excepcionales, como se desprende de cuanto afirma Ibn ‘Abbas: «Estábamos sentados con Ka’b un día, y dijo: Si una mano de las huríes se descolgara del cielo haría brillar la tierra como brilla el sol para la gente de este mundo; y esto -añadió- es sólo su mano: ¡cómo será su rostro! «.
No es, pues, extraño que la belleza de las huríes venga ensalzada y encarecida con énfasis, hasta llegar a afirmarse que ella es tal que rivaliza con la gente del paraíso en hermosura, añadiéndose que si no fuera porque Dios determinó que dicha gente del paraíso no muera, seguro que moriría hasta el último al contemplar la belleza de las huríes.
Adornos que llevan las huríes
La esplendidez de semejante constitución física y de tal belleza aparece todavía más puesta en relieve gracias a ciertos adornos, que contribuyen a encarecer mejor a esas mujeres excepcionales. Leyendo con atención los diversos testimonios de la tradición musulmana al respecto, se pueden observar dos clases de adornos: unos que diríamos de orden «espiritual», y otros que calificaríamos de tipo «material».
En efecto, habiendo sido creadas directamente por Dios, no es raro que las huríes presenten ciertos rasgos relacionados de modo más o menos directo con la Divinidad. Así -y de modo general- se dice que los ángeles les llevan obsequios de Dios, aunque no se precisa en qué consistan. Ya más en concreto, en su frente -a cuya longitud ya hemos aludido- existen dos letreros, escritos con perlas y joyas. En el primero de ellos se lee: «En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso». Mientras que en el otro dice: «Quien desee ser semejante a mí, obedezca a su Señor» . Por su parte, en el pecho llevan escrita la siguiente inscripción, referida a quien va a gozar de ellas: «Tú eres mi amor y yo soy tu amor; yo misma llegué junto a ti, y mis ojos nunca vieron algo semejante a ti». Es más, según al-As’ari, «en su pecho está escrito el nombre de su esposo y uno de los nombres de Dios» .
Pero las huríes llevan asimismo otro tipo de adornos, de carácter material. Así, cada hurí tiene setenta túnicas que son semejantes a amapolas, pero cuyos colores son diferentes; y usan setenta clases de perfumes, sin que se den dos repetidos.Por otra parte, se afirma que «en cada una de sus manos hay diez brazaletes de oro, y en cada uno de los dedos de su mano diez anillos, y en cada uno de sus pies hay diez argollas de aljófar y brillantes». Es más, el brillo de cada brazalete sería capaz de apagar a la misma luz del sol y a la de la luna.
Carácter de las huríes
Por si fuera poco tanta belleza natural y los adornos añadidos para realzar a aquella, las huríes son presentadas también con un carácter realmente envidiable, si bien no se ofrecen muchos detalles al respecto.
En efecto, ellas mismas aseguran que «nosotras somos eternas, pues no morimos; somos dulces, pues no somos desgraciadas; estamos contentas, pues no nos irritamos; somos permanentes, pues no partimos de viaje».
Más aún, se afirma que, además, «cantan con bella voz, la cual oyen los hombres y los genios, pero no son los cánticos de Saytan», sino alabanzas a Dios, aspecto éste que ya se relaciona con el goce de sus posesores, como veremos más adelante.
Edad de las huríes
Una curiosidad que surge en aquel a quien se le habla de tan excepcionales mujeres es, casi por fuerza, ésta: ¿qué edad tienen? Es algo muy importante al enjuiciar a una mujer, al menos en su aspecto físico. Pero lo cierto es que no existe acuerdo entre los diversos testimonios recogidos en la tradición musulmana.
En la Tadkira se afirma que, en contraste con las mujeres de la tierra que cuando llegan al paraíso tienen una sola edad, las huríes son de distintas edades, jóvenes o mayores, de acuerdo con los deseos de los bienaventurados que van a gozar de ellas. En cambio, en la obra de Salelh se asegura que todas ellas tienen treinta y tres años, al igual que sus esposos.
Residencia y séquito de las huríes
Otra curiosidad instintiva es el preguntarse dónde residen y cómo viven esas fantásticas huríes. La tradición musulmana también aumentará al respecto muchos detalles en relación a los datos originales que ofrecía el Corán.
Los tradicionistas coinciden en afirmar que ellas viven en una jayma o pabellón, constituido por una perla cóncava. En lo que no existe acuerdo es respecto a sus dimensiones y puertas. En efecto, en la obra de Ibn Qayyim se afirma que sus medidas son de una parasanga por una parasanga, aunque en otro lugar de este mismo texto habla de sesenta millas.
Siguiendo a Ibn Qayyim, el pabellón tiene cuatro mil batientes de oro, así como mil puertas, haciendo mención especial de cuatro de ellas por las que entran los ángeles con regalos de Dios para las huríes. Las jaymas están -como era de esperar- amuebladas. Así, un detalle de esto es el hecho de que cada hurí tiene setenta tronos de jacinto rojo, incrustados con perlas; en cada uno de ellos hay setenta camas, y en cada cama, estrados. Por otra parte, las huríes no viven solas. Igual que si fueran reinas, están acompañadas de numeroso séquito. Mientras que en la obra de Saleh, se afirma que las cien trenzas de cada hurí son llevadas por otras tantas damas de honor, en la Tadkira de al-Qurtubí se dice que cuando las huríes caminan son seguidas por setenta mil servidores y otras tantas servidoras a su derecha y a su izquierda. Y se precisa, además, que cada servidor lleva una fuente de oro, en la cual hay diversas clases de una comida particular, puesto que proporciona un bocado delicioso al final que no se encontraba al principio.
Destinatarios de las huríes y su gozar de ellas
El musulmán, que ha oído la descripción minuciosa de tan fantásticas huríes y de la suntuosidad que las rodea, se haría la siguiente pregunta: ¿para quiénes son esas mujeres maravillosas? Esta pregunta instintivamente se prolongaría en otra: ¿cómo se goza de ellas?, ¿qué placeres proporcionan? La imaginación popular no podía dejar de dar cumplida satisfacción a tal curiosidad sensual.
Ya dijimos -al comienzo- que las huríes fueron hechas por Dios y que están en el paraíso, por lo que, ya a priori, sólo podían estar destinadas para aquellos musulmanes que entran en dicho lugar de felicidad.
El mismo Corán hace saber -como recordábamos en la introducción- que «los creyentes tendrán como esposas a las huríes en el paraíso» (52, 10). Pero la tradición posterior no se dio por satisfecha con dicha afirmación, sino que precisó más detalles. Así, por ejemplo, recogemos, en algunos textos, que el Profeta Muhammad dijo: «No hay siervo alguno que ayune un día del mes de Ramadán sin que se case con una mujer de las huríes». Pero se dice que también son para quienes hagan cuatro mil veces la recitación completa del Corán. Más adelante, en el mismo texto, se afirma que son para aquellos que rezan durante la noche, mientras las demás gentes están dormidas. Otras veces se dice, en general, que para los bienhechores de Dios o simplemente para los creyentes hay esposas en el paraíso. También se dice, serán para aquellos que «barren las mezquitas» o «que sacan la basura de las mezquitas» .
Pero, ¿cuántas huríes están destinadas a cada uno de. estos dichosos musulmanes? Según Saleh; el creyente tendrá cien huríes cada noche. Con todo, es de notar que, a este propósito, en otros textos, encontramos una notable divergencia: se asegura que no hay nadie a quien Dios haga entrar en el paraíso sin que lo case con cien mujeres, pero se trata de treinta huríes y setenta que hereda el creyente de las mujeres que le corresponden al condenado , y también se dice que «cada uno de los bienaventurados se casará con cuatro mil vírgenes, ocho mil viudas y cien huríes».
Finalmente, la tradición musulmana se explaya detallando los placeres que las huríes proporcionan a sus esposos. El primer detalle elocuente es que las huríes, a pesar del lujo de sus jaymas, no se sienten felices hasta la llegada de sus esposos. Los encuentran junto a las puertas del paraíso, y les dicen: «hace mucho tiempo que os esperamos»; mientras que, según al-As’ari, salen a su encuentro, los abrazan y les dicen: «Tú eres mi querido y yo estoy satisfecha de ti. Desde luego, Saleh; afirma categóricamente que los acogen con una suavidad desconocida en las mujeres de la tierra y con toda gracia. Por su parte, cuando el feliz creyente ve a su hurí, tan bella y espléndida, se queda extasiado y hasta olvida la suntuosidad de la jayma. Y cuando el día se va y llega la noche, las puertas de esos palacios se cierran y se corren sus velos, mientras el creyente se queda a solas con su hurí, sobre los estrados, para gozarla. Se dice que gustará un placer cien veces más fuerte que el placer terrestre, puesto que poseerá la fuerza de cien hombres .
Y cuando, por fin, llega de nuevo el día, se abren las puertas de los palacios, se corren los velos, juguetean los pajaritos, les saludan los ángeles y les traen regalos.Y este goce durará por toda la eternidad, puesto que las huríes -como ya vimos con anterioridad- son concebidas como eternas.
A pesar de todo esto que podríamos calificar de «sueño de hadas», la tradición musulmana presenta un dato -en relación indirecta a las huríes, si se quiere- que resulta un tanto extraño dentro de este ambiente, y con el que queremos terminar nuestro trabajo.
Se trata de que las mujeres creyentes de este mundo aventajan a las huríes a causa de cuanto hacen aquí en la tierra. En efecto, las creyentes dicen a las huríes: «Nosotras rezamos y vosotras no rezáis;nosotras ayunamos y vosotras no ayunáis; nosotras hacemos las abluciones y vosotras no las hacéis; nosotras damos limosna y vosotras no la dáis; por todo lo cual -se añade- la victoria fue de las primeras». Es más, una tradición que se quiere hacer remontar hasta el Profeta- asegura que las mujeres humanas son setenta mil veces mejores que las huríes.
Por Concepción Castillo, «Las Huríes en la tradición musulmana». Presentada en las Jornadas de Cultura Árabe e Islámica, Madrid, 1983.
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