La tahona y el pan
El pan, nuestro alimento básico
El pan es parte importante de las tradiciones mexicanas … Aunque ahora se le discrimina mucho por ser causa de obesidad, de todas maneras el pan forma parte de nuestra vida cotidiana.
Pocos olores tan agradables hay como el del pan recién hecho. Al percibirlo, se nos “hace agua la boca” pensando en una exquisita pieza de pan acompañada con un cafecito caliente o con una taza de humeante chocolate.
¿Cuál pieza prefiere usted? ¿Una concha? ¿Un beso? ¿Una monja? ¿O una chilindrina? Tal vez usted prefiera unas orejas, un cochinito o un ojo de buey. Si pide una revolcada, asegúrese de que le entienden que se trata de una pieza de pan, no vayan a pensar que es usted masoquista y que está pidiendo que lo maltraten físicamente.
Yo en lo personal tengo una especial debilidad por las semitas de piloncillo y nuez, especialmente las que se fabrican en Bustamante y Villaldama, dos pintorescos pueblos del norte de mi querido estado de Nuevo León.
Cuando vamos a Saltillo, invariablemente llegamos a comprar unas piezas del esponjoso pan de pulque, que en realidad nunca he sabido si en su elaboración utilizan el neutle, es decir, el pulque como ingrediente. Lo único que sé es que es riquísimo.
Se dice que cuando llegó Hernán Cortés a tierras tenochcas, entre sus soldados traían algo de trigo, y como acá lo que mandaba era el maíz, ellos, los soldados españoles sembraron su trigo y empezaron a hacer pan al estilo que ellos conocían.
Así empezó a darse en Las Américas el oficio del que elabora el pan, al que generalmente llamamos panadero, pero no. El panadero es el que vende el pan, pero el que lo fabrica es tahonero.
La tahona es el lugar donde se fabrica el pan. Tahona es un vocablo árabe que se refiere al molino en el que se hacía la harina a partir de trigo, molino que era movido originalmente por un equino, mula, caballo o burro.
Muchas familias, migrantes procedentes de España, instalaron aquí ese tipo de negocios que constituyeron su modo de vida y que perduraron y en algunos casos aún existen, como lo han sido a través de varias generaciones.
Esta tradición se une a lo picaresco de nuestra cultura popular y se refleja en los bizcochos, los ojos de Pancha, los bigotes, los calzones y las campechanas, así como las rejas, los cocoles, las marías y los huesos, entre muchos otros, resultado del clásico ingenio del mexicano que todo lo hace chiste.
Por Juan Recaredo
Con información de El Siglo de Torreón
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