Tinariwen: La música los hará libres
Fueron perseguidos en Mali por sus reclamos libertarios, y hasta debieron tomar las armas y exiliarse. Pero estos músicos tuareg se encauzaron tras una obra notable que contacta un blues hipnótico con ritmos ancestrales.
“Jamás!”, dice Abdallah Ag Alhousseyni en francés, del otro lado del teléfono, cuando se le pregunta si alguna vez a los Tinariwen se les ocurrió instalarse en otro país, en otro paisaje, en otro lugar en el mundo. “Vivimos un tiempo en Libia, pero volvimos a nuestra tierra. Siempre estamos más a gusto cuando estamos en lo nuestro, con los amigos, aunque la inspiración para componer puede llegar en cualquier momento”, dice desde Tamanrasset, pequeña ciudad al sur de Argelia, el guitarrista y cantante.
Justamente fue en Libia, adonde llegaron perseguidos por el Estado de Mali, que empezaron a componer música y enviarla secretamente allí. Así, como un mensaje de rebelión desde el exilio, empezó este grupazo aún casi desconocido por estas latitudes que debutará en Buenos Aires en marzo, en el ciclo Martes Indigentes. Tinariwen significa, literalmente, “los desiertos”. Allí, en los de Mali o Argelia, puntualmente en los campamentos de la región de Kidal, al noreste de Mali, y en la ciudad de Tessalit, es donde esta suerte de tribu de músicos-guerrilleros nómades suele vivir cuando no anda de gira por el mundo interpretando sus hipnóticos blues tuareg, con guitarras fascinantes apoyadas en bases tribales de percusión y letanías ancestrales.
Su sonido inimitable es una banda sonora del desierto como comarca hostil y áspera, pero con el cielo como techo y el horizonte siempre como límite, y proviene de una generación anterior de Tinariwen que aún influye sobre sus hijos: “Lo que hacemos no se aprende: nacés con esta música. No sé cómo explicarte, es algo natural: la música es así”.
También les resultó natural a Abdallah y a Ibrahim Ag Alhabib y Alhassane Ag Touhami, fundadores del grupo, cambiar en su momento las guitarras por las armas. Y viceversa. La inestabilidad política de una región azotada tanto por los fanatismos y los fundamentalismos religiosos (algunos son de Argelia, otros de Mali, todos musulmanes) como por la saña con que persigue el Estado de Mali a estos nómades empedernidos hizo que para ellos ambas sean de algún modo intercambiables: “Rebelde es una palabra que se usó mucho para referirse a Tinariwen, y realmente lo éramos. Hemos estado en los campos de batalla, pero ahora decidimos permanecer como músicos, como una forma de demostrar al mundo que hay armas más eficientes que las tradicionales”.
Desde 1963, los tuareg son perseguidos por el gobierno y la banda funciona también como un reclamo artístico a su legítimo derecho a tener tierras para su ganado y para vivir. En 2012, el Movimiento por la Liberación de Azawad consiguió crear Azawad, una nación para su pueblo que aún no ha sido reconocida oficialmente. “Esa iniciativa sigue igual, no sé si conseguiremos el reconocimiento de esa libertad, pero es posible.”
Por su conexión con el blues, su música resulta cercana, pero a la vez, siendo música tuareg, lo suyo resulta tan exótico como elocuente. Basta escucharlos cantar sobre el dolor de una madre camello o sobre lo vasto que es su mundo para comprender que su música siempre es un canto de libertad. Una libertad tuareg, sólo posible de experimentar en el desierto. En Outside: The Joshua Tree Sessions el grupo lleva su ritual de expresión en torno del fuego al célebre desierto norteamericano donde alguna vez peregrinaron los U2, dándole forma a un disco acústico e hipnótico, desolado y a la vez esperanzado. Más eléctrico y catárquico, Emmaar, también publicado en 2014 y con inminente edición local vía Ultrapop, está marcado por el destierro ocasionado por las persecuciones y cuenta con colaboraciones de Saul Williams, Matt Sweeney (Gomez), Fats Kaplin y Josh Klinghoffer (Red Hot Chili Peppers).
La discografía de la banda ya cuenta con nueve discos, uno de los cuales les valió el Grammy a mejor “Banda de World Music” en 2012, pero el reconocimiento de sus colegas (desde los Chili Peppers hasta Robert Plant, pasando por Radiohead y TV On The Radio) no parece importarles demasiado.
Es complicado contactar a los Tinariwen, y sus respuestas en francés son lacónicas y prudentes. Abdallah Ag Alhousseyni acepta que no es fácil para un tuareg adaptarse a tantas prótesis tecnológicas: “Sí, es complicado convivir con la tecnología, sobre todo cuando trata de imponerte tantos elementos que no necesitás, pero también es positiva. Lo más importante es tener un chez-soi en el Sahara y quedarnos ahí”. En franchute africano, “chez-soi”, significa “lo nuestro”, el “lugar propio”, aunque ese “quedarnos ahí”, para ellos implica el movimiento continuo de los nómades. En definitiva, los Tinariwen buscan una paz que sólo se puede obtener otorgando y reconociendo sus derechos a su gente. Antes por las armas y ahora por la música, seguirán la lucha hasta el final.
Por Santiago Rial Ungaro
Con información de Página 12
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