Carlos Martínez Assad y Los cuatro puntos orientales
Judíos, cristianos y musulmanes tienen su origen, su historia y su presente en la misma región que contiene al Muro de las Lamentaciones, la mezquita de Omar y el Santo Sepulcro. En Jerusalén confluyen los dilemas ideológico ancestrales del Medio Oriente y su relación con Occidente. Hasta ese lugar llegaron las cruzadas que iniciara el papa Urbano, mismo donde se gestó la separación entre la Iglesia católica y la ortodoxa, que son lo mismo, pero no tanto.
También confluyen las tensiones que el siglo XXI heredó de los siglos XX y XIX, especialmente del modelo colonial, del reparto del mundo y su posterior solución descolonizadora, realizada de manera arbitraria, dolosa e irresponsable, por parte de los imperios coloniales.
La historia será la responsable de evaluar qué fue peor, si la fase colonial de explotación y expoliación, o el caos posterior que crearon fraccionando continentes de manera arbitraria y al dejar islas a su propio destino, de las cuales muchas se convirtieron después en naciones fallidas.
Los cuatro puntos orientales, obra de profundo y largo aliento del profesor Carlos Martínez Assad, publicada por la Editorial Océano, pretende desentrañar los planteamientos dicotómicos, maniqueos y simplistas que son frecuentes cuando se habla o enseña sobre Oriente y Occidente, sobre el pretendido choque de civilizaciones.
El lector se enfrenta a una síntesis histórica de la región, con énfasis en el conflicto central y permanente entre Israel y Palestina, mediado por los fuertes y poco efectivos apoyos de los países árabes a uno de los bandos y con la fuerza y presencia del imperio y sus aliados occidentales, que globalizan el conflicto. En este sentido, es pertinente preguntarse si el conflicto de Israel y los países árabes es entre Oriente y Occidente o es uno de los factores que entran en el complejo juego de ajedrez del Medio Oriente.
Más allá del conflicto, el mundo árabe está muy lejos de ser homogéneo. La intervención occidental en esta región despertó los antagonismos entre sunitas, chiítas, kurdos, turcos y las minorías cristianas. Estos conflictos se reflejan hoy en Siria, subyacen en el trasfondo de otras tantas guerras como Irán-Irak, donde la mano imperial y sus intereses por la región y el petróleo tuvieron mucha injerencia, luego en la guerra de Irak-Kuwait, en conflicto permanente por viejos territorios y una lógica salida al mar que no previeron, o no quisieron prever.
En Medio Oriente hay rescoldos coloniales, pero también hubo escenarios de disputa durante las guerras mundiales, las batallas por la independencia, el enfrentamiento bipolar de la guerra fríay su presencia interesada en la región. Hoy Siria se juega la vida y el futuro por un conflicto típicamente árabe, pero que recuerda propiamente al siglo XX, a laguerra fría y la injerencia geopolítica global en la región. Este conflicto del mundo árabe se expande más allá en el mundo musulmán y las múltiples diásporas regadas y reconcentradas a lo largo y ancho del planeta. Como dice el autor, el mundo árabe regresó a la historia.
Hay tensiones que se expresan más allá de la región, en los límites de lo que fue el imperio otomano, en los Balcanes donde se enfrentaron bosnios, serbios y croatas en una guerra sin solución. Cuando el futuro ya lo habían hecho historia y presente en una ciudad multicultural como Sarajevo, en el uso de una misma lengua serbio-croata y en la convivencia amable y tolerante de tres religiones: católica, ortodoxa y musulmana, incluso se podría añadir la judía. Separarlos ha sido una solución quimérica, artificial e improbable.
Según Carlos Martínez Assad, recientemente galardonado con el Premio Nacional en Historia y Ciencias Sociales, la solución para el Medio Oriente no va por la vía del modelo impuesto por Estados Unidos, de reconstrucción con base en la representación comunitaria, étnica y religiosa. No es posible tal solución ni en el Medio Oriente, ni en los Balcanes, ni propiamente en Estados Unidos, donde intentan convivir blancos, negros, hispanos y asiáticos. El drama de los pueblos divididos, fraccionados por fronteras artificiales, de los estados nación o de las naciones sin territorio y sin Estado, tiene un parangón en el pueblo judío, una diáspora que finalmente encontró un territorio a costa de explotar al pueblo palestino. La nación que justifica su existencia y su derecho a existir en el holocausto se niega a otorgar el mismo derecho a Palestina, que también puede reclamar con toda justicia que ha sufrido el despojo, la expatriación, la diáspora y el holocausto.
En esta obra, palestinos, kurdos y armenios encuentran su espacio en la historia y forman parte de los cuatro puntos orientales. Es una obra comprensiva y de largo alcance que contiene una historia crítica de la relación Oriente/Occidente, en la que se desenmascaran prejuicios y clichés, donde se reconocen múltiples voces y opiniones. Al mismo tiempo se da cuenta del drama y el llanto de una región desmembrada y atravesada por conflictos ancestrales y crisis permanentes.
La obra de Martínez Assad va mucho más allá de la historia. Nos introduce en los múltiples vericuetos de una cultura milenaria, la música, el cine y la literatura. Recomendar su lectura podría parecer superfluo, porque es una obra indispensable para todo aquel que quiera introducirse en esta región del mundo, quizá la única al alcance en lengua española que pone de manifiesto la complejidad histórica y contemporánea del convulso y misterioso Medio Oriente.
El libro Los cuatro puntos orientales se presenta en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara el día 2 de diciembre a las 5 de la tarde.
Por Jorge Durand
Con información de La Jornada
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