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El alhelí – Del árabe alhayrí

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El alhelí, al igual que la azucena y el jazmín, deben su nombre en español al pasado árabe de nuestra lengua. Estas tres flores estaban ampliamente representadas en la cultura de los reinos musulmanes y eran muy apreciadas por el intenso aroma que desprendían a comienzos de la primavera en los patios andaluces y estancias palaciegas. En concreto, la palabra alhelí proviene del árabe hispánico alhayrí, que a su vez procede del árabe clásico hiri.

En español los arabismos iniciados en la letra A forman más que la mitad en todos los estudios accesibles. La fusión de este artículo con el lexema del sustantivo permite el uso de artículos romances: la almohada, el alhelí, el albarán,…etc. En muchos casos las palabras se han formado con el artículo al-unido a la base latina  (almeja <ár. al+ lat. mitulu, alpiste <ár. al + lat. pistu). En lo que atañe al portugués, también aquí se manifiesta una notable presencia de este elemento: alçaluz, alcova, alvoroço, etc.

Rafael Alberti recupera la tradicional vinculación del alhelí con el sur de España en su libro “El alba del alhelí”, escrito entre 1925 y 1926 y publicado al año siguiente. En esta obra, Alberti utiliza esta flor como metáfora de su tierra, Cádiz, de Andalucía y del pueblo andaluz, del amor al sol, el folclore, la tragedia y los dramas de amor que también embrujaron a Lorca.

Fuera del área hispanohablante, esta flor sin embargo es conocida por su término científico, “matthiola incana”, en homenaje al médico y botánico italiano Pierandrea Matthioli (o Matthiole). Este científico, nacido en Siena en 1500, fue uno de los más célebres botánicos de su época. Dirigió el Jardín Botánico de Florencia, creado en 1543 por Cosme de Médicis, y que en su época fue uno de los más famosos por el estudio y análisis sistemático de las especies vegetales que en él se cultivaban.

Matthioli escribió una de las obras fundamentales en la historia de la botánica “Comentari alla Materia Medica Di Pedania Dioscoride di Anazarbeo”, más conocida como “Herbario de Matthioli”. Publicada en Venecia en 1544, este compendio botánico se convirtió rápidamente en uno de los grandes best-seller de la época, debido en buena parte porque en este libro se detallaba concisamente cómo cultivar la mandrágora, una planta cuya raíz era muy utilizada en magia negra. La fama y el prestigio de Matthioli en la Europa del Siglo XVI fue tal que llegó a ser el médico personal hasta su muerte del Emperador de Austria.*

El alhelí es originario de la cuenca mediterránea, donde es habitual encontrar esta flor en las zonas costeras. También esta planta fue cultivada desde antiguo en las Islas Canarias, donde es una flor muy apreciada. Es una especie de  tallo recto y altura imponente, con una cúpula en forma de espiga llena de pequeños capullos que van floreciendo a lo largo de 4 a 7 días hasta formar una densa masa de pequeñas y compactas flores. Se obtiene una prolongada duración si se aplican los cuidados adecuados: mucha agua limpia , renovándola cada 2 ó 3 días, recortar el tallo, eliminar los capullos que se marchiten y poner las flores en un ambiente fresco. Con altas calefacciones los pétalos pueden estropearse y el ramo durará mucho menos.

El alhelí simbolizaba la simplicidad y la hermosura. Se entenderá esta vinculación en cuanto se tenga un ramo entre las manos. Actualmente ha adquirido además un sentido diferente y es símbolo de elegancia.

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El alhelí es una flor que si se seca, retiene su fragancia para siempre. Hay que esperar a que todos los capullos estén florecidos y posteriormente girar los tallos “boca abajo”, mantenerlos en una habitación fresca y a oscuras y después rociarlos con pegamento en spray  o laca.

Cuando las estrellas clavan

rejones al agua gris,

cuando los erales sueñan

verónicas de alhelí,

voces de muerte sonaron

cerca del Guadalquivir.

Federico García Lorca

Fragmento de Muerte de Antoñito el Camborio

El mito

Una leyenda relata porque crece junto a los muros de viejos edificios, conventos, castillos, iglesias , ermitas , sepulcros , etc. En la Edad Media ,se dice que los trovadores llevaban con ellos una ramita de alhelí, simbolizando la resistencia a los malos tiempos y el afán de sobrevivir.

Durante el siglo XIV, una bella princesa vivía en un castillo escocés. Como era normal en aquella época, su padre la había prometido en matrimonio al príncipe heredero de un reino vecino, pero ella estaba enamorada de un noble bastante menos rico y poderoso. La vida se hizo difícil para los amantes, pero disfrazado de juglar, el enamorado logró entrar en el jardín de su amada.

Ahí cantó un romance en el que exponía un plan de fuga y la princesa lo escuchó encantada. El día señalado para la huida, el joven se presentó al pie del muro del castillo donde estaban situadas las habitaciones de su princesa y ésta le arrojó un ramito de alhelí como señal de que estaba de acuerdo con la fuga. Cuando estaba bajando por la cuerda que debía conducirla a los brazos de su amante, cayó y murió junto al muro.

Al instante, se convirtió en una planta de alhelí, como las que todavía hoy crecen asidas a las paredes, y se dice que su dulce fragancia es la llamada a su enamorado para que acuda a su encuentro.

“Un alhelí … caballero,

 éso es lo que yo quiero,

 además es delicado, pequeño y muy perfumado…”

 

El Herbario de Matthioli

Fernando de Tirol invitó a Praga como médico de cabecera a Matthioli que gozaba en toda Europa de una inmensa autoridad en el campo de la botánica. Su libro, el Herbario, se publicó en checo en 1562, todavía durante la estancia de Matthioli en Praga, gracias a la traducción de Tadeás Hájek de Hájek.

No es de extrañar que el Herbario de Matthioli se haya convertido en una obra muy codiciada. Matthioli aconseja en su libro, entre otras cosas, cómo obtener la mandrágora. Los polvos de la raíz de mandrágora se utilizaban para operaciones nigrománticas, o sea de magia negra. Por la configuración de la raíz, parecida a la del cuerpo humano, la mandrágora era denominada “hombrecito de la horca”.

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El apodo se debía a la creencia de que la más eficaz era la mandrágora que crecía al pie de la horca. Matthioli aconseja en su célebre Herbario ir al lugar de las ejecuciones el viernes a medianoche en luna llena. Es necesario taparse los oídos con cera para no escuchar el llanto de la mandrágora al ser arrancada del suelo.

El botánico recomienda trazar tres círculos en torno a las hojas de la planta y tocar un cuerno para contrarrestar el tumulto de los monstruos infernales. La raíz de la mandrágora debe ser después bañada en vino y vestida con una chaquetita roja y camisita de seda, y tocada con un gorrito negro.

En comparación con otras traducciones, en la edición checa del Herbario de Pierandrea Matthioli se describen algunas plantas cultivadas solamente en el Jardín Real, en el Castillo de Praga.

La fama del médico y botánico italiano Pierandrea Matthioli, impulsó un inédito aflujo al Castillo de Praga de nuevas especies y variedades botánicas, como alhelíes, tulipanes, lilas, jacintos y narcisos. En los Jardines Reales se cultivaba también el árbol de gingko y la misteriosa mandrágora.

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