Tratado de Lausana: el fin del Imperio Otomano
Con presencia en Europa desde 1453, el Imperio otomano se alió con la Triple Alianza conformada por Alemania, Italia y Austria durante la Primera Guerra Mundial.
Después de la derrota de los Imperios centrales, el Imperio otomano resultó gravemente reducido por la rebelión de las tribus árabes apoyadas por el Reino Unido y Francia ―tratado Sykes-Picot, 1917― y con gran participación del legendario Thomas Edward Lawrence, «Lawrence de Arabia» ―un Osama bin Laden, pero trabajando para el bando contrario―.
El sultán reinante desde 1909 era Mehmed V ―Mehmed Reşad― y gobernó el imperio hasta su muerte en 1918 aunque no desempeñó un papel activo en la gestión militar del imperio durante la guerra, pues los asuntos militares estaban en manos del Comité de Unión y Progreso, un grupo político que ejercía considerable control sobre el gobierno.
La Primera Guerra Mundial permitió al Imperio el triunfo en la batalla de Gallipoli sobre los aliados, librada entre abril de 1915 y enero de 1916, que les impidió el acceso al mar Negro, pero finalmente resultó en una serie de derrotas para los otomanos.
Posiblemente entre lo más humillante se encuentre la ocupación de la capital imperial, Constantinopla, por tropas del Reino Unido, Francia e Italia a partir de noviembre de 1918 y la creación de un distrito militar como parte del Armisticio de Mudros.
Se considera que con este armisticio el Imperio otomano había sido vencido en la Primera Guerra Mundial aunque las acciones bélicas continuaron.
El Tratado de Sèvres
A partir de 1920 la ocupación se tornó más estricta y fue respaldada por el Tratado de Sèvres por el cual el Imperio Otomano perdió la mayor parte de sus territorios en Europa, África del Norte y el Medio Oriente.
Mehmed V ya había fallecido en 1918 y fue sucedido por su hermano Mehmed VI, quien reinó hasta la proclamación de la República de Turquía en 1923.
El mencionado Tratado de Sèvres había sido firmado por los aliados el 10 de agosto de 1920 en la localidad homónima, cerca de París, Francia, y buscaba reorganizar el territorio del Imperio Otomano.
Fragmentó a Turquía, obligándola a ceder Tracia a Grecia, la costa del mar Egeo a los británicos, las actuales Siria y Líbano a Francia y Palestina, Jordania e Iraq al Reino Unido…
Turquía debía reconocer la independencia de Armenia, otorgar autonomía a Esmirna, permitir la creación de un Estado kurdo en Anatolia oriental y otorgar el control de los estrechos ―incluyendo Estambul― a los aliados.
Este imperio, ya conocido como «el hombre enfermo de Europa», había sido importante soporte secreto durante siglos para diferentes casas reales de Europa occidental aunque jamás se le había considerado «civilizado» pero superadas las crisis europeas fue rápidamente desdeñado.
Entre las disposiciones más importantes, hemos visto que el Tratado de Sèvres entregaba vastas porciones del imperio a los aliados en calidad de mandatos, modalidad frecuente en otras regiones en esa época, además de la concesión de amplios poderes a las potencias vencedoras.
También reconocía la independencia de varios Estados dentro del territorio otomano: Armenia, Kurdistán y un Estado griego en Anatolia occidental.
Los términos del Tratado de Sèvres, resultaron el detonante de la Guerra de Independencia turca liderada por Mustafa Kemal Atatürk y resultaron fatales para el sultanato en el país.
En el interior de Anatolia, uno de los dirigentes más populares de los Jóvenes Turcos, Mustafá Kemal ―Atatürk («padre de los tucos»)―, encabezó un movimiento nacionalista que se extendió por toda Turquía, expulsó a franceses e italianos de Anatolia, derrotó varias veces a las tropas griegas y reconquistó Tracia (1921).
El Tratado de Lausana
Como consecuencia de estas victorias el Tratado de Sèvres fue desestimado, siendo sustituido en 1923 por el Tratado de Lausana que concretó los límites actuales de Turquía.
Firmado el 24 de julio de 1923 en esa ciudad suiza puso fin definitivamente a la Primera Guerra Mundial entre los aliados y el Imperio otomano.
Y aunque anuló los términos del de Sèvres de 1920, éste nunca había sido reconocido ni entró en vigor.
Las promesas aliadas de un Estado kurdo independiente no se mantuvieron.
Tampoco los compromisos con los árabes.
Pero los británicos y los franceses retuvieron lo pactado en el tratado Sykes-Picot y colocaron a gobiernos dependientes en las nuevas repúblicas.
El Tratado de Lausana estableció las fronteras modernas de Turquía, reconoció la soberanía y garantizó la integridad territorial del Estado, puso fin al Imperio Otomano y al sistema de mandatos y control sobre varias regiones, incluidos los territorios árabes y los Balcanes.
El Tratado contempló el intercambio de poblaciones entre Grecia y Turquía, así como la protección de las minorías étnicas en Turquía.
Además del establecimiento de relaciones diplomáticas con sus vecinos, este Tratado fijó límites que persisten en la actualidad a pesar de los cien años transcurridos en esta región tan activa geopolíticamente.
También marca el comienzo de una república turca secular y moderna, objetivo indeclinable del líder de la independencia turca Mustafa Kemal Atatürk, que entre otras medidas abolió el sultanato, prohibió el uso de velo a las mujeres y trasladó en 1927 la capital de Turquía a Ankara.
Por Isabel Stanganelli *
*Profesora y Doctora en Geografía (UNLP). Magíster en Relaciones Internacionales (UNLP). Secretaria Académica del CEID y de la SAEEG. Es experta en cuestiones de Geopolítica, Política Internacional y en Fuentes de energía, cambio climático y su impacto en poblaciones carenciadas.
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